No quería que los mirones tuvieran más motivos para chismear. Yoongi debía de pensar lo mismo, porque fue soltándome poco a poco. Cuando me volví me crucé con la mirada de Tae, que estaba al otro lado del pasillo mirándonos con cara de pocos amigos.
Después de unas horas me di cuenta de que los otros chicos que también consideraba amigos míos miraban a Yoongi con casi tanto desprecio como Taehyung. Quizá no lo manifestaran abiertamente como él, pero ninguno demostró un mínimo de simpatía. Jungkook se mantenía al margen, aunque no del todo neutral; sin duda, compartía la opinión de los demás.
Me sentía impotente, Yoongi se dio cuenta y eso me hizo sentir aún peor.
La única que no tenía nada en contra de mi relación con Yoongi era Dahyun. Me dio un abrazo y me dijo que hacíamos una muy buena pareja. A pesar de la distancia de mis supuestos amigos, era feliz. Al lado de Yoongi disfrutaba de cada segundo.
En clase contaba impaciente los minutos que faltaban para verlo, sabía que me estaría esperando a la salida. En las pausas me pasaba el brazo por encima de los hombros o pegaba mi espalda a su pecho. A pesar de que nunca iba, en la pausa de la comida me acompañó a la cafetería porque no quería dejarme sola con las “hienas”, como llamaba a Jennie y sus amigas.
El poco apetito que tenía se me fue cuando vi cómo nos miraba Tae. Estaba sentado con los demás en la mesa de siempre e interrumpió su conversación con Jimin y Hoseok cuando me acerqué con Yoongi. Me hubiera ido a otra mesa de no ser por Dahyun que, de lejos, nos hizo señas para que fuéramos. Tae se levantó de mal humor y se fue. Me puse colorada y miré a Yoongi de reojo. Ni se había inmutado, parecía darle igual lo que hiciera o dejara de hacer Taehyung.
Dahyun también se sonrojó, y Jungkook no se atrevía a mirarme. Jimin y Hoseok carraspearon molestos. Nos sentamos en silencio.
Yoongi me acarició la mano, y no supe si había hecho eso adrede o había sido casualidad hasta que vi su sonrisa dura y fina. Por una vez me dio igual lo que hicieran los demás. Yoongi estaba ahí, y eso era suficiente.
A pesar de los heroicos intentos de Dahyun de combatir el silencio – ayudada por Jungkook, aunque creo que por mala conciencia – no fuimos capaces de tener una conversación decente. Además, se me cerró el estómago y no pude acabar de comer. Yoongi levantó una ceja indicándome la salida, y asentí. Nos despedimos de todos y nos fuimos. Llevando las bandejas, me fijé en el plato de Yoongi. No sabía que pudiera destrozar un sándwich de esa manera y no probar ni un bocado.
Las siguientes horas evité a Tae. Por suerte, ni Yoongi ni yo teníamos clase con él esa tarde. Yo lo hubiera aguantado, pero tenía miedo de que ellos volvieran a pelearse. Cuando ya nos íbamos a casa, Jungkook vino corriendo detrás de nosotros. Seguía chispeando y no parecía que fuera a parar. Oía gritar mi nombre y Yoongi y yo nos volvimos.
- ¿Puedo hablar un momento contigo, Hana? A solas – dijo sin aliento y evitando la mirada de Yoongi.
Le miré sorprendida y luego a Yoongi, que levantó su ceja y dijo:
- Te espero en el coche. Adiós, Jungkook.
Jungkook esperó a que se alejara para dirigirme la palabra.
- El viernes es mi cumpleaños. He invitado a todos y quiero que vengas. Iremos al cine y luego comeremos algo – esperé en silencio – sólo que no quieren que traigas a Yoongi – dijo sin más rodeos y me quedé perpleja – pero tú no puedes faltar.
- ¿Quién no quiere que traiga a Yoongi? – pregunté.
Tal y como se habían portado antes mis “amigos”, ni siquiera se lo hubiera propuesto, pero me fastidiaba que me negara esa posibilidad.
- Hana, compréndelo. Tae es uno de mis mejores amigos.
- Y te dio a elegir, él o Yoongi, ¿no? – especulé enfadada – O voy con Yoongi o no voy.
- Hana, por favor.
- Olvídalo. Pásalo bien el viernes. Adiós, Jungkook.
Me volví bruscamente y me dirigí al coche, donde me esperaba Yoongi, apoyado en el capó.
- ¿Todo bien? – preguntó.
- Sí – contesté disimulando mi enojo.
- ¿De verdad? – dijo cogiéndome del brazo y mirándome a los ojos.
- Sí – me solté y evité su mirada.
- ¿Seguro?
- ¿Qué tal si por una vez eres tú el que no hace preguntas? – dio un paso atrás levantando las manos. Me había pasado – perdona.
Se encogió de hombros con una sonrisa.
- No te preocupes. Si estuviera en tu lugar estaría de los nervios. – me cogió la mano - ¿Qué puedo hacer para que te relajes?
Me apoyé en su pecho.
- Llévame lejos de aquí. Vámonos con la Blade a dar la vuelta que me prometiste.
- Será mejor dejarlo para otro día, nos mojaríamos – me levantó con los brazos para tenerme a la misma altura. - Saldremos en cuanto haga buen tiempo – me prometió con tono serio, pero alegre.
Tuve que esperar dos días para que pudiera cumplir la promesa. Parecía que el tiempo, igual que mis amigos, conspiraba en nuestra contra. No paró de llover ni un instante. Pasaba todos mis ratos libres con Yoongi y ya no íbamos a la cafetería, sino a las mesas de Go! de la biblioteca. Aunque estaba prohibido comer allí, me tomaba un refresco y comía una barrita de chocolate. No tenía apetito, pero Yoongi insistía en que comiera algo.
Después de clase hacía la vista de rigor en casa y me iba a la mansión. Nos sentábamos en la veranda, mirando el lago, y veíamos llover o admirábamos el sol cuando se asomaba entre las nubes y convertía el paisaje en un paraíso de niebla y luz. Cuando tenía frío, entrábamos en la sala y nos poníamos cómodos a la luz del hogar, que Yoongi siempre encendía. Hacíamos juntos los deberes y con desconsuelo comprobé que, como Tae, era un genio de las matemáticas, aunque con gran diferencia. Mientras que para Taehyung los números eran pura lógica y hechos, y todo era demostrable y calculable, para Yoongi los números también era armonía y música, y él era músico en cuerpo y alma.