Mi Luz en la Oscuridad - Min Yoongi (suga) - Bts

Capítulo 23


Yoongi se quedó callado, me miró, y asintió:

- Como quieras, Kim, nos vemos en la tarima – se dio la vuelta y siguió su camino.

También Taehyung nos miró a Dahyun y a mí, y se fue. Me quedé perpleja, tenía que hacer algo.

¡Se habían vuelto locos! Salí detrás de Yoongi antes de que Dahyun pudiera reaccionar. Lo alcancé a medio camino de su clase.

- ¡No quiero…! – exclamé sin aliento, y me miró sin decir nada - ¡No quiero que os peleéis como salvajes!

- No somos salvajes, es un deporte – contestó impasible.

- ¡Deporte! Sólo os estáis haciendo los machitos.

- ¿Quieres que no suba a la tarima?

- ¡Sí!

- No puedo, me ha retado.

- Pero eso no significa que tengas que aceptarlo.

- Ya lo he hecho – objetó -, y no me retiraré como un cobarde –dijo como si los duelos fueran lo más normal del mundo.

- Por favor, Yoongi, no vayas.

Se subió las gafas y me miró.

- No, Hana, aunque te cueste entenderlo: no puedo retirarme – por un momento pareció mucho mayor de veinte años – En mi…familia, el honor es lo primero, porque a veces es lo único que te queda – Se encogió de hombros – Tu amigo Taehyung, como espadachín, no sabe lo que es el honor. Él me ha retado, él es quien puede retirarse, no yo.

Me hubiera gustado preguntarse dónde había crecido con esa visión tan retrógrada del mundo, pero sabía que no me iba a responder. Había prometido no hacerle preguntas, así que me limité a agarrarle las solapas de la chaqueta.

- Por favor, no quiero que os hagáis daño.

Su mirada era dura, como la de quien ha visto cosas que hubiera preferido no ver. Sus ojos parecían los de alguien mayor, cada segundo escondía una eternidad.

Me cogió las manos, las tenía frías.

- No voy a retirarme – dijo – pero le insinuaré al entrenador lo que pasa. Seguramente no nos dejará subir a la tarima, no después de lo que pasó la última vez. Es lo único que puedo hacer por ti.

Lo miré angustiada. No me quedaba más remedio que aceptarlo y asentí. Se quedó más tranquilo.

- ¿Nos vemos después de esgrima? – murmuró, y me acarició las manos.

- ¿Por qué no antes? - ¿Acaso tenía miedo de que volviera a insistir?

- Porque tendré que darme prisa si quiero llegar a clase antes que tu amigo para hablar con el entrenador.

- Sí, claro – dije mordiéndome los labios.

- ¿Quedamos en los bancos bajo el arce? Si te apetece, podemos dar una vuelta con la Blade esta tarde, prometo no ir rápido.

Me quedé con ganas de despedirme con un beso.

Toda la clase de geografía me la pasé de los nervios sin parar de mirar la hora. Por suerte, Dahyun me había esperado y le dimos al profesor la misma excusa de antes: que me encontraba mal y me había acompañado afuera para que me diera el aire. Por lo visto era verdad que no tenía buena cara, porque el profesor, que era un buenazo, me preguntó si no prefería irme a casa.

¡Ni loca!

No podía irme dejando esa situación ahí.

El profesor se me acercó preocupado cuando acabó la clase, me preguntó cómo estaba y qué tenía después y, aunque le aseguraba que ya me encontraba mejor, insistía en que me fuera a casa. No me dejó en paz hasta que Dahyun le prometió que iba a cuidar de mí.

Para tranquilizarme me compré una Coca-Cola y una barrita de chocolate, pero la dosis de azúcar no pareció hacer su efecto.

Las animadoras estaban ensayando una coreografía, así que dimos clase cerca de los chicos, separados tan sólo por una pared de colchonetas apiladas. Montando con las chicas la barra de equilibrio, intentaba reconocer la voz de Yoongi o de Tae.

El corazón me palpitaba con fuerza. No pude prestar atención a la profesora cuando nos explicó el ejercicio.

Dahyun fue la primera. Del otro lado de escuchaba el sonido de las espadas y los gritos del entrenador.

Luego le tocó a otra compañera. ¿No era ésa la voz de Tae? ¿Había sido Yoongi el de la respuesta cortante?

La profesora pronunció mi nombre y señaló la barra. El entrenados indicó algo y se oyó el choque de espadas. Eché un vistazo a la sala contigua.

- ¡Haneul! ¡Concéntrese! – me avisó la profesora.

Tomé impulso, salté en el trampolín y aterricé segura en la barra de equilibrio.

- ¡Min! ¡Kim! ¡Poneos las protecciones y a la tarima! – se oyó decir.

Me puse nerviosa y cometí un error.

- ¡Haneul! – la profesora parecía enfadada.

Respiré hondo, sentí la mirada preocupada de Dahyun. El repiqueteo de espadas empezó de nuevo, más rápido y furioso.

Di dos pasos adelante e hice una vertical. El entrenador gritó, como maldiciendo. Estiré los brazos guardando el equilibrio, hice la vertical, aterricé y de nuevo estiré los brazos.

Se oía el ruido de las espadas y el entrenador volvió a gritar algo. Di un giro. Las espadas sonaron con más intensidad. Dos pasos adelante, rueda, me fui demasiado a la izquierda, resbalé y caí en la colchoneta con la mala suerte de que mi mano golpeó en los soportes. Esta vez fui yo la que soltó un grito. Mis compañeras chillaron y se acercaron.

El ruido de espadas cesó.

El entrenador parecía enfadado. La profesora le echó un vistazo a mi mano y ordenó que trajeran el botiquín. Me salía sangre.

- ¡Hana! – de repente apareció Yoongi. Con el atuendo blanco de espadachín parecía un caballero que venía a salvarme.

- No es nada – le aseguré, algo molesta, aunque me dolía a rabiar – Sólo es un arañazo.

La hemorragia había disminuido. Yoongi se quedó mirándola, inquiero. Respiraba de forma entrecortada y le costaba tragar saliva; se levantó sin dejar de mirarme la herida, se dio la vuelta, y salió a toda prisa hacia los vestidores. Nos quedamos todas sorprendidas.

 

 

 

Al día siguiente a esta hora todo el instituto sabría que Min Yoongi no podía ver la sangre.



#96 en Fanfic

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Editado: 12.06.2020

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