Mi Luna Roja ( Mas Que Simples Mitos )

24 - Carolina

El aroma de Dereck se acercaba, y cuando lo vi, un nudo se formó en mi garganta. Estaba serio, palido, su rostro reflejaba una tristeza profunda, casi insoportable, y sus ojos... estaban perdidos, como si mirara hacia un abismo. No entendía qué estaba pasando, cómo había llegado a este punto, pero verlo de esa manera hizo que mi confusión creciera aún más. ¿Por qué él estaba tan afectado? ¿Por qué sus ojos transmitían tanto dolor cuando en realidad todo lo que yo quería hacer era protegerlo?

-Ya... Ya estoy aquí.- Dijo en un susurro, apenas audible, su voz quebrada por la tensión del momento. Señalé el espacio vacío a su lado en el césped, y él, como si estuviera en un trance, se sentó lentamente. No me atrevía a mirarlo directamente, no sabía si mi corazón podría soportar ver la expresión de sufrimiento que seguramente se reflejaba en su rostro.

-¿Sabes por qué estás aquí... cierto?- Mi voz salió temblorosa, atrapada entre la incomodidad y la angustia que me recorría. Él asintió, pero ni siquiera levantó la mirada. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera pareció notar cuánto me estaba destrozando verlo así.

-Es para protegerte... de mí. -Mis palabras se cortaron al final, como si algo me estuviera ahogando por dentro. Mientras lo decía, mi mente entró en un torbellino de pensamientos encontrados.

¿Era eso realmente lo que debía hacer? ¿Rechazarlo por su propio bien? Mi corazón gritaba que no, pero la incertidumbre de lo que sentía me estaba devorando. Sentí una lágrima resbalar por mi mejilla, pero la limpié rápidamente, sin poder evitar la sensación de que todo lo que estaba haciendo era una condena, una decisión equivocada.

Me levanté del césped con movimientos lentos, él siguió mis pasos, pero su cuerpo parecía pesado, como si las palabras que acababa de decirle lo estuvieran hundiendo. Mis pensamientos eran un caos, no sabía cómo encajar todo lo que estaba pasando. Todo esto se sentía tan erróneo, como si estuviera a punto de perderlo para siempre, pero también, algo en lo más profundo de mi ser me decía que si no lo hacía, yo lo estaría arrastrando aún más a un destino lleno de sufrimiento.

-Y-yo... yo...- No podía dejar de tartamudear. Cada palabra me costaba más que la anterior. Miraba al suelo, incapaz de sostener la mirada de Dereck. Me sentía pequeña, vulnerable, perdida. Todo lo que quería era que las palabras salieran, que todo se aclarara, pero no encontraba la forma de hacerlo.

-Yo no puedo rechazarte... Ella me dio una posible solución.- Dije, mis palabras vacías resonando en el aire, como si no tuvieran ningún sentido. Mi mente estaba en guerra, luchando contra lo que sentía, contra lo que debía hacer. Sabía que había una oportunidad, una salida para que todo esto terminara de una vez, pero ¿realmente estaba lista para seguir este camino?

-Hay probabilidades que rompa mi maldición, pero...- Las palabras se me desvanecieron, apenas pude pronunciarlas.

Fue entonces cuando lo vi. Dereck cayó al suelo, sujetándose el pecho, como si algo lo estuviera desangrando por dentro. Un dolor profundo atravesó mi pecho al ver cómo se desplomaba. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué él estaba sufriendo tanto? ¿Era mi culpa? Mi mente no alcanzaba a procesar nada de lo que ocurría.

Me acerqué a él, casi como si fuera un reflejo, y lo tomé entre mis brazos. Sentí cómo su cuerpo se derrumbaba en mis manos, incapaz de mantenerse erguido. El miedo se apoderó de mí, y mis pensamientos eran como un torbellino, cada uno más confuso que el anterior. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Cómo podía arreglar algo que ni siquiera entendía?

Mi corazón latía con fuerza, mi respiración era entrecortada mientras sentía cómo el pánico comenzaba a envolverme. Grité, desesperada, sin saber si alguien me escuchaba. Todo lo que quería era que se despertara, que abriera los ojos y me dijera que todo esto era solo una pesadilla.

¿Qué pasó?

Grité, mis palabras saliendo como un susurro roto por la desesperación. Pero no había respuesta. Solo sentía que la oscuridad se cerraba a mi alrededor, tragándome por completo mientras intentaba comprender lo que estaba ocurriendo.

Estaba en el cuarto, sentada junto a él, observando cómo su cuerpo descansaba de manera tan vulnerable en la cama. Mi mente seguía acelerada, llena de pensamientos caóticos que se chocaban entre sí. La habitación estaba en silencio, pero el aire estaba cargado de una angustia tan palpable que sentía que me iba a ahogar. Él estaba allí, inmóvil, y yo me encontraba completamente impotente, sin saber qué hacer para aliviar el dolor que lo había puesto en ese estado. Cada respiro suyo parecía tan lejano, tan débil, y eso me destruía por dentro.

La bruja me había advertido. Ella me había dicho que, al rechazarlo, él estaría tan devastado emocionalmente que eso lo habría matado, que, a pesar de ser un alpha, el sufrimiento era algo que ningún ser vivo podía soportar. ¿Cómo pude ser tan cruel? ¿Cómo pude siquiera pensar en rechazarlo? No sabía si lo había hecho porque temía la responsabilidad de ser su luna, de enfrentar lo que significaba estar con él, o si era mi propio miedo el que me había controlado. Pero al ver lo que había causado, ahora todo lo que podía sentir era una angustia insoportable.

-Perdóname...- susurré, mis palabras casi inaudibles entre el llanto que no podía detener. Mi voz temblaba como si mis propias palabras pudieran quebrarse con la misma facilidad que mi alma lo estaba haciendo. Me recosté a su lado, dejando que mis lágrimas empaparan la almohada, y le tomé la mano con todo lo que me quedaba. Esa conexión con él era todo lo que podía aferrarme. Sentía el peso de mi propia culpa aplastándome, ahogándome. Cada lágrima que caía era una punzada más en mi pecho, y cada sollozo me recordaba lo que había estado a punto de perder.

-Por favor, no me dejes...- mi voz tembló aún más, llena de desesperación. Cada palabra que decía era como un grito silencioso, como si al pronunciar esas frases pudiese cambiar el curso de lo que estaba ocurriendo. No podía perderlo, no podía dejar que la oscuridad lo reclamara. Si algo me quedaba en este mundo, era él. Y sin él, no sabía cómo seguir. Mi loba estaba tan afectada como yo, su dolor se fusionaba con el mío, multiplicando la agonía que sentíamos en ese momento. No había forma de escapar de la desesperación que me invadía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.