Quince minutos después estaba sentada a la mesa con mi albornoz y con una toalla enrollada en la cabeza.
El bistec estaba poco hecho, y aunque normalmente lo prefiero pasado, me lo comí con mucho apetito. Hyeon no pudo esconder su asombro. Además, apenas toqué el queso de oveja, en cuanto le di un bocado, mi estómago se rebeló.
Conseguí comerme la mitad. Hyeon no se lo podía creer. Me preguntó qué había pasado con mi mano y se lo expliqué casi todo. Tuve que insistir en que no era grave y no tenía sentido llamar a mi tío por eso. La quise ayudar a lavar los platos pero no me dejó, así que subí a mi cuarto a hacer deberes.
No lograba concentrarme, me venía a la cabeza la conversación con Yoongi en el mirador. ¿A qué se refería con que era peligroso? Era cierto que había prometido no hacer preguntas, pero no podía quitármelo de la cabeza. Él mismo admitía esconderme algo, pero ¿qué? ¿Algo ilegal? Seguro, si no, no tendría tanto miedo de contármelo e involucrarme. Cuanto más lo pensaba, más segura estaba de que Yoongi se escondía de alguien. ¿Dónde mejor que en un pueblucho? La pregunta era de quién se escondía, ¿de la policía o de criminales?
Viéndome especular de esa manera me sentí ridícula.
Dios mío, Tae tenía razón: no sabía nada sobre Yoongi. De todos modos, dudaba que fuera la policía quien lo buscara. Probablemente Yoongi trabajaba o había trabajado para la policía, seguramente para la secreta. Quizá había seguido la pista de unos criminales y había estado tan cerca que lo habían descubierto y tenía que esconderse. Por eso dijo que iba a irse pronto de este pueblo. Pero… ¿no era demasiado joven para ser policía secreta? Apenas era unos años mayor que yo.
Sólo sabría la verdad cuando él me la quisiera contar, y no parecía que lo fuera a hacer pronto. No rompería la promesa de no hacer preguntas, aun cuando la curiosidad me quitara el sueño. Dándole vueltas a esto me quedé dormida. Como en las noches anteriores soñé con Yoongi.
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La puerta del pub se abrió y, detrás de una pareja, salió un hombre. En el último escalón se encendió un cigarrillo, y se dirigió al aparcamiento. El cazador dudó un instante, pero al fin salió de la sombra y lo siguió sigilosamente. Dos farolas iluminaban la explanada en la que apenas había coches.
El hombre se paró ante uno de los coches.
El cazador aceleró el paso y lo alcanzó cuando el hombre abría la puerta del vehículo.
El hombre apenas gimió cuando le apartó el cuello de la camisa y le hundió los colmillos en la yugular.
El cazador bebió tranquilo, pero siempre atento de que no viniera nadie.
Oyó pasos de zapatos de tacón acercándose y chupó las dos heridas, que se cerraron de inmediato. Metió a su víctima en el coche, cerró la puerta y se volvió en el mismo momento en que la mujer lo vio.
- Perdone – el cazador se dirigió a ella, apartándose de la puerta suavemente - ¿Tiene móvil? Mi amigo no se encuentra bien, y me he quedado sin batería.
La mujer abrió el bolso. Él se le acercó en cuanto ella bajó la mirada. La mujer gimió del susto y lo miró con los ojos desorbitados. El bolso cayó al suelo. El cazador le apartó el pelo y se le acercó al cuello. Sintió el vago dolor en la mandíbula cuando le salieron los colmillos pero desapareció en cuanto la sangre llenó su boca. Tenía un sabor más suave que la del hombre.
Bebió tranquilo, hasta saciarse, y le chupó la herida.
Dos presas en una noche iba contra las normas, pero no le importaba en lo más mínimo.
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Sonó el despertador. Era un día plomizo y las nubes parecían cargadas de lluvia. Deseé con todas mis fuerzas que se despejara antes de que acabaran las clases, no quería que la excursión con la Blade fuera pasada por agua. Con la mano vendada tardé aún más en el baño que de costumbre y apenas tuve tiempo de acabarme la taza de té. Hyeon me metía prisa y yo me limité a sonreírle, suplicante, mientras salía de casa corriendo.
Estaba lloviznando cuando llegué al instituto. Por suerte, encontré un aparcamiento relativamente cerca de la entrada y apenas me mojé. A cubierto, busqué la moto de Yoongi, pero todavía no había llegado. Si no se daba prisa, se iba a mojar; las nubes cada vez eran más densas.
Oía cuchicheos y me seguían las miradas indiscretas por el pasillo. Por lo visto, todavía era noticia que Yoongi y yo saliéramos juntos. Intenté ignorarlo y ordené los libros en mi taquilla. Al cerrar la puerta, Jennie y su sequito se me quedaron mirando. Ésta me escrutó con desprecio, se apoyó en las taquillas y me dijo:
- Créeme Haneul, te va a dejaren un abrir y cerrar de ojos, como a las otras.
- Métete en tus asuntos, Jennie.
- Hemos hecho apuestas. Jisoo ha dicho tres días, yo creo que dos son suficientes. ¿Quién crees que ganará?
- Ninguna delas dos – dije cerrando el puño.
- ¿Seguro?
- Segurísimo – dijo una voz, y me abrazó por detrás una chaqueta negra.
- Yoongi…. – dijo Jennie dando un paso atrás. Se mostró tan sorprendida que pareció que hubiera surgido de la nada.
Me dila vuelta, tenía el pelo mojado por la lluvia. Detrás de las gafas me pareció adivinar sus ojos, y la manera en la que sonreía hizo que me flaquearan las piernas. Estaba guapísimo. Estrechó el abrazo y sentí su pecho. Me dejé mimar y miré a Jennie.
- Ya lo has oído – dije.
- Ya veremos – me lanzó una mirada asesina y se fue.
- Rata envidiosa – dije.
Yoongi rió suavemente.
- Vaya, vaya, ¿qué palabras son esas, mademoiselle Hana? – dijo burlándose.