Veo a Marcus y las niñas jugar al mismo juego de hace dos noches. Estuviera jugando con ellos, pero mi cuerpo y mente no salen de los tormentosos pensamientos de mi pasado.
Sin soportar más cargar tanto en mi mente, digo lo primero que viene a mi mente—: Tengo que ir al baño chicas, cuiden a el niño Galloway por mi —les guiño el ojo juguetona –como normalmente soy con ellas-, y le lanzo un beso a Marcus, quien me mira molesto.
—No necesito niñeras —se queja.
—Eso lo tengo que cuestionar... —lo veo refunfuñar, antes de salir volando del lugar.
Me encierro en una de las habitaciones en remodelación del hospital, y por lo tanto no hay nadie a mí alrededor, ni a tres metros de distancia. El espacio suficiente para que nadie escuche mis palabras.
Marco el numero que se me grabo con fuego en mi cerebro, y al tercer repique contestan.
—Orquídea... —El placer en su voz me da asco.
—¿Cuánto más tenemos que soportar? ¿No tienes suficiente con lo que hiciste hace cuatro meses? ¡Agradece que no puse cargos en tu contra! ¡Lo ayudaste! ¡¿Por qué demonios lo ayudaste?!
—El viejo necesitaba ayuda, de las dos zorras con cual vivía, no creo que pudiera por si mismo, más tiempo —la mentira en su comentario están obvia, como que guardo secretos, de todos.
—Ni tu mismo te crees esas palabras, Reyes. Tu lo odiabas, ¿por qué el cambio? — gruño.
—¡Tu no sabes nada! ¡Vives en un maldito engaño, todos los días constantemente! ¡Si supieras la verdad, no estuvieras de su lado! —grita, provocando que tenga que alejar el teléfono de mi oído.
—¡Pues dímela! ¡Dime la verdad, de una vez! —grito de vuelta.
La risa que brota de él, es amarga y diabólica, provocando que me estremezca ante ella. Jamás lo escuche reír de esa forma, o al menos, nunca hacia mí. —Si te lo dijera, no sería divertido. Quiero que lo averigues sola. Como él, hizo conmigo—murmura divertido.
—Si no mal recuerdo, él, metió a tu mejor amigo a la cárcel. Por su culpa, tienes esas cicatrices en la espalda, y rostro. Por su culpa, mi madre está en esta posición. No es un santo, Reyes. Y lo sabes mejor que nadie. Te está manipulando ¿entiendes? El es un mentiroso profesional, no puedes creerle, lo que seas que creas, es una mentira. —Trato de convencerlo, trato que recapacite, que entre en razón.
—Algún día sabrás la verdad, Orquídea. Y cuan la sepas, seré el primero en reírme de ti —dice y corta la llamada.
***
—¿Cuánto tiempo durara así? —le pregunto a Sonia, y se encoje de hombros.
—Puede que toda la noche, o puede por un par de horas, no se sabe. El sedante afecta de maneras distintas a las personas. Y tu madre acaba de despertar del coma, Siana. Hay más posibilidad que no despierte, hasta el medio día —señala, y asiento.
—De acuerdo, cualquier cosa, me avisas. No importa qué hora sea —digo en un susurro, y asiente.
Camino hacia la zona de niños con cáncer. Cuando entro veo a Marcus leyéndoles un cuento, mientras Elena y Lizzy se encuentran dormidas en sus camas.
Una débil sonrisa crece en mi rostro. Marcus tiene un gran corazón, al igual que su padre.
Y pensar en el señor Galloway, provoca que mi sonrisa muera. ¿Seré un caso de caridad para él, también? Ese pensamiento provoca que mi corazón se encoja.
—¡Hey! No te había visto. ¿Fuiste a ver a tu madre? —asiento, y sonrío forzadamente.
—Está bien. Tal vez despierte al medio día —respondo en un encogimiento de hombros.
—¿Tal vez?
—Si, tal vez. Puede que despierte más tarde, o en la madrugada, la mañana, al medio día, o hasta la tarde de mañana, quién sabe. Vámonos, tengo que hablar con Dus de algunas cosas.
—¿Qué cosas? —pregunta levantándose.
—El cumpleaños de la Sra. Cee. —No es mentira, tengo que planear su fiesta de cumpleaños. La Sra. Cee ha sido una segunda madre para mí, desde siempre.
Ella y mamá trabajan juntas desde que tengo memoria, y siempre me trato como su hija. Más creo que se lo debo, por lo que le paso a Ed. Por culpa de mi padre, su nieto está preso.
—Estoy dentro —lo escucho decir, y lo miro confundida.