Salimos del hospital y cada quien se dirigió a su casa después de dejar a Laura con su madre. Me tomo poco tiempo bañarme y arreglarme para salir a tomar el autobús y llegar al colegio, por primera vez en lo que llevaba del año había llegado relativamente temprano; llegue a la hora del almuerzo, lo que significa que aún no empezaban las clases de la tarde así que sí, "llegué temprano".
Camino hasta la cafetería y nada más es cruzar la puerta para que mis oídos escuchen aquel viejo grito de guerra...
– ¡Guerra de comida!
Detengamos el mundo por un momento, de seguro muchos han escuchado esa frase y saben perfectamente que significa ¿No? Bueno al menos todos los que están dentro de la cafetería sí porque inmediatamente lo escuchan todos toman sus platos de comidas y empiezan una batalla campal tipo Troya sin presupuesto, con estudiantes en lugar de soldados y espadas de comida. No les voy a mentir en años anteriores yo sería una de las cabecillas de esta locura, pero tomando en cuenta que voy en último año, que ya estoy algo más consciente de lo que significa este derroche de comida. Además, sigo castigada y voy a ser la pobre idiota que limpiará este desastre, el evento hace que llegue a hervirme la sangre. De verdad ¿Quién fue el grandísimo imbécil que invento eso? o por lo menos ¿Quién fue el que lo acabó de gritar?, porque me encantaría obligarlo a estar aquí en el momento en que tenga que limpiar este desastre.
Busco a los chicos con la mirada, jurando asesinarlos si los veo participando, pero ninguno está, o por lo menos no logro divisar los entre el mar de estudiantes y comida voladora. Giro la cabeza a tiempo para que un círculo de cebolla me dé en el cachete y eso es todo, no sé en qué momento lo hago, pero he caminado a la mesa central y me he subido en ella para gritarle a todos muy furiosa.
– Con una mierda ¡Paren ya o juro que los corto a todos en pedacitos! Y voy muy en serio – Amenazo con mis tijeras haciendo que todos paren en seco sus lanzamientos de comida. Al final me he subido a una mesa con cara de asesina a gritar y me ha funcionado.
Sonrió complacida viendo el efecto causado hasta que me fijo en la cara de un chico de primero y luego en todos y cada uno de los estudiantes palideciendo mirando una figura detrás de mí por lo que me giro y veo al viejo cara de caca mirándome molesto. Cambiando de opinión, creo que no fue tan buena idea subirme a la mesa.
– A la dirección – Demanda una vez lo miro a los ojos. Lo que faltaba.
Me bajo de la mesa y camino hasta la dirección bajo la atenta mirada pensando en las miles de maneras en las que mamá podría castigarme hasta que recuerdo que está demasiado ocupada cuidando de mi papá como para atender una llamada por lo que una sonrisa se extiende en mi rostro, no puede hacer nada contra mí aún si me suspende mi mamá no se va a enterar. Gracias papá por primera vez en tu vida haces algo por mí.
– Ya me estoy hartando de ti – habla el viejo cara caga una vez dentro de su oficina.
– Oiga yo no cause eso, ¿Acaso no escucho lo que dije?
– No voy a discutir contigo.
– ¿Qué? Pero si yo no hice nada – La expresión en su rostro me dice que no cree ni media palabra de lo que digo – Piense un poco ¿Qué saco yo causando un alboroto de ese tipo si después tendré que limpiarlo? no sea ridículo ni que limpiar su cafetería fuera una de mis grandes pasiones.
–Bueno no me interesa quien causó el alboroto yo te vi montada en esa mesa amenazando como una demente con esas tijeras y por ende te voy a castigar.
– ¿Cómo que castigar?
– Dame esas tijeras – Exige mirando hacia mis bolsillos
– ¿Qué?
– ¡Que me des las tijeras! Están decomisadas.
– Olvídelo, no voy a hacerlo.
– Te suspenderé si no lo haces.
– Pues va tener que me...
– Yo lo hice – Afirma alguien detrás de mí cortando mis palabras.
Me giro para ver quién es y veo a Alejandro caminar de la puerta hacia el lugar a mi lado.
– Yo lo hice, suspenda me a mí. Yo fui quien causó el alboroto – indica, mirándome con una mirada que no pude descifrar.
Estúpido Alejandro ¿Qué intenta?, se perfectamente que él no haría una ñoñez de este tipo ni siquiera para molestarme ¿A que está jugando?
¿A quién le importa? Está asumiendo la culpa, allá él.
–Él lo dijo, fue él no yo, me largo – Argumento despectivamente, caminando hacia la puerta.
– Es cierto – acepta él – Lo miro con el ceño fruncido.
– Una semana limpiando la cafetería, y además, limpiaras mi oficina por entrar de esa forma.
–Bien – Acepta el castigo con tranquilidad.
– Las tijeras – Me habla cuando tomo el pomo de la puerta.
– Ya le dije que no se las daré.
– Está es mi escuela y harás lo que yo te diga.
– Intente sacarlas de aquí – Lo reto, sacando mis tijeras del bolsillo de mi falda y poniéndolas dentro de mi blusa.