"La lluvia cae porque la nube ya no puede soportar más el peso del agua. Mis lágrimas caen porque mi corazón ya no puede soportar más este dolor."
Yaroslav
Acuesto a Luz en mi cama con sumo cuidado y me retiro lentamente antes de que se despierte, pero cuando estoy por poner un pie fuera de mi habitación, una risa llena el lugar, haciendo que me gire rápidamente.
-Pequeña niña traviesa.- Me acerco hasta ella y despeino su pelo.
-Pequela.- Dice mientras se ríe más y toma mi mano entre las suyas.
-Me engañaste, pensé que dormías.- Me mira atentamente, como si estuviera procesando mis palabras y sonríe, para luego negar con la cabeza. -¿Qué quieres hacer ahora?
-Chicas...- Señala la puerta con su pequeño dedito.
-Por supuesto que no, ellas están ocupadas.- Me niego rotundamente a que se relacionen ese par con ella, luego se van hacer ilusiones...
-Por fis...- Luz hace un puchero tan tierno que hace derretir mi negro corazón. Suspiro sonoramente y la tomo en brazos, otra vez, para llevarla a donde estábamos.
Mira el señor del miedo ser manejado por un ángel.
Cierra tu boca, acá nadie maneja a nadie.
Sí, sí, como usted diga. A ver cuando le sacan el collar al perrito.
Gruño mentalmente y frunzo mi nariz, pero luego me relajo al sentir un pequeño dedo que la toca.
-Te voy a pegar un moco si no sacas el dedo.- La miro alzando una ceja.
-¿molo?- Me pregunta con los ojos muy abiertos.
-Oh, ¿quieres ver?- Estoy por mostrarle, cuando de repente se baja de mis brazos y sale corriendo hacia la cocina mientras grita.
Me rio y acelero mis pasos para llegar antes que ella. Cuando la alcanzo, tomo sus piernas y la alzo en el aire mientras ella grita.
-Cochino, cochino.- Me grita varias veces, haciendo que ría a carcajadas.
La siento en el banquillo y despeino su cabello hasta el punto en el que se queja, me detengo y le saco la lengua, ella por su parte imita mi acción.
Akira y Azahara nos miran con mucha atención, tanta, que me están empezando a poner un poco incómodo. Akira se acerca la niña y se sienta en frente de ella, observándola con ternura. Como lo hacía con... Basta.
-¿Cómo te llamas hermosa?- Preguntó Akira con un tono dulce a la pequeña que ahora se estaba acomodando su pelo.
-Luz.- Dijo simplemente, acompañado de una hermosa sonrisa que la hacía ver adorable.
Sonreí enternecido al ver que no se podía peinar con sus deditos, por lo que fui a buscar un peine para ayudarla. Cuando lo encuentro, me ubico detrás de ella y comienzo a cepillarla con mucha delicadeza, tratando de no lastimarla. Al terminar, hago que se siente mirándome para poder acomodar su dulce flequillo.
-Listo, quedaste como una hermosa princesa.- Murmuré con una sonrisa, entre tanto, ella no paraba de reírse.
-Gracias.- Murmuró de la misma manera para luego rodearme con sus bracitos, por un momento me quedé en shock pero luego le correspondí el abrazo de la misma manera. Acaricié su cabeza y suspiré.
Se alejó de mí y tomó mi rostro entre sus manos, acariciando con sus dedos las cicatrices que había hecho su madre en mí rostro, negué con la cabeza y estaba por sacar sus manos hasta que frunció la nariz. Un puchero se estaba asomando por sus labios y eso no me estaba gustando, estaba por llorar.
-¿Te duele?- Preguntó con los ojos cristalinos. Mis ojos se abrieron mucho al ver como pequeñas lágrimas caían de sus hermosos ojos celestes. La culpa chocó contra mi pecho violentamente, no estaba acostumbrado a que la gente llorara por mí.
-Claro que no, peque.- Dije rápidamente para luego secar sus lágrimas con mis pulgares- Fue hace mucho, y ya no duele.
Sus ojos seguían fijos en mis marcas y un brillo en ellos me hizo saber que estaba a punto de llorar. Pensé que iba a tener que consolarla pero cuando estiró sus pequeñas manitos y acarició las marcas de mi rostro, supe que ella era diferente al resto de las niñas. Con las yemas de los dedos delineó cada una, provocando que cierre mis ojos, mientras me llevaba una vez más al pasado.
"Unas diminutas manos me abrazaban con fuerza, como si su vida dependiera de ello, mientras sollozaba en mi hombro sin consuelo alguno. Las lágrimas se deslizaban por mis mejillas sin parar, era momento de que ella se fuera con su madre. La observé y lo único que reflejaban sus ojos era el dolor, un dolor que quema en lo más profundo del alma. Estiré una mano en su dirección y no dudó ni un segundo en fundirse en nuestro abrazo.
Ahí estábamos los tres juntos, abrazados como si el mundo se fuera a terminar mañana, y en pocas palabras, así lo sentía. Dolía, dolía como el mismo infierno que se vayan. Joder... Si tan solo pudiera hacer algo para cambiar las cosas..."
-Listop.- La voz de Luz me trajo de vuelta al presente, ahuyentando ese doloroso recuerdo.
Lentamente abrí mis ojos, miré a la pequeña que se encontraba delante de mí. Me miraba con una sonrisa radiante, la cual me hizo sentir un poco mejor conmigo. Últimamente me estaba perdiendo demasiado en los recuerdos.
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Editado: 20.07.2020