-¿Hay alguna solución para deshacerme de ella? -dije finalmente, después de varios minutos en silencio, sin poder dejar de pensar en lo que acababa de escuchar. A pesar de todo el dolor, algo dentro de mí aún mantenía una chispa de esperanza. Estaba desesperada, buscando una salida, algo que me permitiera ser libre de esa maldición que me había marcado y me obligaba a vivir con miedo a perder a las personas que más quería.
La mujer me miró con una expresión de duda, y antes de responder, hizo una pequeña pausa, como si estuviera considerando cuidadosamente lo que iba a decir. Esa pausa, tan breve, me hizo sentir que mi esperanza se desvanecía a cada segundo. La tensión era palpable. ¿Por qué no podía ser fácil?
-Yo...-empezó, su voz vacilante, pero con una leve chispa de convicción-. Puedo averiguarlo. No soy la mejor bruja de mi aquelarre, pero soy buena en esto...-dijo, mirando hacia el suelo con una leve tristeza, como si dudara de su propia capacidad. Sus palabras eran un consuelo, pero al mismo tiempo me hacían sentir vulnerable. -Puedo hablar con mi hermana. Ella es la mejor en eso de las maldiciones. Lo mío son las pociones, las predicciones, y las curaciones.
Mi pecho se levantó un poco al escucharla, y esa chispa de esperanza, que había empezado casi apagada, creció y se expandió dentro de mí como un fuego que no podía controlar. Aun cuando no era la solución definitiva, el simple hecho de que alguien pudiera ayudarme me hacía sentir un poco más liviana, como si finalmente estuviera viendo una salida. El abrazo que le di fue espontáneo, un gesto de agradecimiento, de gratitud inmensa por ofrecerme algo que nunca había considerado posible.
-En serio, gracias...-dije con la voz quebrada, sin poder evitar que una lágrima rebelde recorriera mi mejilla, traicionando la mezcla de emociones que me asaltaban. No quería que ella lo viera, pero no podía controlar lo que sentía. La esperanza que sentía ahora era la más pura que había tenido en años. La abracé fuerte, como si pudiera retener en ese abrazo toda la promesa de una posible solución. La única solución que podía devolverme algo de paz.
Pero entonces, la puerta se abrió, y la figura de Matías apareció en el umbral, cortando el momento. Me separé rápidamente de la mujer, algo sonrojada y avergonzada por la intensidad de mi emoción. De un solo salto, me lancé a Matías, buscando el consuelo que solo él podía darme en ese instante.
-¿Ey, qué pasa? -preguntó con su tono característico, respondiendo al abrazo con algo de sorpresa. Luego, vi cómo volteaba a mirar a la mujer, que estaba aún en su lugar, observando la escena en silencio.
-Señora Anastasia, ¿qué le dijo para que se pusiera así?-preguntó, casi como si estuviera bromeando, pero yo sabía que había algo serio en su tono. Esa preocupación silenciosa que siempre me había hecho sentir segura.
Me separé de Matías y me acerqué a la mujer, poniéndome a su lado, abrazándola por el hombro con cariño. Era un gesto de apoyo, de unión en esta pequeña batalla que comenzaba a librarse.
-Me dio una gran noticia-le dije, casi sin poder dejar de sonreír. -Me dijo que tal vez su hermana pueda ayudarme a romper la maldición.-La sonrisa se expandió en mi rostro mientras decía esas palabras. Pero apenas terminé, vi cómo el semblante de Matías cambiaba de inmediato. Su rostro se volvía serio, y algo en sus ojos me hizo sentir que no todo iba a ser tan sencillo.
-¿Qué pasa?-pregunté, sintiendo cómo mi sonrisa se desvanecía al ver su reacción. La esperanza que había surgido con sus palabras comenzaba a tambalear.
-Es que la hermana de ella no está en esta manada. -dijo Matías, y al escuchar eso, mi cuerpo se tensó de inmediato. Me separé de la mujer y volví a mirarlo, ahora con una expresión más seria.
-¿Y cuál es el problema con eso? -pregunté, tratando de disimular mi tristeza. Sonreí de manera forzada, aunque sentía que mi corazón comenzaba a romperse de nuevo. -¿Sabes? He vivido apartada del mundo, negándome la oportunidad de querer a alguien para que no muera por esta maldición. Y ahora... ¿crees que no voy a ir hasta el fin del mundo si tengo una oportunidad de ser feliz? De que me quieran, sin miedo a que me dejen sola...- Las palabras salieron de mi boca con fuerza, aunque mi voz se quebraba por la emoción. Sentía mis ojos cristalizarse con las lágrimas que amenazaban con salir, pero me obligué a mantenerme firme. No quería mostrar más debilidad de la que ya había mostrado.
Matías se acercó a mí rápidamente, intentando calmarme, pero lo interrumpí antes de que pudiera decir algo más.
-¿¡Qué!?, 'Lo prometo'... -dije, llorando sin poder evitarlo. Las lágrimas comenzaron a caer sin que pudiera detenerlas. -Lo mismo me dijo ella... Yo le conté todo igual que a ti, y dos años... dos malditos años fueron los únicos que pude estar con ella... ¡Y después de eso, comencé a tener aquellas pesadillas otra vez!- Mi voz se rompió, y la rabia se mezclaba con el dolor, pero la desesperación fue lo que dominó mi pecho en ese momento.
Matías intentó calmarme, acercándose aún más, pero mi corazón estaba cerrado. No quería que me prometiera algo que no podía cumplir. Ya había escuchado esas promesas antes, y todas se rompieron.
-No -dije, alejándome de él. -No quiero que te pase lo mismo. No quiero que tú ni Dereck sufran por mi culpa. La única solución es alejarme... Volver a la vida que tenía antes... La vida de mierda que tenía...- Dije las palabras con ironía, pero dentro de mí sabía que estaba huyendo, estaba corriendo de lo único que realmente había tenido sentido en mi vida. -Solo porque la única persona que me puede ayudar está en otra manada...- Mi voz se fue apagando mientras me separaba de Matías, sintiendo cómo todo se desmoronaba a mi alrededor.
Matías intentó hablar nuevamente, pero lo interrumpí con furia.
-¡Lo rechazo! -grité, apretando los ojos para que las lágrimas no cayeran. La rabia y el dolor me invadían, pero me sentía vacía, perdida. Solo quería desaparecer.
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Editado: 03.06.2025