Maraton 2/?
Marcus
Cuatro días. Cuatro putos malditos días, y aun no sabemos algo de Siana. El tal Reyes esta el punto que maniaco, es un lindo niño lamiendo una paleta. Mientras que yo estoy llegando al punto que todo a mí alrededor me altera. Creo que Reyes y yo no encontramos de la misma manera en estos instantes.
—¡Maldita sea! ¿Por qué nadie sabe nada de esos malditos? —ladra Reyes golpeando la pared incontables veces.
El tipo de la última vez —que se llama Mase—, lo detiene antes de que se haga daño. —Cálmate hombre. Ella se encuentra bien —murmura. Sé que miente. Reyes sabe que lo hace. Todos sabemos que miente, pero es mejor guardar la esperanza.
—Esto es mi culpa. Le hubiera cedido la pandilla a Joshua, pero no lo hice ¿por qué demonios no lo hice? —murmura más para sí mismo—. Ahora mi hermana, está en peligro. Mi madre no deja de preguntar por ella. No me puedo quitar de la cabeza lo que pueden están haciéndole en estos momentos, conozco el trabajo de ese bastardo. ¿Qué hago si está muerta? ¿Cómo le explico a nuestra madre, Mase? —lo mira suplicante, si él tuviera la solución a sus problemas.
Suelto un suspiro resignado. Hemos pasado las últimas setenta y dos horas buscando en los lugares donde podrían estar. Hasta a los más obvios, a los menos esperados, pero no encontramos nada.
Mi padre contrato a un investigador privado, para que pudiera encontrar a unos de los bastardos que la rapto. Y adivinen que. ¡No ha encontrado malditamente nada! Ni antecedentes, ni familia, ni cuentas bancarias, nada de nada.
Estoy a punto de perder la calma cuando la Sra. Cee entra con una gran sonrisa. Mi padre no ha querido decirle nada de lo que está pasando, y mucho menos yo. No puedo.
—¡Hola muchachos! Aquí tienen una pequeña merienda, y la correspondencia de esta mañana. ¿Qué más puedo hacer por ustedes? —nos regala una dulce sonrisa, y no puedo evitar desviar la mirada.
Me siento culpable por no decirle, pero es lo mejor ¿verdad? Es una señora de casi setenta años, y ha tenido suficiente drama en su vida, para agregar este a su lista.
—No muchas gracias, Cee. Eres la mejor, si necesitamos algo te llamamos ¿de acuerdo? —le dice Mase con una gran sonrisa.
—De acuerdo. Y quita esa cara RayRay, no le eché nada a la comida —mira a Reyes, con una sonrisa—, aun... —le guiña el ojo antes de salir riendo de la habitación.
Aun no comprendo, como estos dos chicos —que jamás los he visto en mi vida—, son como unos hijos para la Sra. Cee. El primer día que aparecieron, los abrazo y lleno en comida, más preguntas demasiado íntimas.
Ignoro la conversación de las otras dos personas en la habitación, y tomo la correspondencia. Paso nombre tras nombre hasta que el de mío aparece entre las cartas y paquetes.
Busco el remitente o número postal, pero nada. Solo dice mi nombre, y dirección. Qué extraño.
Tomo el abre cartas del escritorio de mi padre, y rompo el sobre, para ver que hay dentro.
—¿Qué tienes ahí? —pregunta Mase.
—No tengo la más mínima idea. Y estoy a punto de descubrirlo —digo sacando las cosas dentro del sobre.
No debí haberlo hecho.
Quiero vomitar.
Quiero golpear algo.
¡Quiero matar a esos malditos hijos de puta!
—¡Mierda! —grito comenzando a pasar las fotos frente a mí.
Son de Siana.
Una Siana maltratada, sucia, encerrada, y lo peor parece rota. Conozco ese ceño fruncido. Está sufriendo más de lo que parece en las fotos.
Su cabello castaño claro está hecho un desastre, su cara está llena de moretones, barro y sangre, sus delicadas manos ensangrentadas y sucias. No puedo decir nada de la demás partes de su cuerpo, porque está cubierto por ropa, pero esta está hecha un desastre.
Me encuentro con las manos atadas. Completamente impotente. No puedo hacer nada. ¿Dónde puede estar?
Cierro los ojos fuertemente, conteniendo las malditas emociones que quieren salir a la luz. Tengo que mantener la calma, como Mase. Sé que si me altero no consigo nada más que eso, alterarme.
Lanzo las fotos al escritorio. No quiero estar cerca de eso. Esa no es mi Siana.
Mi Siana tiene lengua afilada, no se deja dominar por nadie, y a pesar de todo ella sonríe, mostrándoles a todos los demás esa bella sonrisa. Una sonrisa que no está en esas malditas fotos.
—¡Hijos de puta! —escucho el gruñido de Mase, y asiento en silencio. Vio las malditas fotos—. Tenemos que encontrarla. Ya —demanda antes de salir disparado de la habitación.
—¿Qué tenía Mase, en las manos? —pregunta Reyes neutro.
—Fotos.
—¿De qué o quién?
—De... —trago duro, aun sin poder creerlo—. De Siana. Fotos de ella, completamente amoratada. Esos bastardos le han dado duro —murmuro entre dientes.
—¡Maldición! —gruñe antes de salir de la habitación dejándome con esa imágenes atormentando en mis pensamientos.