Iker...
La dejo marchar, sé que estoy siendo un cobarde, pero creo que debería dejar de atormentarme con todo lo que por mi mente pasa y lo que sucede, pero ¿cómo dejo de pensar en que esta noche quizás haya disfrutado en los brazos de mi amigo? Es algo imposible para mí, mis pies quieren ir a su recámara y está en una pelea con mi conciencia y mis deseos, quiero exigirle que me diga que pasó, pero ¿Qué derecho tengo yo?, ninguno.
¡Carajo!.
Definitivamente, voy a volverme loco, restregando mi rostro, suspiro y regreso la vista por donde se marchó ella. Claramente, si soy un tonto para no haberme dado cuenta que de verdad me gusta, pero si yo en un acto de locura o como quieran llamar, había pedido que nos alejáramos después de haberla hecho mía, negando subo las escaleras consiente que la conciencia ganó esta vez. Con mis dedos toco mis labios rememorando el beso que aún sigue su sabor en ellos, sabor a tentación mezclado con licor.
A la mañana siguiente me despierto y veo a mi hija dormida e inconscientemente sonrío, la dejo dormir un poco más, pues es domingo, bajo para servirme algo de comer, ya que no siento mi cuerpo descansado, puesto que los sueños de ese par me atormentaron toda la noche y no me siento descansado. Ella está hablando de lo bien que le fue con Leo, saludamos cordialmente y en un momento de ira me encuentro con el pan destrozado en mis manos y lo peor no fue eso, no, sino que no pude detenerla para que no se marchara, ya que Antonella me detuvo preguntándome que me pasaba.
—Íker. — insiste mirándome.
—Nada nana, no pasa nada. — contesto mirando la puerta como si nuevamente fuera aparecer por ahí y ella va a entrar y decirme que se va a quedar conmigo.
Iluso de mí.
—Déjala, ella está saliendo con Leo. —explica y siento un a molestia en mi estómago y quiero pensar que es por mi estómago vacío.—. Tienes que dejar que ella sea feliz, si escuchaste como me habló sobre lo bien que la pasó con Leo.
—No, no puede estar con mi amigo. — refuto desesperado de que ya se marcharon y no pude seguirlos.
—¿Y por qué no? — inquiere, llamando mi atención—. Leo es un caballero y está soltero al igual que Paulina, además es muy guapo y estoy segura de que cualquier jovencita estuviera feliz salir con él.
—No puede salir con él porque ella me gusta y no podría verlos juntos. —declaró al fin, esas palabras salieron de mi boca sacando lo que tengo en mi interior—. Me gusta nana.—afirmo mirándola y acaricia mi rostro cariñosamente.
—Te gusta. — lo dice claro y conciso, está asegurando y yo ya me había dado cuenta de eso ayer mismo, pero hasta hoy decirlo en voz alta se me hace más real—. Lucha por ella Íker, yo sé que es la adecuada, hijo, ahora vete a recuperarla, tu padre debe estar maldiciendo y muerto de hambre.
Sonrío porque eso es más que seguro.
La abrazo y dejándole un beso, salgo agradeciendo por alentarme a buscarla, subo hacia mi habitación y me ducho tan rápido como nunca lo había hecho, me arreglo en silencio, ya que no quiero que mi hija se despierte y salgo hacia... ¿Dónde voy?, ¿dónde se fueron ese par?, lo llamo, pero no me contesta, Leo contesta por favor, pido a la nada.
Enciendo el auto y manejo a su departamento, voy rápido, por el hecho de que en cuestión de minutos estoy frente a la puerta, escucho risas haciendo que mi cuerpo se estremezca, me apresuro a timbrar y esperar a que abra, su voz se escucha feliz.
Debe ser la pizza cariño.
La voz de Leo se escucha más cerca y a lo que abre, sus ojos casi se salen de sus cuencas, intenta cerrar la puerta y yo se la impido, somos casi de la misma contextura y la altura igual, maldigo ya que está sin camisa y maldición el infeliz tiene un cuerpo de modelo, bueno no somos tan similares yo he descuidado mis ejercicios y estoy un poco más delgado.
¡Mierda!.
—Abre Leo, ¿dónde está ella? —pregunto empujando más la puerta y logrando entrar—. Paulinaaa ¿dónde estás?, ¡Sal ahora mismo carajo!. Busco en la cocina y en el baño, ¡Que salgas te digo!— grito sin deseos de buscar en el último lugar que falta, el cuarto—. Paulinna maldición, me gustas mucho, sal por favor, hablemos.— respirando profundo abro, mentalizándome en que voy a encontrar—. Paulinaaa me gustas y quiero inten…— me callo, ya que una mujer que se me hace muy conocida, está en la cama cubriéndose. — Tú no eres Paulina, ¿Dónde está ella?.
—No está aquí. —la voz de Leo me hace girar y mirarlo enojado.
—Salió contigo, carajo, ¿qué pasa aquí? Y ¿dónde está ella? — inquiero indignado, coloco mis brazos en jarra como toda una mujer celosa, reclamándole a su hombre que la engaña.
—Vamos a hablar afuera, por favor. — pide mirándome y asiento recordando quién es ella.
—Eres la amiga de Paulina, ¿verdad? — pregunto parado en la puerta y ella asiente.
Cada vez entiendo menos, nos sentamos en el sofá y espero a que él hable.
—Yo me di cuenta de que Paulina te gustaba, incluso más de lo que tú querías aceptar, sin embargo, también sabía qué estabas cerrado para intentar abrirte al amor o tan siquiera intentarlo.— me mira y sonríe —. Me di cuenta el día que fuimos a esperar a tu hija al aeropuerto y estabas distraído, incluso yo te hice firmar un cheque en blanco y no te diste cuenta, y supe que era una mujer la que te atormentaba, y lo descubrí esa misma noche cuando parecías querer matarme mientras yo coqueteaba con Paulina o cuando ella me sonreía. — le doy un golpe en su brazo y se queja fregándose—. Y quise ponerte celoso si así aceptarías tus sentimientos porque déjame decirte amigo que eres muy terco y por esa terquedad podrías perderla. — suspira y se levanta para ir a la cocina y servirse un vaso de agua y lo sigo—. Ayer salí con Paulina a cenar y por casualidad nos encontramos con Victoria. — indica el cuarto—. Y me gustó de inmediato y congeniamos, además ya la había visto dejándome impactado y pues..., yo convencí a Paulina para hacerte creer que pasó algo entre nosotros ayer, lo cual no sucedió nada, me cae bien, pero como amiga y nada más amigo tranquilo.—explica como si nada, yo muriendo me dé celos él disfrutando de mi agonía, aunque debo reconocer que mi alivio es instantáneo y ese sentimiento de pérdida desaparece y además estoy feliz al saber que nunca pasó nada entre ellos y que a mi amigo jamás le gustó.