La habitación se llenó de un silencio pesado. Apenas se escuchaba el susurro del ventilador girando en el rincón, y el latido acelerado de mi corazón que retumbaba en mis oídos. Dereck estaba allí, su cuerpo frágil en la cama, y yo, incapaz de soltar su mano, sentía como si no pudiera respirar sin él. Cada segundo parecía una eternidad. Lo observaba en silencio, esperando que alguna señal de vida regresara a él, deseando que despertara, que regresara a mí.
Había sido una semana completa desde que había caído en ese estado, pero para mí, parecía una vida. En ese tiempo, mi alma se había ido apagando lentamente, pero nunca perdí la esperanza de que él volvería, de que se despertaría y todo volvería a ser como antes. Pero la angustia nunca se desvanecía, y el miedo a perderlo siempre acechaba en mi mente. Sentía que si me apartaba, aunque fuera por un momento, algo podría pasar, y lo perdería para siempre. Estaba demasiado débil para enfrentar esa posibilidad.
El sol comenzaba a caer, tiñendo la habitación con tonos dorados y anaranjados, pero todo en mí estaba frío, atrapado en una sombra. La sensación de pérdida era tan palpable que casi podía tocarla. Matías había entrado hace un momento, y había hecho lo que siempre hacía: intentar hacerme comer, intentar que saliera del cuarto, como si eso pudiera aliviar algo. Pero no podía. No podía dejar a Dereck, no sin saber si se despertaría de nuevo. No sin saber si lo perdería.
De repente, la puerta se abrió, y la voz grave de Matías rompió el silencio de la habitación.
-¿Cómo sigue? -preguntó, con esa seriedad que lo caracterizaba, al mismo tiempo que entraba con pasos cautelosos, casi como si temiera interrumpir algo sagrado.
Lo miré sin apenas moverme, apenas capaz de pronunciar palabra. Mi voz salió quebrada, como si las palabras ya no pudieran salir con facilidad.
-Igual -respondí, mi mirada fija en Dereck, mis ojos llenos de dolor y cansancio.
Matías no pareció satisfecho con mi respuesta. Se acercó un paso más, con una expresión tensa, y su voz cambió, adoptando un tono más firme, casi desesperado.
-Tienes que comer algo. Baja un momento -dijo, acercándose más a mí, tocando suavemente mi hombro, pero no me moví, ni siquiera para mirarlo.
-No tengo hambre -murmuré, mis palabras parecían tan vacías como mi estómago-. Solo quiero estar con Dereck.
Matías no pareció disuadirse. Sus ojos mostraban preocupación, pero también cansancio. Sabía que no podía forzarme a hacer algo que no quería, pero lo intentaba de todos modos, preocupado por mi bienestar.
-Por favor, calma, tienes que comer algo. Estás agotada, no puedes seguir así -insistió, con esa paciencia que a veces me parecía interminable. Pero no lo entendía. No podía entender cómo me sentía.
Lo aparté bruscamente cuando trató de acercarme más. Mi frustración explotó, pero no era solo hacia él, era hacia todo. Hacia mi propia impotencia, hacia el dolor que sentía, hacia el caos que reinaba en mi vida. Mi voz se alzó, fuerte y cargada de rabia.
-¡Dije que no! -grité, mi garganta rasgada, las lágrimas amenazando con salir en cualquier momento-. Tú solo dices "calma", pero Dereck está así por mi culpa. ¡Por mi culpa! Y no, no puedo calmarme.
Matías me miró con el ceño fruncido, su rostro reflejaba una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que no podía comprender completamente lo que sentía, pero eso no significaba que fuera justo lo que estaba haciendo.
-No te desquites conmigo -respondió, su tono también grave, pero con una suavidad que intentaba calmar la tormenta en mi interior-. Si yo no te hubiera detenido, o si Anastasia no hubiera intervenido, Dereck estaría muerto. Porque lo hubieras rechazado, porque pensabas que era lo mejor. ¿Recuerdas?
El recuerdo de esa decisión, la que tomé con tanta certeza en su momento, me golpeó como un latigazo. Lo miré, mi corazón se rompió en pedazos aún más pequeños al escuchar sus palabras. Él tenía razón. Si no hubieran intervenido, si no me hubieran detenido, Dereck estaría muerto ahora, y todo por mis dudas, por mi miedo, por mi incapacidad para tomar la decisión correcta.
-¡¿Y crees que no lo sé?! -grité, mis lágrimas cayendo libremente ahora, incontrolables-. ¡Esto es mi culpa completamente! Si nunca lo hubiera encontrado, él estaría perfectamente bien, a salvo en su manada, lejos de todo esto. ¡Le hice esto! -seguí, mi voz rota de dolor y culpa. Cada palabra era como un golpe en mi pecho. No podía soportar más.
La angustia que sentía me estaba ahogando, y las lágrimas que no podía detener caían sin cesar. Sentí que me desmoronaba ante la realidad. Todo lo que había hecho, todo lo que había causado, me pesaba de una forma insoportable. No sabía cómo seguir adelante.
El movimiento en la cama de Dereck me hizo callar. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho. Lo miré, y por primera vez en una semana, vi algo más que su cuerpo inmóvil. Vi sus ojos abrirse lentamente. Apenas un parpadeo, pero era suficiente. Estaba regresando. ¡Estaba despertando! Sin pensar, me acerqué a él rápidamente, mi mano buscando la suya. Mi respiración se aceleró mientras veía esos ojos de nuevo, tan vivos, aunque débiles. Pero estaban ahí.
-Vamos, ábrelos, por favor -rogué, mi voz temblorosa, mi alma llena de esperanza.
Dereck luchaba por abrir los ojos, y yo no podía dejar de mirarlo, como si con cada segundo que pasaba, el miedo a perderlo se desvaneciera un poco más. Poco a poco, sus ojos se abrieron completamente, y cuando me vio, sus labios formaron una débil sonrisa.
Un alivio abrumador me invadió. Mi cuerpo, que hasta ese momento había estado tenso y frío, ahora se relajó por completo. Me lancé hacia él, rodeando su torso con mis brazos, como si de alguna manera pudiera abrazarlo lo suficiente para asegurarme de que nunca se iría. Necesitaba sentir su presencia, su calor, su vida.
-Perdóname -susurré entre sollozos, hundiendo mi rostro en su hombro. Sentí cómo sus manos temblorosas me rodeaban, respondiendo al abrazo con una ternura que me desarmó por completo.
#957 en Fantasía
#582 en Personajes sobrenaturales
recuerdos de un pasado doloroso, magia amor mitos, lobos luna azul y roja
Editado: 03.06.2025