Paulina...
Contengo mis ganas de sonreír y continúo mi camino sin siquiera hacerle caso, siento que me sigue de cerca hasta que soy sostenida por el brazo y no lo hace con fuerza, pero su ajuste es firme, sin embargo, yo dejo a ver que hace a continuación, me acerca para besarme con delicadeza, disfrutando el toque de nuestros labios. Yo por mi parte le correspondo un momento y cuando el beso se hace más deseoso, me separo y niego con mi cabeza. No hace más nada y su ajuste se afloja dejándome a que decida que hacer, sin pensarlo lo miro por última vez, para retirarme a mi habitación.
¡Mierda!… No tenía que dejarme marchar.
En cuanto entro a mi habitación, me desnudo y me ducho rápidamente para luego colocarme mi pijama, mañana es domingo y por ende tengo libre y temprano llamaré a mi ex, ya lo citaré para pedirle disculpas y de igual manera a mi amiga, si ella no me llama antes por supuesto.
Me recuesto y cerrando mis ojos, me duermo al instante, ya que estaba muy cansada. Mi despertador suena me levanto desganada sin querer averiguar ese sentimiento de vacío en mi pecho. Me arreglo el cabello y elijo un vestido muy lindo que llega hasta mis rodillas y mis botines sin tacón que son mis favoritos, debo recalcar. Llamo a mi ex Agustín y lo cito en un café donde íbamos a menudo para desayunar allí, sirven una donas deliciosas. Él acepta, hablamos por un momento y en una hora quedamos en vernos. Luego llamé a Leo, quien dice que ya pasa a buscarme porque le dije que tengo una cita con ex y que en el camino le explico todo. Después de revisarme nuevamente mi reflejo, salí hacia la habitación de Giuseppe para despedirme, lo ayudé a vestir, salí con él para ir hacia el jardín dejándolo sacando su café, luego me fui a la cocina para servirme un vaso de jugo y esperar a que Leo llegue para que me lleve a encontrarme con mi ex. Leo ya debe estar por llegar así que me apuro tomando mi jugo, sonrío a Antonella que me mira interrogante.
—Vamos pregunta. —pido dándole sorbos a mi jugo.
—¿Qué tal te fue ayer con Leo? — inquiere, pero Íker entra a lo que lo saludo educadamente.
—Buenos días, Paulina. —responde él.
—Vamos, cuéntame. — insiste ella mientras pica las frutas, con una emoción exagerada hablo.
—Demasiado bien.— empiezo y escondo mi sonrisa con el vaso de jugo cuando Íker en el pan que estaba colocando mermelada, está siendo aplastado—. Es todo un caballero, me llevó a cenar y luego fuimos a bailar y después…— callo y me hago la avergonzada tapando mi rostro simulando vergüenza—. Para posteriormente traerme a la casa y ya, pero la pasé genial.
Íker está parado con el pan destruido en sus manos y sin más, sale dejándonos solas, miro a Antonella, que está con una sonrisa impregnada en sus labios.
—Me alegro de que te haya ido bien, picolina, ahora me voy a servirle en desayuno a Giuseppe, y que disfrutes tu día libre. —se despide terminando de colocar todo en la charola.
Asiento con mi cabeza agradeciéndole, ella sale llevando el desayuno, luego llega Íker y como si estuviese esperando a que se vaya Antonella me acorrala mirándome enojado.
—¿Así que te fue de maravilla, eh? — inquiere acercándose más a mí.
—Si me fue bien. —respondo con una sonrisa.
—¿Ya te acostaste con él?, ¿te gustó? —pregunta y sus dientes los tiene apretados perfilando en su mandíbula.
Abro mis ojos.
— Eso no es de su incumbencia, además es mi cuerpo y hago con él lo que quiera. — contesto—. Y déjeme marchar, además nos pueden ver, suélteme por favor.
—Maldita sea solo dime, ¿te gustó? — insiste gruñendo.
Contengo una risita.
—No voy a decirle nada, ya tengo que irme.
— ¿A dónde vas? — pregunta.
—Con Leo. — respondo sonriendo—. Suélteme por favor.
—¿Te gusta verme así?, No te vas —niega—. No vas a salir nuevamente con él, por qué tien…
No termina ya que se separa de inmediato, pues Antonella entra y pasa su mirada de mí hacia Íker, quien está mirándome.
—¿Qué pasa aquí? — pregunta.
—Nada, yo ya me voy y como si de una señal se tratase mi teléfono suena, salgo despidiéndome de Antonella quién mira a Íker y este me mira a lo que hablo—. Aló, si, hola Leo, ya salgo.
—Íker, ¿qué te pasa? —es lo último que escucho que le pregunta, ya que salgo a toda prisa, pues Leo está estacionado fuera de la casa. Camino a paso apresurado y entro en el auto suspirando y sosteniendo mi pecho.
—Hola Pau. — me saluda y me avergüenzo al ser mal educada.
—Discúlpame. —contesto acercándome a besar su mejilla—. A Íker no sé que le pasó, parecía un desquiciado y me escapé a lo que me llamaste. — le cuento.
Una carcajada divertida brota de su boca y sonrío igual.
—Yo creo que Íker se enojará contigo si se entera de que no somos nada y que mi amiga te flechó ayer, ¿y si se entera de la verdad?.—pregunto preocupada.
—Si, si se va a enojar, pero será más su tranquilidad que no pasó nada entre nosotros, tranquila. —explica estacionándose para mirarme—. Cuéntame ¿Qué fue lo que pasó?.