—Siana, un gusto volverte a ver—dice con una sonrisa, que para las demás seria amable, para mí, es una sonrisa cínica.
—Joshua...—susurro en un hilo de voz.—¡Hola! Tanto tiempo sin verte—digo muy animada –demasiado animada, para mi gusto-
—¿Puedo hablar contigo?—pregunta y luego mira a nuestras espectadoras.—A solas...
—Claro—digo, aunque sé que estoy cometiendo un grave error, pero no expondré a estas personas al peligro que emana este tipo.—Nos vemos nenas, veré si las visito el fin de semana, o antes—les digo a las niñas. Beso la cabeza de cada una, y luego me despido de las enfermeras.
Loreline me mira preocupada, y yo solo le sonrío tranquilizadoramente, y comienzo a caminar fuera de la habitación, con él pisándome los talones.
***
Ya fuera del hospital, Joshua me agarra el brazo y me jala para que le de frente. Su mirada es fría y calculadora, y mi mente grita de terror, pero no dejo que vea eso.
—¿Qué quieres?—digo molesta.
—Sabes lo que quiero—dice y asiento.
—Pues, como le he dicho a tu jefe. No, no lo hare—digo en un gruñido brutal.
—Oh si lo harás. Vi como tratabas a esas niñas Siana. Sería muy triste que algo malo les pasara ¿no crees?—dice y yo abro los ojos espantada. Una sonrisa diabólica se dibuja en su cara y tiemblo.
—No serías capaz—digo con terror tiñendo mis palabras.
—Sabes que si—dice riendo y yo comienzo a temblar.
—No se que les hice, pero por favor, por favor, no las metan a ellas en esto. Ellas no tienen la culpa de nada—digo molesta. Lagrimas de impotencia y furia se acumulan en el fondo de mi garganta, luchando por salir.
—Sabes lo que tienes que hacer querida Orquídea—dice con diversión cínica la última palabra.
—No puedo hacer nada—digo viendo con impotencia esos fríos ojos verdes.
—Pues atente a las consecuencias—dice y me suelta para luego retirarse.
—¡Espera! Veré que hacer ¿de acuerdo? Pero no prometo nada. Y ponte a pensar, está más seguro tras esas rejas, y tú lo sabes Joshua—digo caminando a su lado.
—El, no piensa lo mismo—dice y yo detengo mi paso.
—Maldito idiota—murmuro para mí misma.
Bajo la mirada a donde me había tomado con brutalidad, y veo como comienza a tornarse un color un poco más oscuro. Seguro mañana tendré un hematoma bien feo.
Escucho mi teléfono, y sin ver el numero contesto.
—Ya me llego tu recado—digo con frialdad.
—Eso es bueno pequeña Orquídea—dice provocando que los pelos de mi nuca se ericen.
—No te prometo nada—gruño y el ríe.
—No espero que hagas mucho. Solo acércate, y salúdalo, lo demás vendrá solo.
—¿Y lo demás sería?—pregunto temerosa.
—Oh... no Orquídea. Eso lo veras luego—dice cínico y corta.
Suelto un suspiro tembloroso y camino a mi auto.
—Demonios papá, en que problemas me has metido—murmuro antes de prender el auto. Veo la hora y hago una mueca.—Todavía hay tiempo para una visita a la cárcel—susurro y emprendo camino a la maldita cárcel.
***
Espero sentada expectante. Todavía hay tiempo para arrepentirse y regresar, pienso. No, no me puedo arrepentir ahora. Y mucho menos con la vida de las niñas en juego.
El rechinido de una puerta me alerta y me tenso. Demonios, no debí haber venido.
—Tienen quince minutos—dice el guardia. El me queda mirando preocupado y yo solo asiento.
—Orquídea—dice asombrado mi progenitor. Contengo la ganas de salir corriendo y solo asiento con una mueca.
—Padre...—digo con voz temblorosa.
—¿Qué demonios haces aquí? ¿No, tendrías que estar, con tu linda familia feliz?—dice con sorna y hago una mueca.
—¿Cual familia?—digo molesta.—Te encargaste de quitarme la única familia que me quedaba—le grito.—Mi madre, la única persona cual se preocupaba por mí. La persona que más me amaba en la vida, esta postrada en una cama, sin vida. No ha despertado aun ¿crees que eso es una familia feliz?
»Maldita sea papá. Hasta el idiota de Reyes me está persiguiendo. Amenazando a las únicas personas importantes que quedan en mi vida. Y todo por tu culpa—gruño.—Si definitivamente eso es una familia feliz.—Me cruzo de brazos recostándome en mi asiento.
—Se lo merecen por malagradecidas—dice divertido.—Por la zorra de tu madre, y por tu culpa por encerrarme en este horrible lugar—me escupe y yo me limpio la cara con asco.
—Te lo mereces—digo sin más y me levanto y comienzo a caminar hacia la puerta.
A unos centímetros de tocar la puerta, él me estampa contra la pared y comienza ahorcar con su ante brazo.
—Mira...—comienza a decir lentamente.—Espero que todo esto, se ponga peor para ti, y para tu madre—dice con una sonrisa cínica y yo solo suelto un grito estrangulado. Y eso lo enfurece, porque me da una cachetada que me tumba al suelo. Saboreo el sabor metálico de la sangre, y toco mi rostro en el área afectada.