“A veces las cosas no salen como uno piensa, pero eso no está mal, las sorpresas que la vida pone en el camino de uno son regalos, aunque no lo veamos así.
La muerte y la vida, viejas amigas que juegan un rol esencial en nuestra corta existencia. Aquellas que determinan todo, las cuales no son ni buenas ni malas, solo inevitables y difíciles de afrontar.
Pero todo pasa, nada es eterno, no hay dolor que dure una eternidad.
Samuel.”
Yaroslav
Ese libro lo había visto antes pero no lograba recordar dónde había sido, sin embargo, lo que sí sabía es que no me generaba confianza alguna, y al parecer no era el único que tenía ese sentimiento de familiaridad, porque Samuel, Bacarra y Nicolas lo miraban con el mismo recelo que yo.
No me malinterpreten, estaba muy feliz por haber encontrado al fin una solución a mi problema, o por lo menos una pista para poder encontrar el paradero de Adelaida, pero algo me decía que debíamos tener mucho cuidado con ese objeto y con el dueño de él.
-No creo que deberían tocarlo. - Dijimos los cuatro al mismo tiempo, ese libro generaba un aura extraña y al parecer solo nos afectaba a nosotros, porque las chicas seguían como si nada. ¿Es que acaso no sentían el peligro estas mujeres?
Salió prácticamente de un agujero en el suelo, ¿quién en su sano juicio podría confiar en una cosa como esa? Las chicas, pero ellas son una excepción divina.
Dicho y hecho, ellas tomaron el libro y lo comenzaron a ojear juntas, sin pensar en los peligros, la verdad que las mujeres me ponían los nervios de punta. Por otro lado nosotros nos encontrábamos mirándolas atentamente, esperando cualquier cosa.
Sus ceños fruncidos nos pusieron en alerta y antes de que pudieran decir algo, me acerqué hasta ellas y me coloqué detrás de Paris, que era la que sujetaba el libro.
-Mira esto, Yaroslav.- Señaló Paris una página que se encontraba llena de palabras y dibujos extraños que no podía comprender, y que poco a poco desaparecían- Todo se está borrando.- Murmuró asustada para después de levantar la cabeza y mirarme. Esos ojos…
-Creo que ese hermoso libro es de mi propiedad, y me gustaría saber quién fue el responsable de que se encuentre en este lugar. –Comentó una voz que parecía estar en mi cabeza, pero por lo visto solo era imaginación mía porque todos podían escucharla. La verdadera pregunta era quién podía ser el dueño de esa voz.
Esto me trae mal espina.
-¿Quién eres?- Preguntó Paris con voz temblorosa, mientras se levantaba del sofá y se paraba en el medio de la sala. Estaba por tomarla de un brazo y acercarla pero Samuel se me adelantó.
Ella no es Adelaida…
Cerré los ojos y respiré profundo, era algo que tenía que entender pero a veces se hacía inevitable el querer abrazarla y cuidarla.
Ninguno de nosotros se movió de su lugar y observamos cada rincón de la sala en busca del propietario de aquella voz. Al parecer no era el mismo que le había dicho a Paris donde se encontraba el libro.
-No creo que sea necesario presentarme de nuevo, ¿no crees, Paris?- Apareció un hombre totalmente vestido de blanco, con un aura cargada de poder. Esto debía ser una broma.- Nosotros ya nos conocíamos.
-No me digas que…- Comencé a murmurar mientras me pasaba las manos por el rostro, creo que hasta el color lo había abandonado. Joder, ¿en qué problemas nos metimos ahora?
-Por supuesto que ese es mi libro, ¿acaso creían que un ser tan poderoso como yo no iba a saber de aquellas criaturas?- Dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras camina hasta el sofá y se sentaba en el.- Me gustaría que me acompañen.- Y con un chasquido, Paris y Adara aparecieron sentadas a sus lados.
-¿En serio es tuyo?- Él la miró con la misma sonrisa y asintió lentamente con la cabeza. De un momento para el otro se comenzó acercar de una manera peligrosa a ella y estaba por actuar pero él giró rápidamente la cabeza hacia donde se encontraba Samuel, el cual estaba por saltarle al cuello, pero el hombre estiró una mano hacia él y con su dedo enguantado, negó varias veces.
-No creo que sea justo lo que piensas, viejo amigo.- Cruzó las piernas y lo miraba con una sonrisa.- Hola, Samuel. Veo que no desaprovechaste mi segunda oportunidad, me alegro por ti.- Murmuró mirando detrás de él, y creo que a todos se nos heló la sangre cuando caímos en cuenta de qué era lo que estaba mirando. El Arcángel se tensó y tapó a la pequeña niña con su cuerpo, cual no entendía de qué la estaban cuidando.
Esto iba de mal en peor, pasamos de no tener nada, a tener todas las respuestas y tenerlo a él entre nosotros. La verdad es que no sabía qué era peor, no saber nada o saber y afrontar las consecuencias.
-Ven aquí, pequeña.- Dijo de pronto el hombre con un tono demasiado dulce, dando unas palmaditas en su pierna, lo cual hizo que todos retuviéramos la respiración. Sin darnos tiempo para pensar, la niña salió corriendo de refugio que había formado su padre para él, y estaba por tomarla de un brazo pero una fuerza hizo que mis pies se clavaran al piso.
-¡Luz!- Grité instintivamente pero ella ya se encontraba en los brazos de ese señor, muy gustosa.
-Hola, linda.- Murmuró en el oído de la niña mientras jugaba con uno de sus mechones.- ¿Cómo te llamas, pequeño ángel?
-Me llamo luz.- Dijo la pequeña con una sonrisa- ¿Y tú?- Preguntó las mejillas sonrojadas y estiró su mano para estrecharla con la de él.
Creo que me podía desmayar en este mismo instante, y no solo yo, Paris estaba a punto de cruzar para el otro lado, ni color tenían sus ojos. Traté de decir algo más, de hacer entrar en razón a Luz pero mi cuerpo seguía sin responder a las órdenes que le daba mi cerebro.
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Editado: 20.07.2020