22 de enero de 1994
Hoy encontré a Luigi totalmente roto en la bodega. Nunca lo había visto así desde que lo conozco. Estaba devastado. Me confesó que jamás imaginó enamorarse tan profundamente como lo está de Alexandra. Solo imaginar que ella lleva en su vientre un hijo de Enzo lo está destruyendo por dentro.
Desearía que todo fuera distinto. Desearía, por una vez, que Enzo actuara correctamente, incluso si eso le causara dolor. Pero eso es imposible. Enzo no renunciará a Alexandra, la tiene atrapada. Está obsesionado con ella, como un niño con un juguete que no quiere compartir.
Yo solo pude consolar a Luigi, decirle que debía continuar con su vida, con sus sueños. Pero me respondió con una mirada perdida y una voz rota que ya nada tiene sentido sin Alexandra. Me dijo que preferiría estar muerto antes que ver a Enzo feliz con ella y ese bebé.
Siento una impotencia profunda. No puedo hacer nada. Solo verlo hundirse. En el fondo, él siempre supo que ese amor estaba maldito desde el momento en que puso los ojos en su cuñada.
14 de febrero de 1994.
Carl me pidió matrimonio y no supe cómo reaccionar. Sé que es cinco años más joven que yo y que solo es un recolector de uvas, pero… siento que realmente lo amo. Aun así, no pude darle una respuesta. No porque no quiera estar con él, sino porque siento que antes de dar un paso tan importante, debemos ser completamente honestos el uno con el otro.
Quiero que me conozca de verdad. Quiero descubrir sus dolores, sus sueños, sus miedos… y también deseo que él vea a la mujer que se esconde detrás del traje elegante, del maquillaje impecable, del peinado perfecto. Quiero que me mire y sepa quién soy en realidad. Pero, al mismo tiempo, me aterra que no le guste lo que encuentre. Me da miedo que vea todas mis grietas, mis errores, mis secretos… y decida que no soy suficiente.
A veces me pregunto si soy digna de algo tan puro como su amor. Tal vez lo ideal sería dejarlo ir antes de que descubra la verdad. Pero entonces lo imagino con otra mujer, ofreciéndole ese anillo… y me parte el alma.
Aisha apretó los dientes mientras sostenía el diario entre sus manos. La ternura y vulnerabilidad de su madre la conmovían profundamente. Diana no era solo un nombre del pasado, ni una figura idealizada. Era una mujer de carne y hueso, con dudas, temores y un amor que deseaba desesperadamente ser real.
20 de febrero de 1994
Tuve una conversación muy honesta con Carl, y, sinceramente, me rompió el corazón descubrir cuánto ha sufrido y todo lo que tuvo que hacer para sobrevivir. Siento que el dolor que he cargado por años —una madre que prefirió a su amante antes que a su hija, y un padre que se fue antes de que pudiera siquiera aprender a cuidarme sola— no se compara con el infierno silencioso que él ha tenido que soportar.
Ambos lloramos. Ambos estamos rotos. Pero también compartimos el mismo anhelo: construir algo nuevo, algo nuestro.
Finalmente le dije que sí… que quiero casarme con él. La sonrisa que apareció en su rostro me hizo sentir que, tal vez por primera vez, estaba haciendo lo correcto. Me dio un anillo sencillo, nada ostentoso —probablemente le costó apenas unos pocos dólares—, pero me lo entregó con el corazón en la mano, con toda la ternura que lleva dentro.
Aún no tenemos una fecha, pero ya he comenzado a mirar casas. Quiero que tengamos un hogar. Solo llevamos unos meses juntos, lo sé, pero tengo la certeza de que es él. Carl es el hombre correcto para mí.
Aisha sintió una mezcla de emoción y tristeza. La historia de su madre comenzaba a tomar forma en su mente. Diana había buscado la felicidad y, en Carl, había encontrado un refugio. Alguien con quien, a pesar de las sombras que ambos cargaban, podía soñar con un futuro diferente.
8 de marzo de 1994
Hoy escuché una discusión entre Helena D’Arcy y Lucas. Hablaban sobre casar a Luigi con la hija de un amigo italiano de Lucas. Pero Helena se opuso con fuerza. Le gritó que ya era suficiente de imponer decisiones a Enzo, y que no iba a permitir que ahora intentara hacerle lo mismo a Luigi. Lucas, altivo, le respondió que ella no estaba en posición de opinar. Pero Helena no se calló. Le dijo que un matrimonio arreglado solo traería desgracias, como ya había pasado con el de Enzo y Celine. Le recordó que ese matrimonio fue un fracaso porque Enzo jamás amó a Celine. También mencionó que Alexandra parecía cada vez más triste, apagada... pero Lucas no quiso oírla.
De pronto, los gritos se convirtieron en insultos. Y luego, en un acto que me heló la sangre, Lucas alzó la mano y golpeó a Helena. Me quedé paralizada, sin saber qué hacer. Antes de que pudiera reaccionar, Luigi apareció, furioso, y enfrentó a su padre. Pero Lucas lo llamó un perdedor, un inútil, y le gritó que jamás sería un digno heredero. Le dijo que no tenía ni una chispa de lo que Enzo tenía.
Fue entonces que Helena, con voz temblorosa pero firme, le gritó que el viñedo D’Arcy había sido fundado por su padre, y que el padre de Lucas solo lo había engatusado con mentiras para hacerlo su socio. Lucas trató de callarla, la llamó patética y estúpida. Pero Luigi estalló. Le gritó que se callara y que no volviera a faltarle el respeto a su madre. Lucas se marchó finalmente a su despacho, enfurecido, y Luigi abrazó a Helena, que lloraba en silencio.
Fue una escena devastadora. Me marché en silencio, sin que me notaran. Nunca olvidaré lo que vi hoy.
Aisha se quedó en silencio, sintiendo el peso de las palabras de su madre como si acabara de presenciar aquella escena con sus propios ojos. La violencia, los secretos, las decisiones impuestas… Todo formaba parte de una red oscura tejida en la familia Russo. Diana había sido testigo de algo más profundo y doloroso de lo que Aisha jamás habría imaginado. Su madre no solo había trabajado en ese viñedo: había vivido en medio de una tormenta que ahora amenazaba con alcanzarla también a ella.
Editado: 25.09.2025