Un sol radiante me saludó con sorna por la mañana. Me sentía miserable, y encima la mandíbula me dolía horrores. Tenía un sabor amargo en la boca y todavía llevaba puesta la ropa del día anterior. Era como si no hubiera pegado ojo en toda la noche.
Yoongi me había dejado.
Sólo de pensarlo se me hizo un nudo en la garganta. A duras penas salí de la cama y llegué hasta el baño; tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar. ¿Por qué me había dejado? ¿Qué le había hecho? Todo estaba bien hasta que leyó el nombre de mi padre…. ¡El diario de mi madre! No dejó que me lo llevara, me metí en la ducha e intenté ordenar mis pensamientos bajo un chorro de agua caliente. Cada vez estaba más indignada. No podía aceptar que Yoongi me echara de su vida de esta manera. “No quiero volverte a ver, olvídate de que nos conocemos. ¡Lo nuestro ha acabado!”, había dicho.
¡Idiota! Podía ser que lo nuestro hubiera acabado, pero ¿por qué? Tenía derecho a saber el motivo, ¿no? Yoongi tenía que decírmelo; además quería recuperar el diario de mi madre.
Hablaría con él en la escuela, lo quisiera o no. Como la ducha no me había borrado las huellas del llanto, me maquillé ligeramente. Me vestí y preparé las cosas para ir a clase.
En la cocina me esperaba Hyeon, que ya me había preparado una taza de té.
- Tu tío quiere verte, te espera en su despacho – dijo triste.
Fui a verlo con el estómago revuelto. Una lámpara iluminaba los libros viejos en las estanterías, que llegaban hasta el techo. Las cortinas estaban corridas y no dejaba entrar el sol de la mañana. Estaba en el escritorio, y detrás de él había dos hombres que nunca había visto antes. ¿Desde cuándo se rodeaba mi tío de guardaespaldas? Me quedé de pie entre los dos sillones de piel, delante de s escritorio de caoba. No me dejó ni darle los buenos días.
- Estoy muy decepcionado, jovencita. Yo intentando protegerte, y tú ahí rodeada de criminales – empezó.
- Yoongi no es ningún…
- ¡No discutas! – dijo interrumpiéndome.
Di un paso atrás sorprendida por su respuesta y topé con alguien a mis espaldas. Me di la vuelta, asustada; era otro de los impasibles guardaespaldas de mi tío. Me puso la mano en el hombro y me giró para que estuviera de cara a Seokjin, que le hizo un gesto y me soltó.
- He hecho un par de investigaciones sobre tu amiguito. Ha cometido más delitos de los que puedas imaginar. No volverás a verlo.
No quise decir que, de todas formas, él tampoco quería verme, pero mi tío interpretó mi silencio a su manera:
- Como por lo visto no te interesa cumplir nuestros acuerdos – prosiguió – pagarás tu mal comportamiento: estás castigada sin salir de casa.
- ¡No es justo! – exclamé enojada - ¡No he hecho nada!
- ¿Salir a escondidas con ese criminal de Min te parece poco? Ni siquiera Hyeon o Namjoon sabían que salías con un chico.
Tal y como lo dijo no me quedó claro si me prohibía salir con cualquier chico o sólo se refería a Yoongi. Le iba a decir que mis novios no eran asunto suyo.
- Estás castigada y no quiero oír ni una palabra más – dijo, señaló al hombre que estaba detrás de mí – Jieuk te llevará y te recogerá del instituto.
- ¿Él? ¿Y Namjoon?
- Está despedido, al igual que Hyeon – contestó con un gesto frío – Han demostrado ser incompetentes en lo que a tu educación y seguridad se refiere.
- ¡No puedes hacer eso!
Hizo una señal, el guardaespaldas me cogió del brazo y me sacó del despacho. Hyeon estaba en la sala, corrí y la abracé. Me dio unas palmaditas en la espalda, me dijo que tenía que ser valiente, que ya era mayor, y que me escribiría. Lo último que me dijo fue que me diera prisa o llegaría tarde a clase. También tenía los ojos llorosos. Jieuk iba detrás de mí, como cerrándome el paso. El coche nos esperaba en la entrada, subí a mala gana y Jieuk arrancó. Hyeon me decía adiós con la mano desde la escalera. Me dio la sensación de que no era ella la que se iba, sino yo. ¡No era justo!
Las clases pasaron con lentitud y a eso se le añadía las incontables preguntas de Jungkook y Dahyun. Yo sólo les dije que mi tío se había enterado de lo de Yoongi y me había castigado sin salir. No dije nada de nuestra ruptura porque eso sería aceptarla, y todavía tenía que hablar con él.
En casa, Hyeon había hecho una lasaña….¡mi plato favorito! Lo hizo como última despedida y, al verla casi me pongo a llorar. Cuando la olí, la tristeza se apoderó de mi y me quitó el apetito. La guardé y me hice uno de mis tés.
Le dejé mil llamadas a Yoongi, ninguna con respuesta.
En la noche me encontré a mi tío en la cocina:
- Me iba a calentar la lasaña – dije cuando no aguanté más el silencio ni su mirada.
- Claro, como quieras, mi niña. No estás presa, solo castigada. – me recordó, y me señaló el microondas – Te estaba preparando un té, y te lo iba a subir y darte las buenas noches.
- Gracias – dije, y forcé una sonrisa.
De nuevo se hizo un silencio incómodo. La lasaña todavía estaba en el horno, pero como al mediodía, con sólo olerla, se me quitó el apetito. Pero aún, se me revolvió el estómago, así que la guardé en el frigorífico. Mi tío me miró interrogante.
- No me apetece – dije – el té es suficiente.
Cogí la taza y salí de la cocina. De reojo me pareció ver a mi tío esbozar una breve sonrisa fría y triunfante.
El día siguiente fue otra tortura. Jieuk llevándome y trayéndome del instituto. Clases pesadas, casa sola, aunque en parte agradecía eso último.
Me iba a costar acostumbrarme a la ausencia de Hyeon y Namjoon. En la casa no había nadie más que Jieuk y yo. No siquiera me tomé un té, no había tiempo que perder.
Lo había decidido.
Me puse ropa oscura, salí por la ventana, crucé el techo y caí en el jardín agarrándome a la tubería del desagüe. Agachada, recorrí toda la pared de la casa hasta la esquita más cercana al bosque que llevaba a la mansión de Wale.