Mi Luna Roja ( Mas Que Simples Mitos )

25 - Dereck

Todo estaba sumido en la oscuridad, el vacío parecía extenderse infinitamente a mi alrededor. Caminé y caminé, pero a cada paso que daba, nada cambiaba. La sensación de desorientación me envolvía, y la desesperación me carcomía. No había ni rastro de luz, solo la negrura infinita que me aplastaba el alma. La soledad era abrumadora.

De repente, entre la neblina de la oscuridad, escuché algo, una voz lejana que parecía susurrar entre las sombras. Era suave al principio, pero luego fue creciendo, resonando como un eco en el vacío. ¿Era ella? ¿Mi mate? ¿Su voz? No podía distinguirlo, pero algo en mí me decía que sí.

-Perdóname...- se oía entre las sombras, una voz quebrada, llena de dolor, -Por favor, no me dejes, seré la luna de tu manada, y haré lo que quieras, pero no me dejes. Tú no, otra vez no...- Las palabras se repetían, como un lamento que se reflejaba una y otra vez en la oscuridad. Mi corazón latió fuerte, un retumbar en mi pecho, como si la angustia de ella se hubiese transferido directamente a mí.

Corro, sin pensarlo, guiado por la voz que me llamaba, que me suplicaba. Pasé entre árboles que no reconocía, entre niebla que nunca había visto, y al final, llegué a una colina. Me detuve allí, el viento soplaba con fuerza, agitando las hojas de los árboles cercanos. En la cima de la colina había una figura. Era una mujer. Su cabello era blanco, pero con destellos plateados que brillaban como si reflejaran la luz de una luna lejana. Me miró fijamente, sus ojos eran de un blanco grisáceo, como dos lunas llenas opacas que me observaban en silencio.

-Acércate, mi niño- dijo con una sonrisa que irradiaba calidez, pero algo en ella, algo en su presencia, me generaba una sensación de asombro y desconfianza. A pesar de eso, me vi caminando hacia ella, como si una fuerza más allá de mi voluntad me empujara.

Me detuve a unos pasos de ella, incapaz de evitar la pregunta que me quemaba en los labios.

-¿Quién es usted?- pregunté, la voz temblorosa. La mujer sonrió con una dulzura infinita, su mirada era serena pero poderosa. En su mejilla, en un lugar justo debajo de su ojo derecho, se encontraba una luna creciente grabada con delicadeza. Su presencia era tan imponente que me sentí pequeño ante ella.

-¿Diosa Luna?- dije, sin poder ocultar mi incredulidad. La mujer asintió lentamente, y con ese movimiento, algo en el aire pareció cambiar, como si todo lo que me rodeaba se alineara de alguna forma con ella.

-Así es- respondió, su voz profunda y tranquila. -Pero no tengo mucho tiempo. Necesito que me ayudes. No a mí, a Carolina- dijo con una mirada que, por alguna razón, parecía tan llena de sabiduría y pesar.

Su tono cambió a uno más grave, y sus manos se extendieron hacia mí, tomándome de las mías con una firmeza suave, casi maternal. Sentí una energía vibrante, una conexión profunda entre nosotros.

-Carolina necesita que le muestren cariño verdadero, como el que tú le ofreces- continuó. -Ella necesita dejar de cegarse con el pasado. Su corazón está atrapado en él, y es por eso que no puede avanzar.

Mi mente quedó en silencio por un momento. ¿Carolina? ¿Mi mate? No podía entender. Las palabras de la diosa calaban profundamente en mí, pero el dolor de ser rechazado por ella, de ver cómo se apartaba de mí... Todo eso aún pesaba en mi pecho como una carga insoportable.

-Pero ella me rechazó...- murmuró mi voz, quebrándose. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y las primeras gotas cayeron sin poder evitarlo. Era como si un nudo se hubiese formado en mi garganta, un nudo que me ahogaba lentamente. La diosa, con una suavidad infinita, limpió mis lágrimas con uno de sus dedos, su tacto cálido y reconfortante.

-No, no lo hizo- dijo con firmeza, su voz calmada, pero llena de compasión. -Ella quiere intentarlo contigo. Y yo los ayudaré con su problema. El camino será duro, puede que incluso doloroso, pero al final, obtendrán su recompensa. Lo que les espera es un futuro juntos, si el destino lo permite.

Mis pensamientos estaban revueltos, pero algo dentro de mí se iluminó. ¿Carolina realmente quería estar conmigo? ¿Podría haber una oportunidad para nosotros? Todo parecía tan incierto, pero sentía que debía creer en ello.

-Pero... ¿yo morí?- pregunté, mirando a la diosa a los ojos, sintiendo que mi cuerpo ya no respondía. Había una confusión total en mi ser. ¿Estaba muerto? ¿Esto era lo que se sentía al cruzar al otro lado?

La diosa suspiró, y una expresión de tristeza cruzó su rostro. Me observó profundamente, con ojos llenos de comprensión.

-¿Qué te pasó?- me preguntó, su mirada penetrante, como si pudiera ver dentro de mi alma. -No eras así. Tú luchabas siempre. Siempre. ¿Qué pasó con ese coraje?- suspiró de nuevo, una pena en su voz. -Estás entre el vórtice de la vida y la muerte. Has llegado a un punto crítico. Esta es tu decisión. Puedes quedarte aquí, con los antepasados, entre las estrellas, o puedes volver, y luchar por lo que aún te queda.

Mi corazón latió con fuerza, mi mente se aclaró un poco. La oportunidad de regresar... ¿era real? ¿Podía volver a luchar por Carolina, por mi manada, por mi vida?

-¿Puedo volver?- la pregunta salió de mis labios sin pensarlo. La diosa me miró, como si ya supiera la respuesta.

-Sí- dijo, soltando mis manos suavemente. -Pero eso ya es tu decisión. Ten en cuenta que si vuelves, tendrás que enfrentar muchos obstáculos. No será fácil, y el camino estará lleno de dolor. Pero si lo haces, podrás estar con Carolina. Si te decides, ten claro que la lucha no será sencilla, pero el destino que te espera es el que tú elijas.

Miré a la diosa, mis pensamientos girando, mi corazón dividido entre el miedo y la esperanza.

-Volveré- respondí con determinación, mis palabras llenas de una firmeza que sentía brotar desde lo más profundo de mi ser.

La diosa me sonrió con una calidez infinita, como si supiera que no me estaba equivocando.

-Sabía que no me confundí contigo. Pero antes de irte...- dijo, extendiendo su mano hacia mí. En su palma había un collar con una perla negra en forma de corazón, la cual brillaba con una luz tenue, como si tuviera vida propia. -Toma esto. Dáselo a Carolina. Ella sabe lo que significa. La historia de esta prenda está conectada con su destino. Dile que tiene que bañarlo con sangre, la sangre de quien la maldijo, y luego enterrarlo en su corazón. Luego, debe dejarlo caer en el lago del Dios Sol. Ese lago está en tu manada... - agregó con una sonrisa cálida, casi maternal.




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