El instante en que Carolina empezó a tambalearse, supe que algo no estaba bien.
Su respiración se volvió errática, su pecho subía y bajaba con dificultad. Sus pupilas estaban dilatadas, y sus labios entreabiertos parecían querer decir algo, pero ningún sonido salía de su boca.
Sus ojos, que antes reflejaban fiereza y orgullo, ahora se llenaban de una angustia que no comprendía del todo.
Entonces, sus piernas cedieron.
-¡Carolina! -exclamé, corriendo hacia ella.
La atrapé justo antes de que su cuerpo golpeara el suelo.
Sentí el peso liviano de su cuerpo en mis brazos, pero lo que más me preocupó fue lo fría que estaba su piel. No se movía, no reaccionaba.
Su respiración seguía ahí, débil pero constante.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
No, no podía ser...
-¿Qué le pasa? -preguntó Dereck, acercándose con el ceño fruncido.
Él estaba frente a nosotros, su postura tensa y sus ojos carmesí fijos en el rostro pálido de Carolina. Su preocupación era evidente, aunque intentaba disimularla detrás de su usual expresión dura.
Tomé aire con dificultad, aún sosteniéndola en mis brazos.
-Es por la negación... -susurré-. Su cuerpo no soportó tener a su mate tan cerca.
Lo entendí en cuanto vi cómo le dolía la cabeza momentos antes de caer.
Dereck maldijo por lo bajo.
-Tenemos que llevarla a nuestra manada -dijo, su voz sonaba más ruda de lo habitual-. Está más cerca.
Asentí sin pensarlo dos veces. No podíamos perder tiempo.
Ajusté a Carolina en mis brazos y nos pusimos en marcha, moviéndonos a toda velocidad a través del bosque.
No solté ni un segundo su cuerpo.
No podía permitir que algo le pasara.
No a ella.
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Cuando llegamos, la llevamos directamente al cuarto de invitados.
Allí la acosté con cuidado sobre la cama, asegurándome de que estuviera cómoda.
Su expresión seguía tensa, como si incluso en la inconsciencia estuviera atrapada en un dolor que no la dejaba en paz.
Me quedé observándola en silencio, mis pensamientos enredándose entre sí.
"¿Qué tan fuerte es esta maldición?"
"¿Cuánto ha sufrido por culpa de esto?"
"¿Qué tanto le ha costado seguir adelante?"
El Alpha Dereck y mi Alpha, Elizeo, se retiraron a su despacho para hablar.
Yo me quedé en el pasillo, esperando, con el estómago revuelto.
Cada segundo que pasaba sin que despertara me hacía sentir más impotente.
Sentí la necesidad de hacer algo, cualquier cosa.
Pero todo lo que podía hacer era esperar.
Entonces, Dereck salió del despacho.
-¿Cómo sigue? -preguntó con el ceño fruncido.
Suspiré, pasándome una mano por el cabello.
-Igual... -respondí con frustración-. La bruja la está revisando para ver qué se puede hacer con su maldición.
Como si la hubiéramos llamado, la bruja bajó las escaleras en ese momento.
Su expresión era serena, pero sus ojos estaban llenos de secretos que no nos estaba compartiendo.
Dereck se cruzó de brazos, su mirada fija en ella.
-¿Cómo está?
-Bien -respondió con calma.
Apreté los puños.
-¿Y su maldición?
Ella nos miró con una serenidad que me inquietó.
-Eso solo a ella se lo diré. Es su decisión compartirlo con ustedes o no.
Nos dejó esas palabras antes de girarse y dirigirse a la salida.
-Tiene que descansar. Mañana regresaré a revisarla.
Y sin más, cruzó la puerta y desapareció en la oscuridad de la noche.
El silencio que dejó atrás fue sofocante.
Entonces, Dereck habló.
-¿Puedo ir con ella?
Mi Alpha, Elizeo, le dio permiso con un leve asentimiento.
Dereck no esperó más.
Caminó con pasos rápidos y decididos hacia la habitación donde Carolina descansaba.
Yo me quedé allí, sintiendo el peso de la incertidumbre sobre mis hombros.
No entendía por qué me dolía tanto verla así.
No la conocía lo suficiente.
Y, sin embargo, me dolía.
-Estará bien -murmuré, más para convencerme a mí mismo que a otra persona.
Alpha Elizeo me miró con una expresión tranquila, pero sabia.
-Claro que estará bien -dijo con certeza-. Solo esperemos.
Lo miré de reojo.
Sabía que tenía razón.
Carolina era fuerte.
Pero, ¿cuánto más podría soportar antes de quebrarse por completo?
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Editado: 03.06.2025