Mi Luz en la Oscuridad - Min Yoongi (suga) - Bts

Capítulo 19


La sed lo sacó de su escondite. Desde que se había puesto el sol, el cazador vagaba por la ciudad sin rumbo, harto del mundo y de sí mismo. En la otra acera vio a un hombre paseando a su perro. Estaba desprevenido, hubiera sido una presa fácil, pero lo dejó marchar.

Se oía música, los bajos resonaban en el callejón. El volumen aumentó y volvió a su fuerza anterior, amortiguado por una puerta que se cerraba. Se le cruzaron un par de adolescentes que salían entre risas del local. Dudó un instante, miró hacia donde venía la música, se metió las manos en los bolsillos y se dirigió hacia allá. La discoteca gótica del final de la calle. A medida que se acercaba, los bajos vibraban con más intensidad. En la puerta, un grupo de jóvenes de distintas edades se amontonaban esperando a que los dejaran entrar. Levantó la mano, como haciendo una señal, y el portero lo dejó entrar con una sonrisa.

Una música ensordecedora le dio la bienvenida, cruzó un pasillo poco iluminado, abriéndose paso entre la multitud…

La sala de baile estaba a rebosar. Los peldaños de la escalera de acero que ascendía a la galería servían de asiento para muchos. El lugar más iluminado era la barra, y estaba tan llena que quien quería pedir algo tenía que abrirse paso. Cada segundo que pasaba, la sed del cazador aumentaba. Los jóvenes lo dejaron pasar inconscientemente cuando bajó la escalera, de igual manera que se apartaban en la galería a medida que avanzaba. Los viejos instintos de supervivencia seguían vigentes sin que ellos lo advirtieran. Miró la pista de baile desde lo alto, sus ojos ya se habían acostumbrado a la luz parpadeante. Apretó las mandíbulas, su víctima estaba en algún lugar de la ciudad, quién sabía si estaría en ese momento bailando allí mismo. Aunque las últimas semanas había dejado de lado la misión del príncipe, la iba a retomar y haría lo posible para restituir el honor de su familia.

Se arrepintió de haber ido a la discoteca, podía calmar su sed sin llamar la atención en cualquier otro lugar. Se dirigía a la salida cuando se topó con una chica que le sonrió. El yudraj le devolvió la mirada y la cogió de la mano para llevarla a un rincón oscuro y apartado. A la chica apenas se le escapó un grito de sorpresa cuando sintió la pared a sus espaldas. El cazador le apartó un mechón de pelo que le tapaba el cuello. Sintió la presión de siempre en los dientes. Sin prisas acarició el cuello de la muchacha con los labios buscando el lugar donde le palpitara más fuerte el pulso.

Ella emitió un leve suspiro y dejó caer la cabeza, primero hacia atrás, luego a un lado.

Cuando él hundió los colmillos en su cuello se puso tensa en un instante y luego se dejó caer en sus brazos. Le corrió la sangre, oscura y densa, por la garganta. Bebió lentamente, concentrado en el sabor salado y dulce, como de cobre, sin importar lo amargo de la droga. Podía estar tranquilo, nadie sospecharía lo que estaba pasando excepto los que eran como él.

Dejó de beber cuando la sintió flaquear. La chica emitió un mudo quejido cuando el cazador, después de lamerle las dos pequeñas heridas que habían dejado sus colmillos, separó los labios de su cuello. Las heridas se cerraron de inmediato, dejando apenas un par de marcas, que al día siguiente ya habrían desaparecido. La chica se dejó caer con un suspiro en sus brazos y él la llevó a una mesa que había quedado libre sin que ella opusiera la más mínima resistencia. La sentó y se aseguró de que no resbalara. Quien la encontrara pensaría que había bebido demasiado o había tomado drogas. Cuando despertara no se acordaría de nada, de eso ya se había encargado. Una joven pálida lo miró, él inclinó la cabeza, interrogante, y ella se encogió de hombros.

Mi señor quiere hablar con usted, yudraj, lo espera en su despacho – dijo, y señaló una pesada cortina al lado de la barra.

El despacho tenía una tenue y cálida luz. De las paredes colgaban bonitos tapices y sobre el parquet había tupidas alfombras. El cazador avanzó hacia el escritorio de metal y vidrio y el amo del local, que estaba trabajando en el ordenador, se levantó para recibirlo. Su pálido rostro tenía facciones demasiado juveniles para su mirada calculadora y fría.

Esperaba que nos honraras con tu visita, yudraj. Come stai? – lo recibió el hombre, y lo invitó a sentarse – Quizá sepa algo que te interese: se rumorea que el creado que buscas va a volver a este pueblo en breve.

¿Cómo lo sabes? – dijo el cazador inclinándose hacia delante en el sillón.

Nunca revelo mis fuentes – respondió el hombre resoplando -, pero te garantizo que son de fiar. Vieron a dos de los suyos, lo que significa que va a venir.

¿Y tú nunca lo has visto? – dijo reclinándose.

El hombre negó con la cabeza.

Siempre deja que otros hagan el trabajo sucio.

Y entonces ¿cómo sabes que es él?

El hombre lo miró con detenimiento, se levantó de repente y dio la vuelta a la mesa.

Meneó la cabeza incrédulo.

Per dio, ¡no me lo creo! Ahora entiendo… Sé quién eres – dijo sonriendo – Has engañado a toda la ciudad – prosiguió – Si no, ¿por qué tanto misterio? ¿Qué ha pasado con tu hermano?

Ha desaparecido – respondió el yudraj.

Supongo que el creado que andas buscando tiene que ver con lo sucedido, ¿cierto? – dijo el hombre.

Es bastante probable – contestó.

¿Eres consciente de que a los príncipes les gustaría saber que has vuelto?

¿Y quién se lo va a decir? ¿Tú? – dijo el cazador sin inmutarse.

Per dio, no, claro que no. Prefiero que quites de en medio al creado. Además, tengo una deuda con tu hermano.



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Editado: 12.06.2020

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