Mi mejor accidente, Tú

Capítulo 23 - Isabella

Siento una molesta luz en mi rostro. Abro los ojos mirando directo a la bombilla ubicada en el centro del techo de mi habitación frunciendo las cejas, hago un recorrido desde ese punto hasta la puerta de mi habitación para ver quién fue el grandísimo idiota que la encendió y no sonrió al ver a mi padre junto a ella.

– Papa ¿Qué haces aquí?

– Hoy es tu cumpleaños – Su tono es más de pregunta que de afirmación.

– Lo sé, por eso te lo pregunto – Respondo seria, intentado esquivar los recuerdos, el vallenato de cumpleaños de Diomedes Días empieza a sonar en la sala como es típico de él cada año, excepto el anterior.

– Y vine a pasarlo contigo – Afirma acercándose hasta mi cama.

– ¿Porqué? Te dije que no te quería aquí, el año pasado se te vio muy feliz yéndote de la casa para esta fecha, ni siquiera te molestaste en felicitarme – El resentimiento y el dolor hablando por mí – ¿Qué de especial tiene este año?

– Isabella por favor no seas resentida. No quiero pelear contigo.

– ¿Qué no sea qué? Papá por Dios. ¿Te parecería al menos disculparte?

– Por favor, solo me separe de tu madre.

–¡¡Lo hiciste el día de mi cumpleaños!! – Estallo saliendo de la cama – Y sin explicación alguna – Lo miro herida.

–Baja el tono o te partiré la boca.

– ¡Papá! – Empuño mis manos y cierro los ojos de frustración – ¿Sabes qué? No dejaré que lo hagas otra vez, no me arruinaras otro cumpleaños, vete.

– Isabella solo quiero darte un abrazo.

– Papá no quieras pretender que te deje abrazarme ahora haciendo que nada paso, como siempre lo haces, cuando ni siquiera te has disculpado. Yo no soy como mamá, no voy a dejarlo pasar así como así. Vete – Le pido, reteniendo las lágrimas.

– No me iré de aquí sin felicitarte.

– No hagas que te odie – No más de lo que lo hago muchas veces.

– No hagas que te castigue – Me mira con semblante serio. Le devuelvo una mirada fría.

– ¿Qué pasa aquí? – Entra mi mamá con las manos sucias de jabón, de seguro estaba lavando – ¿Y tú que haces aquí? ¡Te dije que la llamaras! Aún está molesta contigo.

– ¡Porque tú la pusiste en mi contra! – Le grita a mi madre mientras me señala.

– Papá sólo vete. Lo estás arruinando otra vez – Estoy perdiendo la paciencia.

– Cállate – Me responde antes de girarse hacia mi madre para empezar una discusión.

Con toda la fuerza de voluntad que me queda busco los zapatos que me regaló Nill y me los pongo aunque las ganas de tirárselos a la cara sean más grande. Tomó mi teléfono y me dirijo hacia la puerta.

– Jodete. No me arruinaras dos cumpleaños seguidos y como ya te dije para esta fecha hasta que te disculpes no quiero volver a verte más – Salgo dando un portazo y corro hasta llegar a la calle.

Cuatro calles más arriba, sin aire y con lágrimas en mis ojos me siento en la orilla del andén observando mi pijama, la camisa de Nill y un short del largo de mis bragas. Ni siquiera me importo estar tan destapada para salir corriendo, por fortuna pensé en ponerme zapatos o estaría con mis pies desnudos en este piso frío.

Tomo mi celular para enviarle un mensaje de a Ann para que venga por mí, lo hago y justo cuando pulso el botón enviar, la pantalla empieza a vibrar mostrando una foto de mi madre en la pantalla en señal de que me está llamando. Debe estar preocupada es la primera vez que me ve huir, claro que está preocupada, pero no me importa. Deslizo el dedo en la pantalla hacia la izquierda rechazando la llamada. No quiero hablar con ella ahora, más tarde la llamare.

Pasan tres minutos para cuando una sombra cubre mi cuerpo. Subo mi cabeza pensando que es Ann en su bicicleta, pero lo veo me sorprende.

– ¿Isabella estás bien? – La voz de Nill suena sobre mi cabeza – ¿Qué haces ahí tirada? Ann me pidió que viniera por ti – Se baja de la moto y me toma las mejillas para hacer que lo mire – ¿Te ha ocurrido algo malo? – Su preocupación alivia mi alma, al menos tengo un hombre en mi vida que me quiere. Intento hablar, pero mi voz no sale y lo que hago es empezar a llorar de nuevo, me abraza y me levanta arropándome en su pecho – ¿Qué te ha pasado? – Pregunta poniendo su barbilla en la cima de mi cabeza – Linda dime si alguien te hizo algo porque ahora mismo voy y le parto la cara – Me toma de las mejillas de nuevo y limpia mis lágrimas con sus pulgares, su mirada me calma un poco – ¿Quieres que te lleve a casa?

– No – hablo y niego con la cabeza – Discutí con mi padre, llévame a casa de Ann.

– Está bien linda, lo que tú digas. Sube.

– Gracias por venir – Agradezco limpiando mis lágrimas.

– Linda soy tu novio y te quiero. Puedes contar conmigo siempre.

Me monto, la abrazo y cierro los ojos esperando que el aire que golpea mi cara se lleve los malos recuerdos. Porque ahí están, ahora en mi mente, todas y cada una de las veces que mi papá me fallo y también aquellas imágenes buenas de cuando era niña y yo era lo único que le importaba en la vida.




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