Me pregunté qué le pasaba para estar tan asustado. Me abrazaba, decía mi nombre y me mecía. Sentí una brisa en mi cara y olí el humo en la ropa de Yoongi. Me dolía el cuello y tenía un sabor ácido en la garganta, como si hubiera vomitado.
- ¡Aguanta! Por favor, Hana – suplicó.
Tenía frío. Yoongi me apretaba el cuello, que todavía me sangraba. Hubo una explosión fortísima y su furia me aplastó contra el suelo. Yoongi me cubrió con su cuerpo y, como granizo, empezaron a caer cosas a nuestro alrededor. Se oía el crepitar del fuego, me abrazó y sentí su pecho.
- Por favor, Hana, no te mueras – rogó desolado.
Fruncí el ceño, no pensaba morirme, tenía que hacérselo saber. Me pesaban los párpados, pero con dificultad, los abrí. Vi el cielo violeta, azul y dorado, era precioso, estaba amaneciendo. A mi lado, Yoongi repetía mi nombre. Estaba tan cansada que sólo quería dormir y seguir flotando.
A duras penas giré mi cara hacia él y levanté la mano. Un gesto tan simple como ese me costó horrores. Definitivamente, necesitaba dormir. Yoongi me apretó contra su pecho con emoción.
- ¡Hana! ¡Por Dios, Hana! – exclamó y dejé caer mi brazo.
Vi que Yoongi lloraba como nunca lo habría imaginado, ¿pero por qué? No había motivo. Se lo quería decir, pero sacudía la cabeza implorando.
- ¡Shhh! No digas nada, todo va a salir bien, aguanta un poco.
Movía la mano en mi cuello, me dolía. Estábamos en la salida de mi casa, que ardía detrás de nosotros. Lo veía todo borroso e intenté concentrarme en la figura de Yoongi. Tenía el pelo y la ropa chamuscados, y sus ojos reflejaban sed, dolor y desesperación. Sus colmillos asomaban largos, estaba temblando.
- Todo esta bien – aseguraba, aunque estaba asustado – Ya no puede hacerte daño, quédate conmigo.
¿A quién se refería? Luego se lo preguntaría, ahora quería dormir, estaba muy cansada y no me costaba nada cerrar los ojos.
- ¡Hana! ¡No! – gritó Yoongi con pánico, y me zarandeó.
Los volví a abrir. Había algo caliente en mi cuello, miré a Yoongi, tenía las manos llenas de sangre, todo él estaba lleno de sangre. Por fin comprendí que era mía y que manaba de la herida en mi cuello. Abracé a Yoongi. ¡Me estaba desangrando! ¡Me iba a morir!
- Por favor, haz que pare – supliqué, y le abracé con fuerza.
Puso un gesto de dolor e impotencia, suspiró y negó con la cabeza.
- Por favor, no quiero morir – dije débilmente.
Gimió como un animal en una trampa. Estiré mi brazo hacia su cuello, pero no pasé del hombro, lo agarré y quise acercarlo hacia mí. No sabía de donde sacaba la fuerza, quizá fuera el mismo brazo, que cada vez pesaba más.
- No quiero morir – susurré forzando su cabeza contra mi cuello, pero intentó apartarse – Por favor – insistí.
Oí un sollozo que sonó como un “te quiero”. Sus labios se posaron fríos en mi cuello, sentí sus dientes y todo se volvió oscuro. Estaba flotando, todo estaba a oscuras y sólo de vez en cuando veía una luz tenue hasta que ganó intensidad, además de un pitido enervante. No podía mover la mano, tenía algo en el cuello. Quise moverme, me pesaban los brazos y las piernas, estaba muy cansada. Pestañeé; todo a mi alrededor era blanco: paredes, techo, cortinas, puerta. Estaba en un hospital. Me dolió el cuello al girar la cabeza. En ese momento apareció Yoongi.
- Gracias a Dios, por fin despiertas – parecía aliviado.
Quise levantar la mano, pero no pude.
- ¡Shhh! Poco a poco, descansa, ya acabó todo – me acarició la mejilla y me cogió la mano.
En el revés tenía clavada una aguja, conectada a un sistema de goteo. Lo miré, aunque me costaba mantener los ojos abiertos. Sus ojos ya no estaban sedientos de sangre, aunque estaba más pálido de lo normal.
- Lo hiciste – dije con dolor como su hubiera tragado papel de lija.
Se me quedó mirando en silencio hasta que asintió.
- Sí, ni yo mismo sé cómo controlé mi sed.
Agotada, pero sonriendo, dejé que la almohada cargara el peso de mi cabeza. Un vago recuerdo me borró la sonrisa de los labios.
- David… - dije.
- Está muerto – interrumpió – ya no puede hacerte nada – prosiguió satisfecho.
- ¿Muerto? – murmuré - ¿Qué pasó?
Se reclinó en la silla sin soltarme la mano. Llevaba ropa limpia que parecía de otra persona.
- Si te soy sincero, no lo sé muy bien. El sótano empezó a arder cuando te sacaba de allí. David había puesto unas antorchas de aceite, quizá para impresionar a sus seguidores. La cuestión es que cuando su progenie me sostuvo al querer apartarlo de ti, se cayó una y prendió la alfombra, y, luego, los libros. También alcanzó el garrafón lleno de aceite que había al lado de la chimenea, las llamas lo engullían todo. Te subí, pero no tenía fuerzas para salir del recinto de la casa. Entonces saló por los aires. Ni David ni sus creados ni ninguno de sus amigos habían salido. Después ya sabes que pasó.
- - ¿Cómo puede ser que no saliera ninguno? – pregunté.
Yoongi se quedó en silencio mirando el goteo, apretando las mandíbulas.
- ¿Yoongi? – dije levantando ligeramente la cabeza.
- Hay ciertas cosas que es mejor que no sepas – contestó con decisión.
Hubiera hecho lo que hubiera hecho, seguíamos vivos gracias a él. Le apreté la mano con complicidad. Sentí que se relajaba.
- Los bomberos dijeron que fue una explosión de gas. Por lo visto, el fuego llegó a la calefacción. Hubiera preferido que no hubieran venido, igual que la policía, pero el fuego no pasaba desapercibido.
- ¿Qué le dijiste a la policía?
- Al principio nada, simulé estar en shock. Además, tenía miedo qué no aguantaras, aunque te conseguí cerrar un poco la herida del cuello – me acarició la mano – Pensarían que estaba loco.
Recordando qué pinta teníamos, era un milagro que Yoongi estuviera a mi lado y no en la cárcel a la espera de juicio.