Paulina...
Desperté temprano para arreglarme, después de hacerlo fui hacia la recámara de Giuseppe para tomarle la presión, para después proceder a llevarle a desayunar, hoy al contrario de ayer amaneció bastante soleado, motivo por el cual salimos hacia el jardín llevándome la sorpresa de que estaba Íker todavía en pijama y la tal Franchezca bastante cariñosa con él, nuevamente esa sensación en mi pecho, sin embargo, creo que eso le alegra más y a extremos a Giuseppe, ya que con toda la felicidad llama a Franchezca para saludarla muy efusivo.
Yo saludo a todos los presentes acomodando a Giuseppe a un costado de Franchezca quien a su lado está Íker y en sus piernas la pequeña. Antonella llega junto con Ámbar con charolas del desayuno, yo procedo ayudarla a servir y decido que será mejor desayunar con Ámbar en la cocina, ya que están en familia, sigo Ámbar hasta la cocina para preparar las frutas, las lavo para ponerlas en un plato y llevarlas a Giuseppe, sin más regreso a la cocina sin siquiera dirigirle la mirada al innombrable y mucho menos a ella diciendo un simple buen provecho. Entre risas con Ámbar desayunamos platicando sobre nuestras vidas, yo procedo a contarle mis desastrosos días de antes de llegar aquí y ella igual me cuenta algo de su vida.
Después me despido de Ámbar y procedo a ir a ver si ya terminó de comer y luego proceder a realizar sus terapias, pero a lo que llego con un desdén ella me habla.
—Ya terminamos querida, puedes retirar los platos.—espeta mirándome y regalándome una sonrisa burlona.
—Franchezca ella no…
—Señora. —interrumpo a Íker que estaba hablando—. Si desea usted misma puede retirar los platos y llevarlos usted y si desea puede lavarlos, no nos hacemos problema.—respondo sonriendo al ver como ella borra la suya—. Pero yo, aquí por si no lo sabe, no soy empleada, sino que enfermera y fui contratada para atender a Giuseppe en su rehabilitación.
Ella me mira ya seria, alza una ceja perfectamente delineada mirándome furiosa, yo igual la miro retadora.
Todos están callados, no me importa si me echan, pero yo no voy a soportar que me traten como les dé la gana, no es que no me guste hacer las cosas de la casa porque no es así, ya que si he ayudado a Ámbar hacer las tareas del hogar y lo hago con mucho gusto porque no es deshonra ninguna, sino que no lo hago por la manera desdeñosa que lo dijo, yo no me dejo de nadie y digo las cosas como son, veo a Giuseppe quien está con los ojos muy abiertos y le pregunto.
—¿Ya terminaste el desayuno?.
–Si, ya terminé, vamos Paulina, vamos, vamos. —musita moviéndose y yo entiendo lo que quiere hacer, lo saco de ahí escuchando como le reclama a Íker que no la haya defendido y que yo la he, humillado. En fin.
Hacemos los ejercicios de movimientos y ya más confiada de que está dando resultado tanto esfuerzo de su parte, me siento complacida al igual que satisfecha por mi trabajo. Pido que las suba y las baje, a diferencia de la primera vez que lo hizo ya no hay muecas de dolor, se nota las realiza con más facilidad.
—Si sigues así, pronto terminaré sin empleo. — bromeo, sin embargo, tiene tintes de verdad, si su evolución continua terminaré mi trabajo antes de lo pensado.
—No, pequeña, no creas eso, tienes que dejarme como nuevo antes de que te marches. — bromea.
Llevo a Giuseppe a la piscina para hacer los ejercicios de fuerza, yo antes lo había ayudado a colocarse su traje, también fui a colocarme el mío, mientras lo dejo disfrutando del sol por un momento. Llego y como ya tiene mayor movilidad lo ayudo a meterse en la piscina para luego hacerlo yo. Se sienta en las escaleras y lo hago patalear, sonrío ante su avance y ms que todo es que ya al parecer no hay mucho dolor. Para cuando termino los ejercicios, no puedo ayudarlo yo sola, no sé si hay alguien más en la casa, entro a pedirle ayuda a Ámbar, pero al entrar a la cocina me detengo abruptamente al encontrarme a Íker todavía en la casa pero con ropa casual. Él por su parte me escudriña mi vestimenta, le gusta lo que ve porque lo veo tragar en seco, ya que su manzana de Adán se mueve, me giro para salir e ir a buscarla, pero me sostiene impidiendo mi huida.
—Espera.—susurra tan cerca que puedo sentir su aliento chocar con mi cuello—. ¿Por qué quieres escapar de mí?.— pregunta subiendo y bajando su mano en mi brazo acariciándolo.
—No estoy queriendo escapar, señor. —respondo con una seguridad que no siento y me suelta—. Estoy buscando a Ámbar, pero ya que usted está aquí, quiero que por favor me ayude a sacar a su padre de la piscina, ya terminamos los ejercicios.—musito mirando a sus ojos miel hermosos.
—Si, si bueno vamos. —contesta él mirándome y siento como si quisiera decir algo, pero al final no habla y se adelanta. Me pregunto si se acostaría con ella anoche a lo que les vi besarse tan desesperados, la luz de la luna los alumbraba como a unos amantes escondiéndose de su marido.
Sacudo mi cabeza ante esas ideas tontas, voy de regreso a la piscina y ahí me encuentro a Leonardo conversando con Giuseppe y a Íker con su postura tensa, da a entender que no le agrada nadita la llegada de su amigo, quien ríe divertido ante algo que le dice Giuseppe. Me acerco y Leonardo se gira de inmediato al escuchar mi voz a lo que lo saludo.
—Oh, pero mira lo que mis ojos ven. — dice tomando mi mano y besándola sin despegar sus ojos de los míos.