Íker...
La veo marcharse y me duele el pecho porque ahora más que nunca no quiero que esté lejos de mí, ya que mi bebé crece en su vientre, no era así tan meloso con Franchezca cuando estaba embarazada de mi pequeña Isis y la amaba, sin embargo, la forma de ser de Pau y todo lo que hemos pasado me hace querer protegerla y amarla a más no poder.
—Estará bien hijo tranquilo. — habla mi nana sirviéndome café mientras yo tomo a Isis en mis brazos y la siento en mis piernas como de costumbre.
Sonrío a mi hija y beso su cabecita.
—Estás loquito por ella y no lo niegues. — mi padre es el que habla ahora—. Yo desde que la vi, supe que sería alguien importante para ti muchacho y no me equivoqué. —sonrío victorioso.
—Sí, estoy loquito por ella, aunque al inicio la hice sufrir, ella me dio una oportunidad y voy a aprovechar el tiempo en hacerla muy feliz.
—Me alegro hijo, mereces una buena mujer que te haga feliz y Paulina es esa mujer, así mismo ella lo merece. — dice mi nana sonriendo.
Asiento y observo como mi padre asiente y come su fruta, también tengo conocimiento de que de igual forma aprendido apreciar las verduras. Desde que llegó Paulina a nuestras vidas hizo que aquí fuese cambiado todo para bien. Ella llegó para alegrarnos el día.
Desayunamos conversando de todo y de nada, media hora después decido que debo ir hacia el bar para hablar con Leo, a quién no le calienta el sol, ya que está muy triste por no estar con su amada muñeca. Dejando un beso a mi hija, salgo dejándola con mi nana y Ámbar para que jueguen. Ella por su parte está más tranquila y ya no pregunta mucho por su mamá, puesto que le dijimos que se había ido de viaje y con las llamadas que recibe de su madre cuando le permiten hacer, habla con ella diciéndole que a lo que regrese le llevaría una sorpresa y está más feliz ahora con la noticia de su nuevo hermanito, la verdad estaba muy nervioso al hablarle sobre el embarazo de Paulina, pero para mi tranquilidad lo tomó bien. Yo siempre dije que ella era muy a dura para su edad.
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En cuanto entro, recibo como siempre los saludos de los empleados, por cierto, ya regresó mi anterior gerente y las cuentas del hotel están bien para mi tranquilidad, ya qué es el legado para mis hijos.
—¿Y esa cara? —cuestiono a lo que entro y veo a mi amigo con el cabello suelto y ojeras.
—Es la única que tengo. — responde con desgana.
¿Acaso aún no sabe la verdad?.
Él estaba muy triste al darse cuenta de que por su problema jamás lograría ser papá y eso me entristeció mucho. Siempre amo mucho a los niños, pero el problema de su familia lo impide serlo. Aunque sé que con tratamientos podría dar a término el nacimiento de un hijo. Pero aunque no me diga, yo sé que mi amigo hizo algo para que no se repitiese lo que le sucedió a su antigua novia.
—¿Qué te pasa? — pregunto acercándome a él quién con desgana se agarra el cabello que está opaco y no como suele ser, parece… descuidado—. ¿Desde cuándo no te duchas?.
—¿Tanto se me nota? — cuestiona él alzando su brazo para olisquearse, hago una mueca de asco por su acto.
—No seas cochino Leo.
—Lo siento, he estado muy mal estos días y no he tenido ánimos de nada. — responde hundiendo su cabeza en su brazo que está posado en la mesa—. El embarazo de Viky y todos los problemas que acarrearon eso. — suspira cansino—. Ya no puedo más amigo.
—¿Acaso, aún no sabes la verdad? — inquiero llamando su atención.
—¿De qué verdad me hablas? —pregunta en respuesta mirándome inquisitivo.
—¡Oh, por Dios!. Aún no lo sabes. — exclamo sorprendido que Victoria aún no haya aclarado las cosas— Qué tu chica no está embarazada, la mía sí. — respondo.
—¿Cómo? — pregunta incorporándose de un salto haciendo que brinque exaltado colocando una mano en mi pecho—. Victoria, ella ¿no está embarazada?.— inquiere y niego.
Camina por toda la oficina agarrándose su melena no tan cuidada y luego pasa a su rostro que parece muy molesto.
—¿Cuándo se enteró de que no hay bebé? — inquiere mirándome atento.
—Ayer que nosotros nos enteramos, debo reconocer que ella de igual manera estaba muy mal. — acoto para tranquilizarlo.
—No sabes todo lo que hemos pasado Íker, yo me comporté muy grosero con ella. — comenta él—. Yo la amo y aunque cuando supe que estaba embarazada y que era imposible que no era mío, yo hablé muchas cosas y no cosas lindas, por cierto.
Resoplo, acercándome a él.
—Yo sé que la amas, pero deberían hablar para que intenten solucionar sus problemas, independientemente de lo que hayan discutido y se hayan dicho, deben hablar ¿Qué le dijiste? — Inquiero ansioso y un tanto temeroso.
—No querrás saberlo, amigo, créeme.
—¿Tan malo fue? — pregunto y estando cerca y palmeando su hombro—. Tanto como para no querer decirme.
—Sí, fue malo, aunque lo dije con la cabeza caliente y luego me disculpe, ella no quiso seguir hablando y me echó de su departamento.