Cumplir dieciocho y dejar de estar a cargo de mi tía se siente un poco raro, ella prácticamente me educó y fue mi sustento luego de que perdiera a mis padres a los ocho años. Que el gobierno de su país no le permita tenerme a su cargo es tan liberador como triste, sobre todo porque tuve que regresar a mi país a terminar la escuela cuando solo me falta cursar el último año.
Salgo del aeropuerto y tomo un taxi que me lleve a casa de mi prima, estoy algo ansioso por verlos a todos, han pasado más de diez años sin venir al país y ahora voy a mudarme en su casa.
Al llegar, bajo mis maletas con ayuda del taxista y paso a tocar la puerta. Antes de que alguien responda, miles de recuerdos de mis padres y toda mi familia se vienen a mi mente sacándome una sonrisa. Esta casa era sede de toda reunión familiar.
- ¡Nill! Sobrino bello, cuán grande y guapo estás - Exclama mi tía Zeny, al abrir la puerta y verme.
Me ofrece una gran sonrisa y un cálido abrazo.
- Hola tía - Saludo con algo de timidez.
Me encuentro algo raro, porque no la veo desde que era un niño y a pesar de eso, ella me trata como si yo hubiera crecido a su lado. Me alegra saber que fue una buena decisión mudarme con ella.
- Ven, entra y siéntate para que comas algo, debes traer mucha hambre y con ese físico imagino que debes comer bastante - Le doy una afirmación con la cabeza.
Camino detrás de ella y al llegar a la cocina me siento en las sillas que están junto a la barra.
- ¡Duban! - Grita mi tía.
Delante de mí aparece un chico de unos aproximadamente quince años que levanta mis maletas sin ningún esfuerzo.
- ¿Qué tal estás primo? - Pregunta algo serio, con las maletas en sus manos, supongo que es su forma de ser.
Hace un movimiento de cabeza que correspondo con otro igual, para luego darme la espalda e irse.
- Sí, ese es mi bebe, está grande y hermoso lo sé - Afirma orgullosa la tía Zeny.
Me extiende la mano con un plato de hamburguesas. Me limito a tomar el plato y como rápido debido al hambre.
Saludo a Vanessa afectuosamente y una vez termino el recorrido por la casa, me dispongo a alistarme para ir a la escuela a matricularme. Sin embargo, lo primero que hago al salir es llegar a la casa de mis padres, para darme cuenta que está abandonada y desarmada casi en su totalidad. Me prometo restaurarla.
Me dirijo al garaje donde encuentro la moto de papá y me tomo la mañana completa para armarla. Afortunadamente no le faltaba ninguna pieza, ni se encontraba en mal estado y cuando la enciendo la moto parece funcionar a la perfección.
El primer recorrido que hago en la moto es hasta el colegio donde estudian mis primos Vane y Duban. Llego en pocos minutos y hablo con la secretaria que me da unos recibos que debo pagar, por lo que me mandan a la fundación bancaria que se encuentra al frente.
Como ya empezó oficialmente el año, me toca pedir la autorización del director de la fundación antes de pagar los recibos de matrícula y demás, de manera que le pido indicaciones al portero para llegar hasta su oficina.
El director, un hombre de más de cincuenta años, no le importa dejarme entrar a estudiar a la fecha siempre y cuando pague la pensión escolar y no le cause problemas. Le aseguro que así será y él sale de la oficina a buscar unos papeles para firmar la autorización y realizar el proceso de admisión.
Me encuentro sentado en la lujosa oficina mirando lejos para el momento en que una alarma me sobresalta, me inquieto pensando en su origen, porque suena demasiado cerca para mi gusto. Inmediatamente se escucha un disparo, el sonido del vidrio al quebrarse y muchos gritos.
Por instinto me meto debajo de la mesa y espero unos minutos hasta que escucho unos pasos. Me asomo en la ventana de la oficina intentando descubrir qué pasa, y mis ojos se toman con la imagen de una chica muy hermosa a través del cristal que se acerca corriendo, luce bastante asustada. Detrás de ella, un hombre moreno con un arma en la mano.
Sin pensarlo abro la puerta y la introduzco dentro de la oficina poniéndole una mano en la boca para evitar que grite y el hombre nos encuentre.
- No vayas a gritar - Le pido, lo más sereno que puedo para que no se asuste más.
Dirijo mi atención a la puerta después de asegurarla y la arropo con mi cuerpo en señal de protección.
Escucho los pasos del hombre al acercarse y luego su sombra se ve desde la ventana, con la mano contraria en la que lleva el arma intenta abrir la puerta, el mango de esta se mueve un par de veces, pero como la trabé el hombre desiste y sigue buscando en las otras puertas hasta que ya no lo escucho.
Un peso extra cae en mis manos y mi agarre sobre la chica se afloja, miro hacia ella y me sorprendo al ver que se desmayó. Ajusto mi agarre sobre ella para evitar que caiga al piso y se golpee, pero cuando lo hago noto de cerca su precioso rostro y me alarmo de inmediato al verlo pálido.
- ¿Pero qué rayos? ¿Linda? - La llamo y al ver que no reacciona me dejo caer al suelo con ella en mi pecho.
Apoyo mi espalda en la pared bajando con cuidado mientras la sostengo a ella en mis brazos.
Me quedo en blanco sin saber qué hacer, pienso una y otra vez cómo ayudarla o si salir por ayuda y miro a todas partes buscando una respuesta. Entonces, recuerdo el dulce de canela que la tía Mabe me había guardado para el viaje.