“Hay personas muy extrañas en este mundo, que llegan a nuestras vidas para arreglarlas, sin pedir nada a cambio. Te acomodan la vida a pesar de que ellos no la rompieron. Te dan la mano cuando estas cayendo y te abrazan cuando lo necesitas, dándote un motivo para seguir.
Son personas muy extrañas esas, las que llegan y dan todo por alguien que no conocen. Porque al fin y al cabo, hoy en día, ¿quién puede hacer tal acto desinteresado?
Cada día me convenzo más de que esos seres forman parte de una raza superior, enviada al mundo para salvarlo de su perdición.
Con amor, Adara.”
Paris
-No hay nada, esto es imposible.- Se quejó Adara, dejando caer otro libro a la pila que se había acumulado en el suelo- Solo hablan de los amantes que serán castigados si rompen las leyes, pero no especifica qué ocurre con ellos ni a donde los llevan.- Se levantó del sillón en busca de otro más.
-Arriba tampoco saben mucho, solo lo que ya sabíamos. Son unas criaturas legendarias que llevan habitando la tierra por varios siglos, pero no saben cómo surgieron ni quien los mandó.- Informó Samuel apareciendo en la sala junto con Bacarra.- Así que ellos no nos van a servir de mucho.
-En el mapa kërkues tampoco hay rastro de ellos, pero ni siquiera tenemos una muestra de ropa o de cabello para que sea más efectivo.- Aportó Akira soltando una especie de talismán con un diamante rojo en la punta.
-Podemos aplicar los hechizos que sean pero si no conocemos qué son, es casi imposible que este mapa sirva.- Aclaró su hermana, sentada sobre un gran mapa con dibujos extraños que se movían.
-Es una pérdida de tiempo, que divertido.- Canturreó Diana con desdén mientras formaba un pequeño remolino en su dedo, provocando que varias miradas cargadas de fastidio se dirigieran a ella.- ¿Qué? En serio creen que ella va aparecer de la nada, rodeada de flores como en las películas.
-Por lo menos estamos buscando una manera de traer a tu hermana con nosotros, y tú podrías ayudarnos, ¿no crees?- Gruñó Emma entre dientes. Ella junto con Aglaope habían regresado a la laguna para buscar información, pero ni las sirenas sabían quiénes eran esas criaturas, y eso era mucho que decir, puesto que ellas eran las que manejaban la información en el mundo místico.
Nos habíamos dividido en pequeños grupos para poder abarcar más terrenos y así buscar información entra diferentes criaturas, pero lamentablemente habíamos fracasado en ello, sin embargo, habíamos hecho algo para buscarla, no como su hermana que no se movió de la casa.
-No seas ridícula querida, no pienso malgastar mis poderes en una búsqueda del tesoro.- Habló con fastidio la bruja trastornada esa, para luego levantarse del sofá y caminar por la sala.
Momentos como estos me hacían replantear si ella en verdad quería a su hermana o si era una forma para esconder su dolor, porque estábamos dejando todo para encontrarla, en cambio, ella solo se dedicó a descansar y estar muy junto a Yaroslav. ¿Tan poco le importaba saber donde se hallaba?
¿Estás celosa de que le preste más atención a ella que a ti?
Por supuesto que no, solo me da curiosidad lo que pasa entre ellos.
Sí, sí, claro. Hagamos como que te creo.
Todos se pusieron a discutir en un tono de voz tan alto que generaban jaqueca, por lo que tuve que taparme los oídos por la punzada que me atacó. Dirigí mi mirada hacia Yaroslav que se encontraba mirando un punto fijo, por lo cual seguí el foco de su atención, lo cual provocó que mi corazón golpeteara contra mi pecho y que un ruido ensordecedor atacara mis oídos, los niños se hallaban jugando a un lado, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor.
Mis ojos chocaron con los del demonio y mi corazón dio un vuelco, algo más ocurrió, pero no supe descifrar que fue.
“Los niños, Paris.”
Susurró una voz en mi oído, ¿era mi oído o mi cabeza? Parecía tan familiar aquella voz, pero a su vez jamás la había escuchado en mi vida, no tenía recuerdo alguno de ella.
-¿Qué…?- Murmuré desorientada, mirando en todas las direcciones, como si pudiera ver al emisor de aquel extraño mensaje.
“Puedo ayudarte con tu problema, pero necesitas la ayuda de los niños. “
Volvió hablar aquella voz, en un tono más desesperante y ensordecedor. Me tapé los oídos de vuelta, no quería escuchar lo que me decía.
“Los niños, Paris. Ellos saben mucho más de lo que aparentan, habla con ellos.”
Esta vez había gritado, retumbando en mi cabeza su pedido. Me encontraba temblando, como las gotas cuando están por caer de la hoja de un árbol, y seguramente todo el color había abandonado mi rostro. Aquella voz no dejaba de gritar y no sabía qué hacer.
-Paris, ¿te encuentras bien?- Preguntó Yaroslav arrodillado frente mío, no recordaba cómo había llegado al suelo, pero lo que sí sé es que había llamado la atención de todos los integrantes de la sala.
-Yo… No lo sé… Yo.- Balbuceaba incoherentemente mientras me sujetaba la cabeza con fuerza y respiraba erráticamente, esa voz seguía gritando “te voy ayudar” y “los niños son la clave”, provocando un dolor en mi pecho que me estaba impidiendo respirar.
-Estás pálida y temblando, cariño. ¿Por qué no dejas que te ayude a levantar?- Murmuró Samuel, pero cuando quiso tocarme, solo pude negar con la cabeza repetidas veces hasta que Yaroslav lo apartó. A lo lejos podía escuchar como discutían pero su voz no llegaba a mí.
-¿Quién eres?- Pregunté desesperadamente, sin parar de temblar. Miraba a los niños, debatiendo internamente qué debía hacer.
-Somos nosotros, Paris. ¿Qué tienes?- Volvió hablar Samuel, respondiendo a la pregunta que yo había formulado pero de la cual él no era el destinatario. Yaroslav por su parte, se dedicaba a mirarme fijamente, atento a cada movimiento extraño que pudiera hacer. Mis ojos se perdieron en los suyos y me pregunté qué estaba dispuesta a arriesgar para ayudarlo, las pérdidas podrían ser desmedidas, pero bien dicen “el que no arriesga, no gana”.
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Editado: 20.07.2020