—Oye Sia ¿Vienes el sábado? Será muy divertido, no faltes por favor—me dice Coral, y yo le doy una sonrisa de disculpa.
—No puedo, lo lamento. Estoy muy ocupada—respondo y veo como rueda los ojos.
— ¿Por qué no puedes?—pregunta, y se cruza de brazos.
—Tengo trabajo Coral, no puedo faltar, solo porque quiero ir a una fiesta—respondo sacando mis cuadernos del casillero.
— ¿Para eso no están tus padres? Deja de poner tanta responsabilidad en tus manos. Solo será una noche. —Ella no entiende, nadie lo hace. Solo los profesores saben mi situación, y es porque tuve que pedirla, no pude soportar tanto peso, y me siento muy mal por eso, tendría que soportarlo, pero soy débil.
—No puedo, no más discusión—digo gélida. — Disfrútalo por mi ¿sí?—le doy una sonrisa de disculpa y me alejo.
— ¿Y qué piensas hacer este verano?—me pregunta Liana, una amiga del grupo de porristas.
—Mmm... Pues no lo sé—miento. Trabajare más horas eso sí, y buscare otro trabajo, si el sueldo no me alcanza.
—Pensaba, en invitarte al viaje que hacemos todos los años. Esta vez iremos a Luisiana, será muy divertido, no quiero que te lo pierdas, por favor—Me da una mirada suplicante, y niego.
—No creo poder ir, lo lamento Liana. En serio si pudiera, fuera y los acompañaría, pero no puedo—niego, y ella bufa.
— ¿Qué pasa Sia? Dejaste a las porristas, dejaste de salir por las noches, ¡Hasta terminaste con Liam! Y nunca tienes tiempo para estar con nosotras. Antes, íbamos todos los sábados al Mall, o a una fiesta, ¿por qué ya no?—me mira, y yo solo me limito a negar.
—Solo...—me callo. —Es que esa vida, ya me aburre, tenemos que madurar ¿no? No pasaremos el resto de nuestras vidas comportándonos de esta forma, y en algún momento comportarnos.
—Pero aun somos jóvenes Sia. La vida es corta, y tenemos que disfrutarla. Te daré una oportunidad hasta el próximo sábado. Y si no puedes... no lo sé—dice negando y luego se aleja.
—Feliz verano Sia—me grita el equipo de Futbol, y yo solo asiento con una sonrisa.
Salgo del instituto, y voy así mi auto. Hare dos paradas, antes de ir al trabajo. Primero a la casa, tengo que cambiarme, y guardar mis cosas, y la segunda, es al hospital. Tengo que visitar a mamá, es algo que llevo haciendo desde que la internaron.
Llego a mi casa, y me doy un baño rápido, y pongo mi uniforme en mi bolso. Cepillo rápidamente mi cabello, y paro un momento a verlo, necesito un corte, y urgente. Creo que si sigo dejándolo crecer seré la segunda Rapunzel, pero con cabello negro.
***
—Ella está mejorando, ayer dio su primer signo de que podrá despertar pronto—me dice el doctor O’connor, y yo asiento aliviada. —Aunque las probabilidades son pocas, pero está progresando.
—Gracias doctor.
—No es nada Siana—dice y sale de la habitación. Me acerco a la camilla, y me siento al lado, tomo la mano de mi madre, y comienzo a contarle de mi día, como siempre hago desde que está aquí.
—Hoy comienzan las vacaciones de verano. ¿Sabes? No quiero ir a ningún viaje. Sé que estarías bien, pero... no quiero estar lejos si algo te ocurre, tampoco quiero desperdiciar tiempo con eso, sabiendo que estos días pueden ser...—Me callo, y cierro los ojos fuertemente, tratando de que las lagrimas no salgan. —Se que quieres que disfrute mi adolescencia, pero no puedo contigo aquí. También ganamos el caso, ¿puedes creerlo? Papá ya no estará ahí, para molestarnos más. Le dieron veinticinco años—le digo y continúo hablando.
Cuando solo faltaban veinte minutos, para que fuera al trabajo, me despido con un beso en la cabeza, y un apretón en su mano. Me despido de las enfermeras, y doctores, que conocí alrededor de estos meses, y le sonrió a los niños de la zona de cáncer, mientras mi corazón se aprieta. Elena me detiene, y da una sonrisa, dejando ver los dos espacios, donde deberían estar, sus dientes. Le sonrío y ella abraza mis piernas.
— ¿Cuando vienes a contarnos un cuento?—pregunta, y me alejo un poco.
—Prometo que la próxima semana, vendré y les contare muchos cuentos, y jugare con ustedes. El viernes es mi día libre, así que vendré el viernes ¿Okey?—digo y ella asiente.
—Okey—me responde, y vuelve a su habitación.
—Eres muy buena con esos niños Sia, tienes que permitirnos ayudarte a ti, como tu ayudas a esos niños—me habla Karina una enfermera, y yo niego viendo con ternura a los niños.
—No es necesario, ellos se lo merecen.
—Tú también lo mereces—apunta, y yo niego.
—No, no lo merezco—digo y me alejo.
Ya en el trabajo saludo a los vigilantes, y obreros de la casa, mientras, sigo mi camino dentro. Me cambio, salgo a pedir instrucciones.
—Hola señora Cee ¿Cómo esta?—le digo a la jefa y ella me sonríe.
—Hola Sia, estoy muy bien cariño, muchas gracias por preguntar. Hoy tienes trabajo fácil. Tienes que limpiar la oficina del señor, y algunas habitaciones del tercer piso—asiento, y camino de vuelta al armario para buscar mis artículos. —Oh... y también hoy viene el hijo del señor Galloway, está de visita, no sé cuánto tiempo se quedara. Eso siempre varía.