Mi Loco Amor...

Capítulo 9*

Sí, la amo, definitivamente la amo, por evitar que nuevamente cometa el error de besar a mi jefe al verlo tan incómodo con lo que acaba de pasar.

—Este, yo le espero en el auto. — responde visiblemente nervioso.

Asiento con la cabeza.

—Está bien Sr., ya voy. —contesto mirándolo. 

Camina de regreso al auto con mis maletas para luego guardarlas y después observo cómo él se recuesta en el auto cruzado de brazos mientras yo me acerco hacia donde mi amiga para abrazarla y agradecerle por lo que acaba de hacer, aunque lo haya hecho sin intenciones de nada.

—Eres mi salvadora, Viky. —beso, su mejilla y la vuelvo a abrazar.

Ella solo asiente y rueda los ojos.

—Recuerda que no voy a estar allí todo el tiempo, lo sabes, ¿verdad? — inquiere ella mirándome inquisitiva a lo que yo asiento—. Y que deberás tener mucha fuerza de voluntad, aunque yo igual cedería ante semejante espécimen—murmura mirando con dirección a Íker.

Ahora la que rueda los ojos, soy yo.

—Si y voy a tratar de convivir menos con él. En fin, amiga, me voy, ahora sí, adiós. —me despido de ella con un abrazo fuerte que nos quita el aire y un beso para luego caminar hacia el auto.

Ya en el camino su voz me hace mirarlo con mi ceño fruncido.

—Lo que pasó hace un momento no puede volver a repetirse. —informa mirando hacia el frente.

Evidentemente, no va a volver a pasar, Idiota.

— Si, lo sé, no se preocupe, Señor. —me cruzo de abrazos.

Asiente con la cabeza para continuar manejando. Diez minutos después estamos llegando a la cada, debajo para ir a tomar las maletas, sin embargo, él se acerca a la cajuela a tomar las dos maletas para luego entrar sin decirme nada. Me asombro que fuese tan fuerte, yo apenas alzo algo pesado y estoy con una hernia junto a un dolor de espalda.

Hombres.

Puf.

Lo sigo a lo que me imagino será mi nueva habitación entrando y detallando donde viviré. Hay una cama grande con mesas de noche a cada lado junto con una lámpara pequeña, una ventana grande donde se puede ver el jardín y cuadros decorativos, a un costado está una puerta donde me imagino es el baño, entro y tengo que cerrar la boca, ya que es un baño muy grande incluso tiene una bañera, mmm ya me imagino sumergida ahí llena de espuma, sonrío inconscientemente, pero un carraspeo me hace girar mi rostro y mirarlo ahí parado mirándome.

—¿Le gusta? — inquiere a lo que yo asiento.

— Sí, está muy grande y lindo gracias.

Asiente, él me queda mirando como si quisiese ver hasta lo más profundo de mí haciendo que me remueva nerviosa, carraspea y sale diciendo que me espera afuera en el jardín donde está su padre y Antonella.

Respiro con tranquilidad cuando sale, yo voy a baño y tengo ganas de chillar de emoción, me miro al espejo y niego ante mi imagen. Me cepillo el cabello para luego hacerme una coleta alta, procedo a salir hacia el jardín para empezar a trabajar. A lo que llego donde se encuentran todos me acerco al señor de edad.

—Señor Giuseppe, me llamo Paulina, pero puede decirme Pau—.me presento a lo que llego al jardín donde el señor me mira y regalándome una sonrisa.

—Eres muy hermosa picolina, pero si no me das mis galletas no voy a obedecerte en lo que me hagas hacer para ayudarme a caminar, tienes que compensarme.— me señala.—Capicsi.

Asiento sonriendo, ya los demás de igual manera lo hacen mientras comen algo. La señora Antonella me ofrece, pero niego argumentando que ya comí un sándwich, evito decir que mi estómago está cerrado ante las emociones del día. 

Después de que ellos terminaron de comer, Íker salió diciendo que iría a su trabajo, me acosté con él y no sabía su nombre, ahora no sé en qué trabaja.

Ahora estamos en una sala donde tienes todo tipo de implementos de rehabilitación para lograr que camine el señor Giuseppe, tuve que ayudarlo a levantar para recostarlo en la camilla.

—Voy a empezar a masajear sus músculos para que se aflojen, ¿si?.

—Has lo que quieras muchacha.

Empiezo a colocar la crema y hago los masajes en círculos, procedo luego alzar y bajar su pierna para proceder hacer lo mismo con la otra. Él, por su parte, hace unas muecas de dolor queriendo aquietar mis manos de sus piernas.

—Es necesario hacerlo así, Señor, para que no se le sigan atrofiados más sus músculos, así que vamos, arriba, abajo— repito, moviendo su pierna—. Después de terminar los ejercicios iremos a bañarlo y luego tomarle su presión.

El señor Giuseppe tiene la presión alta y esa enfermedad toca tenerla controlada, así que después de los ejercicios, lo leve a bañarlo y a tomar su presión que por cierto estaba muy alta. Ya cuando terminamos todo eso, lo dejé ya durmiendo en su habitación, no sin antes darle sus galletas y un vaso de leche.

Es como un niño pequeño, que cosas de la vida, ¿no? Cuando llegamos a una cierta edad, es como si retrocediéramos en tiempo, literalmente nos convertimos en niños otra vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.