Mi mate es una bailarina

Epílogo

La suave brisa chocaba mi rostro, haciendo danzar mis cabellos al son de la música, entré rápidamente al edificio que ya conocía como la palma de mi mano. Entre a uno de sus salones y empecé con mi clase.

-Chicas, espero que ya hayan calentado-

-Sí Lady Moon-

Así es como me llamaban mis estudiantes. Sí, ya hace cinco años que estoy felizmente casada con Jack. Logré fundar mi propia compañía de danza Light Moon Dance Studio. Hasta ahora he logrado entrenar a tres grupos para ir a competencias regionales, nacionales e internacionales

Las minis o Petite

Mi equipo intermedio     

Y el Equipo Élite

Al terminar con la clase del equipo intermedio, salí para tomar un poco de aire. Últimamente me he sentido muy cansada y con mucha hambre, la pobre cocinera ha tenido un montón de trabajo. Empecé con las minis, le estaba enseñando una nueva coreografía para la siguiente competencia cuando de repente siento un punzante dolor de cabeza, me recosté de la pared y me fui deslizando hasta sentarme, esperando apaciguar el dolor.

-Lady Moon, ¿Le pasa algo?-me preguntó una pequeña de ojos chocolates.

-No mi corazón, solo es un dolor de cabeza-dije levantándome-Pequeñas tienen la tarde libre, pueden irse a sus casa. ¡Grace!-grité llamando a mi asistente, es una linda chica de dieciseis años que ama tanto la danza, que apenas a los tres años ya tenía su camino bien marcado.

-Dígame señora-

-Necesito que llames a los padres de las chicas diciendo que he cancelado las clases por motivos de salud-dije saliendo del salón y dirigiéndome a pasa apretado hacia la salida. Tomé mi celular y empecé a llamar al chófer. Contestó al segundo tono.

-¡Morgan! ¡Ven a buscarme pronto, no me siento bien! por favor-exclamé frotándome la frente.

-Sí señorita. Allá voy.

A cabo de unos minutos Morgan llegó al edificio y me recogió, el dolor se había acentuado a tal punto de que ya podía abrir los ojos sin miedo a sentir otro mareo a causa del dolor. Al llegar a la mansión Morgan se ofreció a ayudarme pero se lo negué, entre corriendo a la mansión de repente me había entrado unas ganas de comer postre.

-Muero de hambre...-dije entrando a la cocina, en la que se encontraba Berta, nuestra cocinera.

-Ahora le sirvo, señorita Luna-dijo con ternura mientras tomaba un plato de la alacena

-Tendrás que servir dos platos, yo como con ella-dijo Jack entrando a la cocina-Hola mi amor-dijo depositando un suave beso en mis labios.

-Berta ¿Hay brownie?-pregunté al terminar de engullir el plato fuerte. Berta me observaba demasiado divertida y tenía sus razones era prácticamente lo único que comía todos los días desde hacia algunas semanas.

-No corazón, hice isla flotante...-traté de esconder mi desilusión, creo que no lo oculté bien.

-Hemos comido brownie de postre toda esta semana...Es justo que cambiáramos-dijo Jack rodeándome con los brazos. Pero, ¡yo quiero brownie! lo se, parezco una niña de cinco años, pero en serio quiero brownie.

-Lo se..Es que solo puedo pensar en un trozo cremoso, suave y esponjoso-Berta me miro de una forma extraña, aún así permaneció muda, mientras que nos servía lo preparado. Me lo comí sin muchas ganas. 

Literalmente me moría por un trozo de brownie, con muchas chispas de chocolate. Después de agradecer a Berta por la comida salí al jardín para caminar un poco. 

Era noviembre, había viento suave pero a la vez un calor abrasador, al cabo de unos minutos empecé a sudar. Mi cabellos sueltos se empezaron a adherir a mis mejillas (Vaya, eso si es transpirar demasiado).  

Salí abanicándome con las manos, sentía las mejillas enrojecidas, de pronto, sin más comencé a sentir mi cuerpo lentamente iba perdiendo fuerza, una sensación extraña recorrió mis pies, subía por mis piernas para lentamente irse apoderando de su columna. me sujeté de uno de los muros comprendiendo que caería de lleno en el pasto. Mis piernas parecían gelatina...¡Aguada!

-¿Luna?-La voz de Jack hacía eco en mi cabeza. Pude sentir como sus brazos me envolvían fuertemente-Ven..tranquila-dijo caminando conmigo en brazos. Entró llamando alarmado a toda la servidumbre. Berta llegó corriendo hacia nosotros.

—¿Qué sucedió? –preguntó esta alarmada al vernos ahí, así. Me encontraba en los brazos de Jack toda escuálida y pálida.

Jack se giró hacia mi con el ceño fruncido, y a este que le dio. —Pasa que casi se desmaya afuera en el jardín... ya le he dicho que no salga sin compañía pero no obedece. 

—Sí te creo –me quejé, intentando incorporarme. De inmediato Jack me detuvo sin esconder su disgusto y preocupación. —¿Qué haces? —

-Ya me siento bien –intenté explicarle mientras Berta nos observaba sorprendida.

 —Tú te quedas ahí, ¿por qué siempre eres una enferma tan difícil? –se quejó besando su mano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.