Cuanto más me acercaba a la mansión, más insegura me sentía. ¿Qué le iba a decir a Yoongi? ¿Cómo reaccionaría? Tenía las manos húmedas y la boca seca cuando por fin llegué. El viejo caserón se veía oscuro y abandonado en los últimos rayos de sol del día. Las ventanas reflejaban la luz anaranjada, las primeras sombras caían violeta en los ángulos de la ventana.
Tomé el camino más corto a la entrada principal, por detrás del garaje, estaba tensa y tuve un mal presentimiento cuando vi que no estaba la Blade, sólo había un coche, el que me pareció haber visto aquel otro día. Era un Corvette Sting Ray negro reluciente. ¿Cómo se podía permitir un coche como éste y la Blade? ¿Por qué nunca me había dicho nada del coche? Me di cuenta de que nunca me había llevado al garaje cuando sacaba la moto, ¿quizá para que no lo viera?
Mi desasosiego aumentó cuando vi que la puerta principal tampoco estaba cerrada con llave. En el pasillo busqué el interruptor, un poco de luz no me vendría mal para los nervios, pero no se encendió.
- ¿Yoongi? – llamé, y esperé una respuesta, sin éxito.
¿Qué esperaba? Si no estaba la moto, él tampoco.
En la sala vi el diario de mi madre en el suelo, tal y como lo habíamos dejado.
Mi intranquilidad se transformó en miedo; todo estaba tal cual lo habíamos dejado el día que me saco a rastras de la casa. Recordé que no había cerrado la puerta ni le había puesto el candado al garaje. ¿Acaso no había vuelto? Me dijo que algún día se marcharía, pero ¿así, sin más? ¿Había tenido un accidente?
Saqué mi móvil y llamé a la policía. Me dijeron que no había habido ningún accidente de moto en los últimos días, que tampoco habían detenido a nadie con esas características, y que si quería denunciar su desaparición tendría que ir a la comisaría en persona. Ni loca, mi tío se enteraría. Algo había pasado, y cuanto más pensaba, más me preocupaba. Recogí del suelo el diario de mi madre y me lo guardé en el bolsillo.
Quizá hubiera en la casa alguna pista de lo ocurrido. Fui a la habitación de Yoongi. Nunca me había llevado pero supuse que estaba en el primer piso. La escalera crujía, y la barandilla estaba cubierta de polvo. En el pasillo había puertas a ambos lados, y en el fondo de una escalera más pequeña y destartalada, llevaba a la buhardilla. Todo estaba lleno de polvo y en el suelo se percibían las huellas de Yoongi, que seguían derechas a la escalerita y tan sólo se metían en uno de los cuartos. Las seguí y eché un vistazo: era un baño de baldosas blancas con bañera, nada especial. Salí de nuevo al pasillo y me volví a fijar en las huellas, que no entraban en ninguna otra habitación. ¿Cómo era posible? ¿Acaso dormía ahí? En las paredes habían marcas rectangulares donde había cuadros, la moqueta estaba descolorida y amarillenta en los bordes.
Me asomé al par de puertas que estaban abiertas – mis padres habían vivido ahí – por lo menos un tiempo, antes de irse a Nueva York y morir a manos de un atracador. Me quedé pensativa. Según el diario, podrían haberlo asesinado premeditadamente. ¿Y si no había sido un robo? Se me hizo un nudo en la garganta. Las habitaciones contenían muebles cubiertos con sábanas blancas. ¿Por qué mis padres lo habían dejado todo tal cual? Quizá en el diario hubiera una respuesta, pero no tenía tiempo en ese momento para leerlo; tenía que encontrar a Yoongi. Fui a la última puerta del pasillo, que estaba entornada. Después de dudar un instante la abrí. Era un despacho elegante con un escritorio de madera oscura y cristal y un sillón de piel. Las paredes estaban cubiertas hasta el techo de estanterías, pero no había ni un libro. Las paredes estaban cubiertas hasta el techo de estanterías, pero no había ni un libro. Se estaba haciendo de noche, tenía que darme prisa si quería llevar antes que mi tío. Ya salía cuando vi dos grandes manchas sobre el parquet, que ni el polvo tapaba. ¿Podía ser…?
Imposible.
Mi corazón palpitó con fuerza, me agaché y aparté el polvo con la mano. No cabía duda, eran manchas antiguas de sangre secas y adheridas a la madera. Ahí había muerto alguien.
Dos manchas, dos personas, tanta sangre. Pero ¿quién? No quería ni pensarlo. Además, mi tío siempre me dijo que mis padres habían muerto en Nueva York.
Saqué el diario y pasé las páginas hasta donde había leído Yoongi. Supuse que si se habían mudado, mi madre habría escrito algo. La letra se me hacía incomprensible, había varias entradas después del 10 de mayo y la última era dos días después de que yo naciera. Aunque no lo entendía muy bien, nada indicaba una mudanza o algo sobre Nueva York, de eso estaba segura. Deduje que habían muerto allí, seguramente en aquella habitación. Pasé la mano por las manchas de sangre. Cerré temblorosa el diario y lo guardé. El tío Seokjin me había mentido, ¿por qué? ¿Y por qué me había traído aquí? ¿Para decirme la verdad? Hacía más de un año que vivía aquí, no tenía sentido. Tenía que preguntárselo en persona. Respiré hondo y pensé que eso no iba a revivir a mis padres, y que antes tenía que encontrar a Yoongi. Además, él sabía algo sobre mi padre…
Nada parecía indicar que Yoongi viviera en esa parte de la casa, aunque tampoco en la planta baja. Me vino a la cabeza que Yoongi era una lamia, un vampiro de nacimiento; seguramente dormiría en el sótano.
Bajé la escalera y busqué la entrada, que encontré fácilmente. Encendí la linterna que llevaba de llavero y descendí a la oscura profundidad. Aparte de unas cajas no había más que polvo, arañas y algún ratón. Oí un ruido y alumbré a un ejemplar bastante bien alimentado que huía por un agujero de la pared. Desconfiada, me acerqué al muro y lo examiné: era tierra roja, mientras que el resto era gris. Intenté hacerme una imagen de la casa. Sin duda ese espacio era más pequeño que la planta entera. Si no me equivocaba, la cocina estaba justo encima de la otra mitad. Subí la escalera a toda velocidad y entré en la despensa de la cocina. Las paredes estaban cubiertas de estanterías con un dedo de polvo, las tablas crujían a cada paso. Inspeccioné el suelo buscando una trampilla, pero no la había. Sin embargo, sí encontré una rendija debajo de la última estantería. Metí los dedos, tiré y se abrió una compuerta con suavidad. Bajé la escalera, abril la otra puerta y entré en una pequeña habitación con las paredes encaladas, una silla y un colchón sobre el que había arrebujadas unas mantas. Al lado había un petate viejo, como los que usaban los marineros, y una caja. El suelo era viejo y estaba agrietado. Dios mío, Yoongi dormía en un agujero, en una celda de monje. ¿Por qué no se quedó en una de las habitaciones de arriba? ¿Se había instalado ahí sólo porque quería oscuridad absoluta o había otro motivo?