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―¿Tu mami? ―preguntó con un hilo de voz.
Poco a poco sus sollozos se fueron calmando.
Asentí en respuesta.
―Mi corazón ―dijo acariciando delicadamente mi brazo izquierdo―, ya te lo expliqué. Tu mami está en el cielo.
―No, papi. Mira ―señalé con mi dedo índice la motocicleta―, incluso armamos esta moto mientras te esperábamos.
Papá, atónito, dejó salir un jadeo. Sus ojos se cristalizaron, y miraron alrededor con una mezcla de desesperación y confusión.
―¿Dónde está? ―preguntó con voz temblorosa.
―Ya se fue.
Él desvió su mirada hacia mí con tantas emociones reflejadas en su rostro, pero principalmente parecía… triste.
Lo volví a abrazar con toda la fuerza que mis pequeños brazos podían ejercer, y le contó todo lo que había sucedido, desde cómo la niñera había sido tan mala conmigo, hasta cómo mi mami me había ayudado y me había acurrucado con sus cálidas alas.
✧ Alex's POV ✧
No sabía qué pensar, ni cómo reaccionar a lo que mi hija me decía, así que trataba de mantener mi expresión lo más neutra posible.
Pasamos varias horas con las autoridades; primero, porque los paramédicos estaban revisando a la pequeña Alice, tomando sus signos vitales y examinando que todo en su cuerpo estuviera en orden, pero especialmente sus pulmones; y en segundo lugar, porque estaba dando declaraciones a la policía sobre el lugar en el que estaba en el momento en que sucedió el incidente.
Desde luego, les expliqué que estaba laborando horas extra en la compañía, pero que en ese momento la niñera estaba a cargo, por lo que no tenía preocupación alguna hasta que recibí una llamada del centro de emergencias diciendo que mi hija estaba en peligro.
Las autoridades anotaron todo, incluso le hicieron preguntas a la pequeña Alice sobre el acontecimiento, por supuesto, no sin antes pedir mi permiso, y mi hija encantada, como si no hubiera estado al borde de la muerte, les contó todo con detalles. ¡Hasta mencionó cómo su mami con alas la había salvado!, por lo que ambos policías, desconcertados, se miraron entre sí y luego a mí.
―Todo está en orden ahora. La fuga está controlada ―dijo uno de los bomberos saliendo del edificio y quitándose los guantes―. Le recomendaría que durmieran en otro lugar al menos por hoy, y que dejaran las ventanas y puertas abiertas, ya que el lugar aún huele a gas.
Asentí inmediatamente, sintiendo la total confianza de dejar mi departamento al cuidado de uno de los guardias del residencial. Sin embargo, por otro lado, le preguntaría a algún amigo cercano si me podía conceder el favor de pasar la noche en su casa.
―Muchas gracias por su arduo trabajo. ―le agradecí a los bomberos que ya se empezaban a retirar.
Uno de los policías, todavía merodeando dudosamente por los alrededores, esperaba impacientemente a que el camión de los bomberos se alejara.
Una vez que se fueron y que la niña todavía estaba siendo examinada, él aprovechó para acercarse a mí con cierta vacilación.
―Con respecto a su madre…
―Ella falleció hace cuatro años. ―respondí casi en automático.
Ya era costumbre para mí, pero por alguna razón, aunque ya había respondido a esa pregunta incontables veces, me dolió.
Se sintió agonizante, casi como la primera vez.
A lo lejos, pude divisar una silueta conocida que se acercaba temerosamente.
Era Kenxy.
―Señor, Alex. ―sus ojos se empezaban a cristalizar, pero su rostro de desconsuelo no me causaba ningún tipo de lástima o empatía.
―¿Es ella la niñera? ―preguntó el policía.
Simplemente asentí con la cabeza, ni siquiera podía dirigirle la palabra después de haber abandonado a mi hija a su suerte… después de casi ver cómo pierdo mi tesoro más grande.
―Señorita, tiene mucho qué explicar ―le dijo el policía, con un tono de voz bastante severo―. Sígame, por favor.
―¡Señor, Alex! ¡Lo siento mucho! ―dijo aferrándose a mi camisa.
Tenía las lágrimas rodando por sus mejillas, y sus manos apretaban con fuerza mi ropa.
Tuve que contener la respiración para calmarme y mirar hacia otro lado porque ni siquiera podía tolerar verla.
―Señorita, tiene que venir con nosotros a la estación para dar sus declaraciones ―el policía la tomó con delicadeza del brazo y la haló, pero Kenxy no quería soltarme―. Si no viene por voluntad propia, tendremos que esposarla.
Ella se pasmó al escucharlo, y pude jurar que por un momento dejó de respirar.
―Eso no va a ser necesario. ―le dije al policía con voz prudente, a lo que él asintió y volvió a tirar suavemente del brazo de la chica.
Preferí no mirar cómo subían a la niñera en la patrulla y se la llevaban.
Me sentía muy molesto en ese momento como para discutir con ella, así que elegí enfocarme solo en mi niña.
El problema fue, que cuando la miré con ese montón de cables alrededor de sus dedos, pecho y con una mascarilla en su rostro, solo me hizo sentir más enfadado.
Respiré varias veces con profundidad, y le dí gracias a Dios porque estaba viva.
Por otra parte, le envíe un mensaje a mi amigo más cercano: Max, quien se preocupó al instante en cuanto le conté lo sucedido, pero estaba más que dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos. También aproveché el momento para hablar con el guardia de seguridad que aún estaba con nosotros para encomendarle la tarea de cuidar mi departamento.
El señor, que ya llevaba un par de años conociéndonos, fue muy amable en aceptar la labor. El hombre, Alice y yo habíamos formado una buena amistad y él, preocupado por mi hija, ni siquiera había ido a cenar.
Con tal de apaciguar su incertidumbre, le dije que dormiría en casa de un amigo, y que lo tendría al tanto de la salud de Alice.
Con eso, nuestro buen amigo se despidió y ahora más sereno se fue a cenar.