Siana
—No —gruño.
—No te pregunte, Siana. Soy tu tutor legal, y te vendrás a vivir a mi casa. Hoy mismo. No se discute señorita —me mira con aquella mirada dura que provoca que cualquiera se estremezca.
—Pero...
—¡Que no hay peros! —grita, provocando que me sobresalte. Nunca me ha alzado la voz—. Lo lamento Siana, pero déjame decirte que no voy a poner tu vida en peligro de nuevo. Conocíamos los riesgos, tu más que nadie. Y aun así lo ignoramos. No voy a dejarte sola en esa casa, con esos tipos rondando por ahí.
—Me he podido cuidar bien sola durante estos meses, Sr. Galloway. Puedo seguir cuidando de mi persona.
—Lo estabas haciendo bien, lo admito. Pero ya no es suficiente Siana, ya no es suficiente. Ya ordene que vengan a buscar tus cosas, y las de tu madre. Las dos vendrán a vivir a mi casa, hasta que atrapen a esos, bastardos mal nacidos. Fin de la discusión —dice, antes de salir de la casa.
—¡Dios! —suspiro golpeando mi frente contra la encimera.
No me gusta depender de nadie, él lo sabe. Siempre me ha gustado ser independiente, cuando era pequeña buscaba la forma de conseguir algo de dinero, y poder comprar mis cosas. Me gusta que la gente dependa de mi, aunque yo no de ellos. Admito que si en algún momento necesitare de ellos, pero hasta entonces puedo yo sola.
Tomo una de las cajas que se encuentran debajo de mi cama, para guardar las cosas cuando un mensaje me llega.
Debí haber dejado el teléfono en aquel lugar, me regaño internamente. Pero Joshua pudo encontrarlo, y todo habría sido peor.
S.G: No tomes nada. Ellos se encargaran de eso,
solo encárgate de descansar, Sia.
Bufo molesta, pero no discutiré con el Sr. Galloway. Me limito en contestar: Bien...
No tarda mucho cuando otro mensaje llega. Ven directo a la mansión, te estaré esperando.
Esta vez no respondo, lo dejo así. Tomo las cosas más importantes, como mis cosméticos, las fotos, y alguna ropa, que no quiero que toquen o vean —como la ropa interior ¡Dios, no!—, antes de irme a mi nueva casa temporal.
***
—Dígame donde, y voy yo sola. Conozco este lugar mejor que usted —me cruzo de brazos.
—¿No te dije que no tomaras nada? —pregunta ignorando mi demanda.
—Estas cosas, no quería que las tocaran ¿de acuerdo? Ahora dígame dónde.
—Tercer piso. La segunda después de mi hijo, a la derecha.
—Entendido. Cuando termine de poner mis cosas, me pondré a trabajar —comento, tomando mi maleta.
—Siana, no...
—No habrá discusión. Si voy a vivir aquí, al menos trabajare para pagar mi parte de consumo. Ahora si me permite, tengo una habitación cual visitar —digo con una sonrisa falsa.
—Ve. Sé que no podre contigo —murmura frotándose el puente de la nariz.
***
Unos cuantos gruñidos, maldiciones y bufidos más tarde, al fin tengo todas mis cosas acomodadas. Me encuentro molesta. Aunque esté lugar sea mucho más grande que mi casa —muchísimo más grande—, no me gusta depender del Sr. Galloway, tampoco me siento cómoda viviendo bajo su techo.
Prefiero mil veces estar en mi casa pequeña, cuarto pequeño, con mi closet de madera y baño compartido. Que esta mansión, con un cuarto del tamaño de mi cuarto, la cocina y la sala juntas, un closet igual del tamaño de mi cuarto, y un baño que parece que podría hacer una reunión de cincuenta personas y aun así no estaríamos pegados como sardinas en lata.
Traducción; No me gusta nada estar aquí. Fin.
Puede que sea un peligro vivir ahora sola, más de luego dispararle a Clark, y escapar de ellos. Pero tengo a Ed, Mase, Reyes, y toda su pandilla para defenderme, no estaré sola en la casa.
No como Malcom, que está escondido con su hermana en sabrá Dios donde. Si me preguntan, me encuentro preocupada, no me gusta saber que se encuentra en esta posición por mi culpa.
—¿En qué piensas tanto, Sia? —pregunta Marcus sobresaltándome.
Suelto una maldición baja, antes de voltearme a verlo. —Qué ahora tendremos que vivir bajo el mismo techo —gruño.
—Eso no me parece nada, mal —murmura lentamente, viéndome de manera lasciva, causando que me estremezca de miedo. Así me miraba Clark o Joshua antes de comenzar a jugar—. ¿Siana? Te pusiste pali... Joder. Lo siento, se me había olvidado —me mira apenado y le regalo una sonrisa relajada.
—Tranquilo. Tampoco es como quiera recordarlo. ¿Y cómo no mirarme? Soy una be-lle-za —digo chasqueando los dedos como una diva.
Me mira exceptivo como si no le gustara mi comportamiento. Tengo que admitir que a mí tampoco me gusta un poco este comportamiento.
—Siana...
—¿Qué estudias? Nunca me dijiste que estudiabas —pregunto tratando de ignorar lo que iba a decir.
—Administración de empresas... ¡Pero ese no es el punto! —Gruñe—, ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? ¿Quiere que haga algo por ti?