Antes de que empezaran las clases ya se me acercaron Taehyung y Minho.
El día anterior se habían preocupado porque no había respondido las llamadas. Me di cuenta de que había sido un error rechazarlas. Si hubiera contestado, en ese momento no hubieran insistido tanto por saber qué me había pasado la noche anterior. Todos se dieron cuenta de que no estaba de muy buen humor, así que les expliqué la verdad, que Min Yoongi me había dejado tirada en el mirador del Pikey.
No debería de haberlo hecho, porque en ese preciso instante empezó la guerra de Tae, Minho, Hoseok y Jimin contra Min Yoongi.
Lo primero que hicieron fue pedirle explicaciones - ¡estúpidos!, no que fueran caballeros con la misión de defender mi honor -, y él reaccionó con indiferencia y arrogancia. Apenas se dieron unos empujones en el pasillo, pero luego se batieron en el entrenamiento de esgrima.
Taehyung conocía muchos trucos que rozaban lo permitido, y Min Yoongi le mostró muchos más. Su intención de ridiculizarlo delante de todos fue un fracaso, y el entrenador tuvo que separarlos antes de que fueran demasiado lejos. Dahyun y yo lo oímos todo desde la clase de gimnasia. Ahora Tae también se sentía insultado, lo que no hacía más que empeorar la situación.
Además, Jennie quiso pensar que Min me había dado plantón después de una única noche y así se lo dijo a todos los que la quisieron escuchar, y también a los que no.
A Min Yoongi no le importaba nada. Durante las cuatro semanas siguientes salió con dos chicas de nuestro curso y otra del curso superior, a la que encontraron llorando en los baños después de haber cortado con ella. Me asusté un poco de mí misma al ver que no tenía compasión, pero la verdad era que tendrían que haberlo pensado antes; Min ya tenía cierta fama. Durante ese tiempo no podía evitar observarlo cuando me lo encontraba, aunque con disimulo. Me fascinaban sus movimientos, suaves y acechantes, y hubiera dado cualquier cosa por verle los ojos. Si oía su voz en el pasillo, me flaqueaban las piernas. Una vez, nos encontramos de cara y se me olvidó respirar, aunque no me di cuenta hasta que pasó de largo. Me dedicó una mirada asesina, por decirlo suavemente, y no me explicaba por qué se había enfadado conmigo.
Lo que pasó en el Pikey no podía ser el motivo.
La última semana de septiembre volvió nuestro profesor de literatura inglesa, el señor Webber. Había tenido un grave accidente de coche poco después de empezar el curso, había pasado un tiempo en el hospital y aún caminaba con muletas.
No me había enterado de que había habido un cambio de aula y fui de las últimas en llegar. Como no tenía ganas de sentarme cerca de Kim Jennie, me fui a la penúltima fila. El señor Webber ya estaba en su mesa cuando entrón Yoongi murmurando una disculpa. Sólo quedaba libre el asiento a mi lado… y la última fila, totalmente vacía.
Se me secó la boca, a él tampoco le pasó desapercibido, apretó las mandíbulas y se fue a la última fila. Jennie chismeó con sus amigas y rieron. Sin despegar la mirada de la pizarra me puse roja de vergüenza.
- Me parece que todavía no nos conocemos – dijo el señor Webber mirando la lista.
- No, todavía no – contestó -; me llamo Min Yoongi y me cambié a este instituto hace apenas dos meses.
- Bienvenido, entonces – añadió el profesor -, pero prefiero que se siente al lado de Ahn Haneul, Yoongi, así no me quedaré afónico. No se preocupe, no lo va a morder.
Me di la vuelta, él me miró.
No, yo no lo mordería, pero ¿él a mí? Después de un incómodo silencio se sentó a mi lado. La mirada que creí percibir, aunque a través de las gafas oscuras, me mandaba al infierno como si yo fuera la culpable del acercamiento forzoso.
Con los brazos cruzados y sus largas piernas estiradas, Min se puso cómodo. Fijó la vista en un punto detrás del profesor y se quedó inmóvil, como diciendo <<Sólo estoy aquí porque me obligan, dejadme en paz>>. Y no había cosa que hiciera yo con más placer que eso.
Al principio del curso habíamos empezado a leer El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Probablemente él no lo supiera o no le interesara o había olvidado su libro en casa, la cuestión fue que cuando le tocó leer un pasaje, le acerqué un poco el libro. Lo hice con la precaución con que se le acerca un filete a un animal de presa enjaulado. Con fastidio se sentó derecho y se inclinó algo así como un centímetro hacia mí.
Bajo la mesa vi cómo apretaba los puños.
Leyó alto y claro. Su voz me daba escalofríos y me costaba estar quieta. Le pasaba las páginas y una vez casi se me olvida, aunque nadie lo notó porque todos los escuchaban absortos.
Cuando salió de su asombro, el señor Webber le dijo que era suficiente, y Min volvió a su posición de antes, distante y soberbio, aunque me pareció oír rechinar sus dientes.
Al acabar la clase, el profesor nos pidió que nos quedáramos un momento.
- Como ya saben, el mes que viene es la fiesta de Halloween – dijo entre rumores -. Gracias al padre de Jennie la celebraremos en el antiguo teatro.
Hubo un rumor genera, y el señor Webber levantó la mano haciéndonos callar.
- Ayer le eché un vistazo, está lleno de polvo y hay que sacar muchos trastos viejos antes de empezar a montar el decorado. Hoy, a las tres de la tarde, los del equipo de limpieza tienen que estar en la puerta – Los que, como yo, pertenecían al equipo, emitieron un murmullo de fastidio.
- Sí, ya lo sé – continuó el profesor comprensivo -, pero alguna vez tenemos que empezar. Como Jimin se ha roto la muñeca, necesitaremos un sustituto – dijo mirando a Min y sonriendo. - ¿Qué le parece, Yoongi? – sugirió -. Al fin y al cabo, dicen que fue el responsable del accidente.
Min iba a decir algo – apuesto que un << ¡no!>> rotundo -, pero el profesor no le dio la oportunidad.
- Muy bien, entonces todo solucionado – sentenció asintiendo y mirándolo -. Nos vemos allí a las tres.