Mi Luna Roja ( Mas Que Simples Mitos )

11 - Dereck

Estaba a punto de salir del apartamento para dirigirme a la universidad, pero mi mente seguía atrapada en lo que había dicho la chica que se sentaba a mi lado. Sus palabras se repetían en mi cabeza una y otra vez, como un eco imposible de ignorar. Me desconcentraban, me hacían detenerme a cada momento, y sin darme cuenta, ya me había retrasado más de lo que debería.

-Dereck, apúrate de una vez -gruñó Brath, mi lobo, con un tono de evidente fastidio-. No creo que ella sea nuestra mate. Si lo fuera, yo lo habría sentido. Habríamos captado su aroma, ese que la caracterizaría como nuestra.

Cerré los ojos por un momento, intentando ignorar el nudo en mi pecho. Sabía que Brath tenía razón, pero no podía dejar de pensar en lo que ella había dicho.

-Supongo que tienes razón -respondí, dejando escapar un suspiro pesado-. Pero entonces dime, ¿cómo explicas lo que ella dijo? ¿El aroma que sintió de mí? No tiene sentido, Brath. La Diosa Luna no me habría puesto a mí como su mate y a ella con otra persona... Eso nunca pasa. Ocurre con los híbridos en raras ocasiones, pero yo no lo soy. No hay razón para que esto esté sucediendo.

Brath guardó silencio por unos segundos, pero su presencia en mi mente era fuerte. Podía sentirlo analizando la situación tanto como yo.

-En eso tienes razón -terminó diciendo con resignación-, pero si sigues perdiendo el tiempo pensando en esto, llegarás tarde y no podrás hablar con ella. Y de una u otra forma, tenemos que hacerlo.

Rodé los ojos. Sabía que tenía razón, pero aún así...

-Lo sé -admití con pesadez-. Pero hay algo que no puedo evitar sentir...

Brath soltó un gruñido bajo y terminó mi pensamiento antes de que pudiera siquiera verbalizarlo:

-Una presión en el pecho.

Me quedé inmóvil por un momento.

-Sí... -dije en voz baja, casi como si le estuviera confesando un secreto. Porque era cierto. Había algo en mi pecho, una sensación extraña, incómoda, como si algo dentro de mí estuviera fuera de lugar. Y lo peor era que Brath también lo sentía.

No podía ignorar eso.

Pero tampoco podía quedarme aquí eternamente.

-Vamos, tienes razón. Ya perdimos suficiente tiempo -dije, cerrando el link mental con mi lobo.

Sin perder más segundos, terminé de arreglarme y salí del apartamento con la mente aún nublada por preguntas sin respuesta. Pero lo que sí sabía con certeza era que tenía que hablar con ella.

No importaba lo que descubriera en el proceso.

Después de unos minutos de viaje en el auto, llego a la universidad. El bullicio matutino ya había comenzado: estudiantes caminando de un lado a otro, algunos con prisas, otros riendo despreocupadamente. Pero nada de eso importaba en este momento.

-Mate, mate -susurró Brath en mi cabeza, su tono cargado de emoción.

Mi corazón se disparó al cielo.

De repente, un aroma delicioso llenó mis pulmones. Era dulce, embriagador, imposible de ignorar. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y casi sin pensarlo, abrí la puerta y salí del auto. Mis ojos escanearon el entorno en busca de la fuente de ese aroma hasta que la vi.

Ella.

Mi pulso se aceleró aún más cuando la encontré, pero la imagen que se presentó ante mí no era lo que esperaba. Un chico la estaba abrazando. No de una forma cualquiera, sino con una cercanía que me provocó un nudo en el estómago.

En ese momento, su voz llegó a mis oídos, apenas un murmullo. Si no fuera por mi oído agudo, jamás lo habría escuchado.

-Maldita sea... si antes el olor era fuerte, ahora lo es más con Karla repitiendo eso... -susurró ella, su tono lleno de frustración mientras apoyaba su peso en el chico.

Mis ojos se desviaron por un segundo. La puerta del auto que ella sostenía tenía una abolladura justo donde su mano había estado. Eso... no era normal.

Las dudas empezaron a golpear mi cabeza, ¿Por qué no lo había sentido hasta ahora?, ¿Por qué estaba tan negada?, ¿Por qué actuaba de esa manera, como si el sentirme fuera jodidamente doloroso?, ¿Ella ya había sentido nuestro aroma distintivo que nos marcaba como nuestros?, ¿Ella... Que era?

-Calma... -dijo el chico que la sostenía, con una voz baja, tratando de tranquilizarla.

Pero no sirvió.

-¡Maldita sea, Dereck, no te acerques más! -gritó de repente, su voz quebrada por la desesperación.

Me detuve en seco.

-¿Qué le pasa? -cuestionó Brath con molestia-. ¡Acércate!

Pero no podía moverme.

Ella estaba sufriendo, lo veía en su postura, en su mirada. No quería empeorar su estado.

-Acércate por la mierda o tomaré el control y reclamaré lo que es mío -gruñó mi lobo con fiereza.

Apreté los puños. Sabía que tenía razón, pero... algo dentro de mí me decía que esta vez, escuchar a Brath solo haría las cosas peor.

-¡Cállate, Karla, maldición! -gritó ella de nuevo, su voz temblando de rabia y dolor-. Sabes lo difícil que es esta mierda y tú estás molestando!




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