"Yo te vi, eras tú
Yo te vi entre mis sueños
Y todo esto me pasó
Mucho antes del encuentro
Yo te vi, eras tú
Yo te vi en la magia de mis sueños."
Axel~
- ¡Qué te den, Gael!
- No me llames así, te he dicho tropecientas veces, niñato.
- ¿Es que ese no es tu maldito nombre? - escupí mirándolo de arriba a abajo sin descaro.
- Para ti, no. Soy tu padre y te guste o no, mientras vivas bajo este techo me respetarás como tal.
- Eso acabará pronto. ¡En cuanto cumpla la mayoría de edad me iré de este puto infierno!
- Bájame el tono o te quedarás encerrado en esta casa hasta que te toque ir a la universidad, Francisco. - me señaló con su dedo acusador. Podía notar como su rostro se teñía de rojo a causa de la furia.
- ¡Ja! Te he dicho ya que no pienso ir a ninguna universidad. A ver si te vas enterando que no está en mis planes ser un títere tuyo. Para eso ya tienes a mamá y el resto de tus hijos.
- Baja la voz. Que tus hermanos y tu madre no se merecen escuchar todas esas chorradas que pasan por tu cabeza.
- Que - te - den. - gesticulé claro y conciso con la mirada clavada en el cuasi cincuentón que se encontraba del otro lado del umbral de la puerta de mi habitación.
Por un microsegundo un atisbo de arrepentimiento se me cruzó por la cabeza. La mirada de Gael fue pura y exclusivamente de desilusión. Como solía ser ya desde hace un par de años.
Lejos de sentirse orgulloso de mí, estaba seguro que cada día se lamentaba más de tenerme como hijo. Pero al final estaba acostumbrado a ser su dolor de huevos más grande. Y le tocaba soportar. O dejarme ir...eso sí sería una solución para ambos.
Di un portazo a la puerta cargado de rabia y frustración dejándolo con la palabra en la boca. No se merecía ni que dudara de mi actitud, eso le pasaba por meterse en mi vida todo el tiempo. En mi lugar, cualquier tío actuaría igual o peor.
Me prohibió salir al antro como si fuera un puto crío de 13 años. Justo en la noche que más se ponía. Y todo por las malditas calificaciones que no hacían otra cosa que seguirme hundiendo en la miseria que significaba vivir en esta casa. ¿Para qué coño necesitaba buenas notas si no pensaba pisar una maldita universidad en mi vida?
Nunca había llegado tan lejos en una discusión con Gael. Al punto de cerrarle la puerta en la cara y que me valiera una mierda lo que hiciera conmigo luego. Porque tomaría represalias, de eso no tenía dudas.
Estaba a pocos meses de cumplir los 18 años. Tan solo ocho meses y por fin sentiría la libertad que llevo buscando hace tanto tiempo.
Pero lo que él y mi madre no entendían era que no se trataba de la típica amenaza de adolescente rebelde que busca atraer la atención de sus padres. Ni de coña. Con 18 años cumplidos no solo tendría la potestad para decidir por mí mismo, sino que además se me habilitaría la parte de herencia que mi abuelo Luis me había dejado.
Al menos para alguien valía en esta familia. Lastima que justo él, nos había dejado hace ya muchos años atrás.
Tenía muy pocos recuerdos del padre de mi padre, pero la hermana de Gael, Pilar, siempre recordaba alguna anécdota suya. Tanto así que sentía como si le hubiera conocido en profundidad durante mucho tiempo. Le debía demasiado a ese viejo generoso.
Pero la meta estaba a la vuelta de la esquina: dinero y libertad, todo lo que malditamente necesitaba para escapar de la cárcel. Era solo cuestión de tiempo.
《 Vamos, Kiko. Solo un poco más y toda esta mierda de familia quedará en el olvido. 》
Las horas pasaron y el silencio reinó por completo en la casa. Todo funcionaba a la perfección en la mansión del Señor Gael Fernández. Nada se salía de sus mandatos y mucho menos de su poder como cabeza de familia.
Pero yo no era como todos. Conmigo no iba a poder. Para él era sencillo dictar 3 leyes y esperar que me quedara sentado cumpliéndolas sin chistar. En su puta vida.
Miré la hora en mi móvil: las 00:43. Apenas se estaba poniendo la noche. Aún estaba a tiempo de no perderme de una buena dosis de alcohol, nicotina y mujeres. Especialmente mujeres. Necesitaba descargar la frustración de alguna manera y sabía que más de una tía estaría dispuesta a satisfacer mis necesidades.
Me vestí rápido y sin rodeos con lo mismo que solía usar siempre para salir. Jeans, camiseta de manga corta y botas, todo en un mismo color que no podía ser otro que el negro.
Me eché una miradita en el espejo ubicado justo en frente de la cama. Los diseños de algunos tatuajes quedaban expuestos dándome un aire más peligroso. Jodidamente peligroso si me preguntaban. Y más esa noche. Esperaba que nadie se cruzara en mi camino jodiéndome la fiesta o acabaría hundiéndole mis preciados puños al que lo hiciera.
***
El antro estaba abarrotado de gente, la música sonaba fuerte logrando que no quedara nadie fuera de la pista y las luces que giraban sin cesar provocaban ese mareo delicioso que en combinación con unos buenos tragos encima, hacían a uno desinhibirse por completo.
La noche prometía y estaba dispuesto a dejar atrás toda la mierda de casa para hacer valer la escapada.
Aunque no estaba de humor, respondí con una sonrisa a todo aquel que me saludaba al cruzarme. Era bastante popular en el pueblo, los tíos me respetaban y las tías se me tiraban como si fueran mercancía disponible para mi antojo. No podía quejarme. Me sentía capaz de comerme el mundo sin importarme lo que nadie pensara.
- ¡Kiko! Llegas justo a tiempo. Tenemos de aquello para ti. Marcos está en el baño repartiendo a los conocidos.
Sabía de qué hablaba pero hoy no estaba de ánimos para terminar tan colocado con esa mierda.
- Paso, colega. Vengo por unos tragos y me piro. - Respondí tajante y sin ánimos de dar más explicaciones.
- Sabes dónde encontrarnos si cambias de parecer.
Asentí sin más y me perdí entre la multitud. Necesitaba un trago fuerte y fui a por ello.
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Editado: 10.07.2024