Mi Loco Amor...

Capítulo 11*

Lo veo marcharse y siento un alivio instantáneo, suspiro ruidosamente llamando la atención de los presentes y me sonrojo, pero también sonrío tensa, incluso pareció que me salió una mueca al recordar la noche anterior, me renace el enojo de cómo se marchó dejándome así.

Deseosa…

Me siento muy indignada ante su actitud, ya que por su culpa no pude dormir plácidamente. En la mañana me había despertado temprano y fui hacerle despertar al Sr., Giuseppe y tomarle sus signos vitales para darle la medicina para proceder a vestirlo e ir al jardín. Antonella ya me había dado haciendo su desayuno, pero yo le empecé a aumentar la fruta, aunque haciendo muecas a la comida empezaba a picar una que otra fruta. Para mi suerte el señor Giuseppe terminó de comer todo y empezamos hacer los ejercicios, luego empieza a narrar sobre el porqué se debió su depresión y sus ánimos de seguir adelante decayeron. Su esposa y amor de todos, su vida había muerto hace cuatro años, pues porque había sido un golpe muy duro para todos, pero que lo que le había dolido más, es que su amada Julissa no pudo conocer a su nieta. Yo al enterarme de que Íker tenía una hija de tres años me había sorprendido, por otra parte, la forma de hablar de su esposa y el anhelo con que lo hace me hace sentir con ganas de tener un amor que dure hasta el fin del otro y más allá. Así como un amor del Sr., Giuseppe y su amada Julissa. 

Le sigo haciendo los ejercicios bajando y subiendo las piernas, también los masajes para luego llevarlo a su habitación y ayudarlo a bañar para que estese listo para la cena. Yo por mi parte le preparo una buena ensalada y esperando que se la coma toda le aderezo con una vinagreta deliciosa, pero apenas la ve ya empieza a balbucear cosas inentendibles.

—Tiene que comer todo Sr., Giuseppe. — lo reprendo colocando el plato frente a él —. Si no come no hay galletas y Antonella las hizo de chispas de chocolate. —informo y lo veo dirigirle una mirada interrogatoria a Antonella,  quién asiente en respuesta.

Él empieza a comer y haciendo muecas dice que las vacas son la que comen esas hierbas. Yo tuve que contener una risita, ya que es tan adorable verlo comer y hablar improperios para las zanahorias y los conejos, incluso cuando se termina hasta la última lechuga habla de lo mal que lo tratan solo porque ya está viejo. Le doy una porción de galletas y mientras come lo hace Antonella y yo riéndonos por lo bajo viendo cómo se devora las galletas terminando  satisfecho.

—Gracias — responde de repente Antonella tomándome de la mano—. Con ninguna otra enfermera había congeniado tanto como lo hizo contigo, a las anteriores les hacía unos berrinches. — suspira y lo mira—. A sus setenta años se comporta a veces como un niño que lo puedes emocionar con una porción de galletas. — lo señala con la cabeza para mirarlo cómo come despacio y saboreando cada una de las galletas mirando a la nada. Me imagino pensando en su amada, suspiro melancólica—. En sus tiempos jóvenes, era un hombre casi como Íker, que trabajaba y era independiente. —calla por un momento y continúa—. Julissa y Giuseppe le tuvieron a Íker ya mayores y desde ese entonces yo los acompaño, pero la repentina muerte de Julissa nos destrozó a todos y en especial a él.

—Si, de algo, me habló hoy el Sr., Giuseppe, lo siento mucho.

—Tranquila picolina, ahora come tú también que se te enfría.—señala mi comida.

La Chica de la limpieza entra apurada y le informa que tiene una llamada y excusándose sale a contestar, la chica se queda parada frente a mí, me sonríe y yo igual.

—¿Se le ofrece algo? — pregunta y yo niego sonriendo para después ella salir, así como vino a toda prisa.

—Es una entrometida. — habla de repente.

—¿Quién? — pregunto sin entender de quien habla.

—Antonella — contesta —. Piensa que no me doy cuenta las cosas, pero yo solo dejo que piensen que estoy loco, pero yo sé de todo, los negocios de mi hijo y todo lo demás, pero es un secreto y tú vas a guardármelo, ¿verdad? —me pregunta sonriendo y puedo ver la picardía en su mirada.

Niego sonriendo.

— Claro Sr., Giuseppe.

Definitivamente, don Giuseppe está más cuerdo que todos juntos.

 

******

 

La tarde pasó rápido, nos pusimos a jugar cartas y en todas me ganó Giuseppe, ya que me pidió que lo llamase por su nombre, que no está tan viejo, así que, después, le realicé los masajes y lo llevé a dormir, espero de todo corazón y pueda volver a caminar aunque al paso que vamos, lo pueda lograr muy rápido.

Ya agotada me fui hacia mi habitación para ducharme y luego colocarme mi pijama de un short y una brucita de tiras. Me acosté a dormir, ya no me preocuparía si llega o no, bueno, no tanto y no sé el porqué lo hago, pero así pasa, me preocupo.

Unos golpes en la puerta me haces despertar, me siento en la cama pensando que lo imaginé o lo soñé, sin embargo, nuevamente golpean.

¿Será nuevamente Antonella?. 

Camino arrastrando mis pies para abrir, sorprendiéndome de quién se trata, pero aún más mi sorpresa se extiende cuando sus labios se apoderan de los míos, lo siento tan vívido y no sé si mi imaginación alcanza a reproducir cosas tan reales, el beso que nos damos lo parece, pero sé qué es real cuando me aprieta y entra conmigo, luego me lleva a la cama para recostarme y luego seguir besándome desesperado.




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