Mi Luna Roja ( Mas Que Simples Mitos )

14 - Carolina

La risa me sacudía el pecho hasta que me quedé sin aire. Me doblé sobre mi estómago, intentando recuperar el aliento, cuando de repente, un aroma cálido e intenso se filtró en mis pulmones. Chocolate. Profundo, adictivo, como si alguien lo hubiera derretido justo frente a mí.

Me enderecé y miré a mi alrededor.

Fue entonces cuando los vi.

Dos lobos me observaban en silencio. Uno de pelaje cenizo, con ojos de un azul profundo que reflejaban la luz de la luna. Su olor era el origen de esa fragancia embriagante. El otro lobo, de un gris más oscuro y con ojos carmesí, tenía las orejas erguidas y la mirada severa. No parecía feliz.

Me esforcé en contener la risa mientras inhalaba una vez más.

-Lo siento, chicos... -dije en un tono ligero, tratando de mantener la compostura.

El lobo cenizo siguió observándome con ese brillo peculiar en su mirada, como si tratara de descifrarme. Había algo en sus ojos que me inquietaba, algo que me hacía sentir extrañamente expuesta.

El otro, en cambio, me miraba con claro descontento. Su ceño fruncido-o lo que en una cara humana sería un ceño fruncido-era evidente en la forma en que sus colmillos asomaban levemente.

-Ya, lo siento, Matías -agregué, dirigiéndome a él con una leve sonrisa.

"Lo ves, seremos felices. Solo olvídate de todo como lo hiciste ahora", susurró Karla en mi mente.

Mis ojos se abrieron de golpe.

Negué con la cabeza.

-No... -susurré, sintiendo la realidad volver a golpearme con fuerza-. No voy a ponerlos en peligro.

Los dos lobos intercambiaron miradas.

-No permitiré que alguien más muera por mi culpa... -continué en voz alta. Sentí el ardor en mi garganta, el nudo en mi pecho creciendo-. Si tan solo... si tan solo no hubieras mencionado nada...

Matías dio un paso adelante en su forma lobuna, acercándose con movimientos cuidadosos. Sentí su hocico rozar mi mejilla en un intento de consuelo.

Pero Dereck gruñó con fuerza, su pelaje erizándose mientras sus ojos azules ardían con rabia.

Extendí la mano para apartar a Matías con delicadeza, mirándolo con tristeza.

-No... No lo permitiré -susurré, sintiendo mis dedos temblar contra su piel-. Prefiero morir antes que perder a alguien más...

Mi otra mano temblorosa se alzó hacia su rostro, sosteniéndolo con delicadeza.

-Tú eres mi único amigo... -mis ojos se desviaron hacia Dereck-. Y él...

Mis labios se entreabrieron apenas, pero no dije más.

En cambio, sonreí con dolor.

-Si para protegerlos debo alejarme... entonces lo haré.

Tomé aire.

Y corrí.

Mi cuerpo se impulsó hacia adelante, y antes de que mis pies tocaran el suelo nuevamente, la transformación ocurrió.

Mi piel se cubrió de pelaje, mis músculos se tensaron y mis huesos se acomodaron con una precisión casi dolorosa.

Karla emergió.

Corrimos.

El aire cortaba a mi alrededor mientras las sombras del bosque nos envolvían. Matías y Dereck venían detrás, sus pisadas pesadas retumbaban en la tierra húmeda, pero no los dejé alcanzarme.

Más rápido.

Más lejos.

Más allá de donde pudieran seguirme.

Hasta que sus presencias desaparecieron.

Hasta que quedé sola.

—¿Por qué hiciste eso?— la voz de Karla resonó en mi cabeza, cargada de reproche.

—Porque si sigo con ellos, morirán por mi maldición. Y no me lo perdonaría. Uno es mi amigo y el otro... mi mate. No puedo permitirlo.

—Carolina, no puedes vivir como una exiliada toda tu vida.

—¿Ah, no? Mírame hacerlo.

Suspiré y volví a mi forma humana, con movimientos automáticos. La ropa apareció sobre mi cuerpo y avancé hacia la salida del bosque, el peso del cansancio cayendo sobre mis hombros.

No había dado más de cinco pasos cuando una voz rasposa interrumpió el silencio.

-Hola, niña... ¿Estás perdida?

Fruncí el ceño.

Un hombre se acercaba con una sonrisa depredadora.

-Puedo ayudarte... -murmuró, intentando rodearme con su brazo.

Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente procesara la acción.

Lo aparté de inmediato con un movimiento brusco.

-Si me tocas otra vez, mueres.

Su sonrisa se amplió, como si mi amenaza le resultara divertida.

-¿Has estado llorando, muñeca? -susurró, inclinándose hacia mí-. ¿Quién te hizo llorar?

Aparté su mano con más fuerza esta vez.

-No sabes quién soy, ¿verdad?

-No, solo sé que eres hermosa... -dijo con una sonrisa ladina.

No tenía paciencia para esto.

-Soy Carolina. La chica más temida en este lugar. Si valoras tu vida, aléjate de mí.

Por primera vez, su expresión vaciló.

-Muñeca... tus ojos...

Sentí el calor arder en mi iris. Ámbar.

-Aléjate -advertí.

Pero el maldito avanzó otro paso.

-No, chiquita

No lo dejé terminar.

Mi puño impactó contra su cara con tanta fuerza que su cuerpo se dobló antes de caer al suelo.

Se llevó la mano a la mandíbula, claramente aturdido.

-¿Quieres morir, cierto? -murmuré, avanzando un paso más.

Mi mirada lo perforó, fría e inquebrantable.

-Responde... ¿vivir o morir?

Él intentó incorporarse.

Le di la espalda, convencida de que se marcharía, pero cometió el error de tomarme del brazo.

En menos de un segundo, lo derribé de nuevo.

Me subí sobre él y comencé a golpearlo sin piedad.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinco golpes y ya estaba inconsciente.

Pero no me detuve. Estaba tran frustrada, asustada, tan enfadada...

El aroma se acercaba.

No me molesté en mirar.

Unos brazos me rodearon la cintura, separándome del hombre.

-Está inconsciente, déjalo. -La voz de Matías sonaba firme.

Intenté forcejear.

-¡Suéltame o lo mato! ¡Ese hijo de puta intentó besarme!

Lancé un codazo contra su estómago y Matías me soltó con un jadeo. Dereck se acercó, pero le apunté con el dedo.




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