Mi Manera de Amarte

Capítulo 5 - Kiko

"Quiero consumir tus bajos instintos
Quiero ver sufrir tu lado mas limpio."

~ Airbag ~

Tenía recuerdos muy patentes de llevarme el mundo por delante aún siendo un pequeño que usaba pañales. Aunque no sabía si eran recuerdos reales o que de tantas anécdotas e historietas que tenía la familia entera sobre mí ya podía jurar saberme en detalle cada travesura hecha.

Era un pequeño demonio. Kiko no hagas eso. Kiko no subas allí. Kiko no toques eso otro. Al límite. Constantemente. Desde antes de aprender a andar solo. No podían conmigo y sabía que era tan literal porque mamá siempre se encargó de repetírmelo. Y adjuntando a su experiencia conmigo, llevaba varias cicatrices en mi cuerpo, con fecha exacta de cada una. No sabía si exageraba como lo hace cualquier madre, pero según Lina, ya me reconocían por mi nombre con solo verme entrar por la puerta de urgencias.

Al límite y sin medir consecuencias. Así fue creciendo también, evadiendo el camino sencillo y las decisiones coherentes. Para ir por donde no debía. Para hacer lo que quizás nadie haría u otros tantos no se atrevieran.

La vida me aburría. Había llegado a esa conclusión. Hacer las cosas bien estaba sobrevalorado y cruzar límites se me daba mejor que actuar según los demás esperaban de mí.

La oveja negra de la familia. No era un mote que me había puesto nadie. Yo mismo me sentía así. Mientras mis hermanos hacían todo según lo planeado para cada uno acorde a su edad. Llevando una buena relación con nuestros padres y rindiendo lo necesario a nivel académico. Teniendo los 4 un objetivo claro que seguir o al menos una perspectiva de lo que querían hacer con sus vidas conforme siguieran creciendo.

Entonces yo, me aburría. No quería estudiar después de la escuela. Tampoco me atraía la idea de esclavizarme 12 horas en el campo bajo el mando de Gael. Y cuando me preguntaban qué pensaba hacer de mi vida, lo único que se me venía a la cabeza era la palabra “descontrol”.

Quizás durante mucho tiempo aquello les daba gracia. Esperando que en algún momento “cambiara mis planes” pero si algo tenía claro yo era lo que quería y lo que no quería para mi vida.

Iba a por ello. No me gustaba que jugaran conmigo o se rieran de mí. Me defendía siempre, muchas veces antes de dar lugar a que me ataquen. Muchos creían que entre tanto hermano me habían soltado la cuerda por demás. Que se habían olvidado de “criarme bien”. Yo más bien sentía que era como era porque yo mismo lo elegía. No porque nadie me hubiera lanzado a ello.

Pero claramente, salir de la norma, querer pasarlo bien y no ser un puto monje que va a misa cada domingo con la familia, no iba a ser bien visto para la familia Fernández. Así fue como también, de la mano de mis decisiones, vinieron todos los problemas con mi padre. Así que sí, eso lo había empeorado todo. Y cuanto más me lo pusieran difícil, más sed de descontrol me provocaban.

Como en ese mismo instante. Mientras sentía cada gota del asqueroso zumo caer por mi rostro. Viendo la rabia y el descontrol en aquella niña con pinta de ángel. Un ángel furioso, con las mejillas encendidas de un tono rosa que por un segundo casi me hace desviar la atención.

Fui a reaccionar de la peor manera, con el orgullo tocado y queriendo rugir como león enjaulado. Nunca nadie se atrevía a desafiarme de esa forma. Mucho menos delante de toda la escuela.

Pero me detuve un segundo y busqué concentrarme para hacer uso de todo el autocontrol posible. No le daría la reacción que esperaba.

— Pero bueno… El angelito sacó sus cuernos. ¿Qué pasa, muñeca? ¿Te pone pelear?

— ¡QUE SEA…QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ…QUE…! AHHHG…

— Déjame adivinar, es la primera vez que te sales de las normas. ¿Me equivoco?

Silencio. Su rostro hablaba por sí solo tapado en bronca. No fue capaz de articular palabra alguna. Me detuve en el destello de sus ojos, cargados de odio, o rabia, quizás ambas. Aunque dudaba que una chica como ella fuera capaz de permitirse emociones que no cumplieran con la norma de niña buena. Pero fuera lo que fuera, esa emoción que la atravesaba en combinación con la mezcla extraña de marrón sumado a las pequeñas salpicaduras de un verde amarillento de su mirada, me hacía verla como a una maldita muñeca.

Di un paso hacia ella sonriendo con superioridad. Sabía que bastaría presionarla tan sólo un poco más para que saliera del comedor corriendo arrepentida. Era tan predecible que me provocaba rechazo su personalidad tan débil.

— Te equivocas. De nuevo. Desde el primer día lo haz hecho. Porque en primer lugar, me daría asco siquiera fantasear con un tío como tú. Y te equivocas ahora también, porque siempre que un inadaptado me falte el respeto, lo pondré en su lugar. Así tenga que saltarme mis propias normas.

Esta vez fueron sus palabras las que me dejaron en jaque. Sentí las manos inquietas por la bronca. ¿Quién era para plantarse así conmigo? ¿Quién se creía para referirse a mí con asco?

— Te crees la gran cosa. — Respondí apretando los dientes y dando otro paso más. Quedando a sólo centímetros de su rostro.

Su respiración se aceleró por la tensión. La ponía nerviosa y eso al menos me devolvía un poco de satisfacción.

— ¡Kiko! No me puedo creer que hayas sido tú. ¡JODER! ¿PERO ES QUE NO PIENSAS?

Pestañeé saliendo de mis propios pensamientos al escuchar la voz chillona de mi prima acercándose a nosotros dando largas zancadas por el pasillo. Joder. Lo que me faltaba ahora mismo.

— Mantente a raya de esto, Génesis. Te lo advierto. No es asunto tuyo.

Me dirigí a mi prima dando un paso atrás y sujetando las servilletas de papel que Manuel se había dispuesto a alcanzarme. Limpié mi rostro de los restos de zumo pero en ningún momento desvié la mirada de la muñequita de mal carácter que hervía frente a mí, con sus brazos en jarra y su ceño fruncido.

— ¿Lo conoces? — preguntó desviando su mirada hacia Génesis.

— Es mi primo.




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