Mi Luz en la Oscuridad - Min Yoongi (suga) - Bts

Capítulo 38


Me sentí como una intrusa revolviendo cosas ajenas. El petate estaba lleno de ropa, del tipo que Yoongi solía ponerse. Eso era prueba suficiente de que le había pasado algo; si se hubiera marchado por su propio pie, se hubiera llevado sus cosas. Metí el brazo en el petate para rebuscar y sentí que lo traicionaba. Él confiaba en mí, y yo estaba curioseando en sus cosas. Sólo con valor conseguí reprimir mi mala conciencia; al fin y al cabo, le había pasado algo y tenía que averiguar qué había sucedido. Saqué un fajo de billetes, lo conté y me quedé atónita: con ese dinero se podía vivir cómodamente durante un buen tiempo. ¿De dónde lo había sacado? Seguí buscando y en el fondo encontré una carpeta de piel con artículos de periódicos – entre ellos los que había visto en internet – y fotos. Algunas eran viejas con el típico borde dentado y amarillento, y otras más recientes.

En una aparecía un hombre atractivo con el pelo negro junto a una mujer bellísima, ambos sentados en un bando. A sus pies, de cuclillas, había dos niños gemelos de diez u once años y entre ellos una niña pequeña con falda y enaguas, no mayor de cinco años, y que daba la sensación de que no fuera a soltarse nunca de los chicos.

Detrás había una fecha y el lugar donde la habían realizado.

-1889 Marseille-

Sr. Min Sebaul et Sra. Min Claire.

Adrien, Yoongi et María.

Al parecer, e igual que en mi caso, eran una familia mixta, de dos nacionalidades. Me pareció tierno que a cada hijo le pusieran un nombre de un país: americano, coreano y español.

Pero lo que más me sorprendió era que…. ¡Min Yoongi tenía 125 años!

Había muchas más fotos de la familia, de los hermanos, los espectáculos en diferentes países, entre otras. La última era de Yoongi y Adrien, en su último espectáculo, cuando ocurrió el accidente.

Las guardé con cuidado y saqué – cuál fue mi sorpresa – siete pasaportes: uno alemán, dos coreanos, uno español, uno estadounidense, uno suizo y otro canadiense. Les eché un vistazo, la foto siempre era la misma, pero en uno de los pasaportes coreanos su apellido era Min, mientras que en el estadounidense era Mit. En los demás, los apellidos tenían pequeñas diferencias, aunque se pronunciaban de manera similar, y los datos de nacimiento nunca coincidía. Cada pasaporte tenía su carnet de conducir correspondiente. Me quedé perpleja mirando los documentos. Entendía que siendo inmortal tenía que actualizar sus papeles, pero ¿siete identidades? Cerré los ojos, ¿qué más me había ocultado Yoongi, además de que era un lamia? El dinero, los papeles falsos… Entonces ¿era verdad que estaba metido en negocios turbios? ¿Tenía razón el tío Seokjin?

Encontré otra caja, esta con ropa más elegante y fotos. En ella había una de Yoongi arreglando su moto, manchado de grasa con cara de un niño abriendo los regalos de navidad. Eso me hizo sonreir. En el borde ponía “Para A. Te quiere Y” ¿Sería para Adrien? Había otros siete pasaportes, sólo que estos eran de su hermano. En vez de encontrar respuestas solo se abrían más interrogantes. Devolviéndolo todo a su sitio, mi mano tropezó con algo duro. Lo saqué y del susto casi se me cae de las manos; era una pistola. Dios mío, se me encogió el estómago: papeles falsos, grandes cantidades de dinero en efectivo, un arma…. Los lamias tenían que financiarse de alguna manera…. Me negaba a pensar lo que a simple vista era evidente. No podía ser. Dejé el arma en su sitio y cerré la caja.

Por alguna razón…. Había algo que me hacía pensar que mi tío tenía algo que ver.

Salí corriendo y me dirigí a casa, a la zona privada de mi tío, dónde no dejaba que nadie entrara.. Me aseguré de que no había nadie y atravesé la sala a toda velocidad hasta el despacho de mi tío. Desde allí entré en el salón contiguo, iluminado por una luz tenue y agradable, bajé la escalera de caracol y me adentré en la oscuridad, alumbrada apenas por mi pequeña linterna. No se oía nada, dudaba mucho que hubiera algún hombre de mi tío ahí abajo, a oscuras. Las paredes estaban cubiertas de cuadros y de libros en cuyos lomos de piel brillaban adornos dorados. Mis ojos se acostumbraron rápidamente a la oscuridad. Del lado de la escalera asomaba de la pared unos pocos cuellos de botella polvorientos. ¿Era eso lo que entendía mi tío por una cava? Parecía más bien una biblioteca o una galería, o la sala de estar de un amante de los libros y del arte. Delante de la escalera había un pesado escritorio de caoba; detrás de él, ocupando toda la pared, un cuadro de una batalla marítima. Había un sofá de piel y sillones alrededor de una mesita y, apartado, un diván. El suelo estaba cubierto por una gruesa alfombra oriental. Me adentré en la oscura sala, no quería encender ninguna luz que me pudiera delatar. ¿Para qué quería mi tío un lugar como ese si en su parte de la casa tenía total intimidad? Ni siquiera Hyeon había tenido permiso para entrar. Además ¿por qué tenía que decir que era una cava? Alumbré los libros y los cuadros con la linterna para examinarlos mejor, vi un sable y una escopeta antiguos colgando encima de la chimenea, que presidía la sala, y enfrente…. A Yoongi.

Me arrodillé junto a él dejando caer mi linterna, que alumbró su ropa desgarrada. Su lado izquierdo estaba lleno de heridas superficiales, la cabeza le caía en el pecho y no me atrevía a tocarlo.

- Yoongi – repetí al borde del llanto.

- ¿Hana? – murmuró, y pestañeó un par de veces.

Sentí que se relajaba, pero de repente se puso tenso.

- ¡No te me acerques! – exclamó en un intento por apartarse de mí.

Lo miré desconcertada. ¿Acaso pensaba que yo era responsable de lo que le había hecho mi tío? Puse mi mano en su hombro, y él quiso alejarse más aún.

 

- No te me acerques, por favor… - suplicó, y metió la cabeza entre los hombros.

 

 

 

 

¡Hasta aquí el capítulo! <3



#96 en Fanfic

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Editado: 12.06.2020

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