Hizo una pausa.
- Y si hubieras sido un chico nadie hubiera levantado la mano contra tu padre. Somos muy pocos lamias, cada nacimiento es considerado un regalo, por encima de las leyes. Pero eres una chica – dijo mirando la escalera y volviéndome a mirar a los ojos – Hay leyendas sobre un lamia y una humana que tuvieron una hija. Todo fue bien hasta que sufrió el cambio y se convirtió en una Princesa Strigoja, algo que podría traducirse como Reina de los seres de la noche. Todos los lamias, tan sólo con acercársele, caían bajo su hechizo. No se sabe por qué, pero nadie podía resistirse, y caían rendidos a sus pies. Sólo los lamias más mayores y los vampiros creados por ellos podían resistirse a su poder, aunque con mucho esfuerzo. Hasta ese momento, los lamias y los vampiros vivían anónimos entre las personas, pero la Princesa eliminó las antiguas leyes que protegían a los humanos de nosotros y las que nos mantenían anónimos a nosotros entre ellos. Fueron tiempos muy duros. Durante su reinado, los lamias pelearon contra los vampiros mientras los humanos los cazaban a ambos. Quedaban muy pocos cuando por fin la eliminaron. Por miedo a que volviera a pasar algo parecido y nuestra especie desapareciera definitivamente, se dictó una ley: las uniones entre lamias y humanos quedaban prohibidas para que no hubiera posibilidad alguna de procrear. Si se viola esta ley, el castigo es la muerte para el hombre, la mujer y el recién nacido.
- Entonces David, con el asesinato de mis padres, no hizo más que cumplir la ley.
- No, tu padre pertenecía a una de las familias más poderosas. Su padre y dos de sus tíos príncipes son de los más reconocidos. Era probable que se suspendiera la ley hasta que se demostrara que no suponías ningún peligro. Lo que David quiere es el poder de una Princesa Strigoja. Existen muchas leyendas sobre el poder que alberga su sangre, y si consigue unirse a ti durante el cambio, podrá controlarte, y a través de ti, a todos los lamias y vampiros. Si hubiera querido hacer cumplir la ley te hubiera matado a ti también. Lo que pasó fue que tus padres eran un obstáculo para él. Además, es sólo un vampiro, no un lamia, nunca debería de haber levantado la mano contra tu padre, eso se castiga con la muerte. Sólo los príncipes pueden dictar penas capitales, y por lo menos tres de ellos tienen que votar a favor para que se lleve a cabo; en ese caso, sólo un yudraj puede ejecutarla.
- Un yudraj. Entonces es verdad, te mandaron para matarme.
Yoongi cerró los ojos atormentado.
- Sólo en parte – murmuró tras un instante -. Le encomendaron la misión a mi hermano, pero cuando desapareció, vine a averiguar qué le había pasado. Todo indicaba que lo habían asesinado. Tenía que saber quién había sido y acabar con lo que él había comenzado: encontrar y matar a la Princesa Strigoja. Sólo sabía el nombre de la ciudad y el del instituto, y por ahí empecé. Así fue como te conocí, pero no supe quién eras realmente hasta que leímos en el diario el nombre de tu padre. Y cuando lo supe…. Ya no podía hacerlo, y traicioné así, de nuevo, el honor de mi familia – dijo sonriendo amargamente – Pero no me arrepiento.
Me miró a los ojos, parecía que esperara su sentencia. No importaba cuál fuera o que eso nos separara: él la acataría. Lentamente acerqué mis manos para que pudiera tocarlas. Sonrió y, por un instante, recobró su color de ojos de siempre, pero no duró mucho.
- Tenemos que sacarte de aquí – dijo.
Me sorprendió el repentino cambio de tema.
- ¿Tenemos? – pregunté mirando las esposas, que él también miró.
- ¿Crees que lo conseguirías sin mí? – preguntó serio.
Si le decía que sí, insistiría en que me fuera sola.
- ¡No! ¡Nunca!
Aparte de que me sería imposible cruzar la puerta con el vigilante, no pensaba dejar ahí a Yoongi a su suerte.
- ¿Qué hacemos? – dije sacudiéndome las manos en el pantalón.
Miró la escalera y luego el escritorio.
- Echa un vistazo ahí a ver si encuentras alambre o alguna grapa.
Corrí hacia el escritorio de caoba y lo registré. Sólo había una carpeta de piel, una pluma y una lámpara. Abrí los cajones, encontré sobres, papel, un abrecartas, jeringas y un botecito de calmantes, pero ¿para qué lo quería mi tío? El tercer cajón estaba cerrado con llave, así que lo forcé con un abrecartas. Tras unos intentos, la cerradura cedió.
Dentro había documentos antiguos, a juzgar por su color amarillento. Estaban ordenados con clips, cogí uno y se lo di a Yoongi, que lo dobló como si supiera lo que hacía.
- ¿Por qué no intentaste escapar antes? – pregunté.
- Porque no tenía un clip – contestó con una pequeña sonrisa, - y porque me drogaron cuando vieron que los métodos de sus gorilas no funcionaban conmigo. No sé cuanto tiempo llevo aquí. Antes de que llegaras estuve la mayor del tiempo en otra dimensión. Por la sed que tengo calculo que dos o tres noches.
Con poco margen de movimiento, Yoongi metió incómodamente el clip en la cerradura de las esposas.
- Hoy es la tercera noche – dije fijándome en lo que hacía.
- ¿Y se puede saber cómo me encontraste? – preguntó concentrado en las esposas; soltó una mala palabra cuando se le cayó el clip.
- Quería hablar contigo porque… porque pensaba que lo habías dejado conmigo – Yoongi se encogió de hombros e intentó meter de nuevo el clip en la cerradura – Pero hacía dos días que no venías a la escuela, y tu móvil estaba apagado, así que fui a tu casa. Me preocupé cuando vi que no estabas.
Yoongi parecía hacer avances porque ahora movía el clip de otra manera. No dijo nada cuando le confesé que había bajado al sótano y había rebuscado en sus cosas, aunque sólo para encontrar algún indicio de por qué había desaparecido.
- Supuse que los príncipes se habían enterado de lo nuestro y te habían llevado con ellos. Hasta pensé en pedirle ayuda a mi tío.