Alenda. 🍊
El segundo día de clases en mayo comenzó con la misma ansiedad y nerviosismo que el primero. A pesar de haber recorrido el camino hacia la escuela un día antes con Sandra, me sentía igual de intranquila mientras caminaba por los pasillos abarrotados del colegio estatal de puras mujeres. Puesto que anteriormente había estado en un colegio de chicas y chicos, donde ir con tus mejores accesorios y presumir las marcas que usas era algo de lo más normal.
Cada rincón parecía estar lleno de risas y conversaciones animadas entre las chicas, y me sentía como un extraño en un mundo completamente nuevo. Había vivido toda mi vida en una mansión por una zona acomodada, rodeada de lujo y comodidades, pero ahora me encontraba en una escuela pública, aunque en una buena zona, y vivía con mis padres en una simple casa de 5 pisos.
Sandra se acercó a mí con una sonrisa amable, rompiendo mis pensamientos. "¡Hola, Alenda! ¿Cómo estás hoy?", preguntó, con una energía contagiosa que me sorprendió. Yo apenas logré murmurar un "Hola" en respuesta, sintiéndome incómoda bajo su mirada penetrante. Mientras caminábamos por los pasillos, sentí la mirada de alguien más sobre mí. Al levantar la vista hacia el segundo piso, solo pude ver una sombra que se alejaba rápidamente, pero el gesto me dejó insegura. Recordé que en mi antiguo salón a veces era la burla de cierto grupo que me trataba muy bien delante de todos pero yo sabía que a mis espaldas hablaban mal de mi actitud.
"Sandra, ¿puedes mostrarle a Alenda el resto del colegio?", interrumpió Naomi, acercándose a nosotras con el resto del grupo. Aunque no lo conozco mucho, sé que ellas dos son un dúo imparable.
"¡Claro que sí!", respondió Sandra con entusiasmo, mirándome con una expresión amigable. "¡Vamos, Alenda, te va a encantar!".
Durante el recorrido por el colegio, Sandra me mostró cada rincón y cada aula, compartiendo historias y anécdotas de su vida estudiantil. Desde una piscina con tamaño olímpico hasta una despensa atrás del comedor para estudiantes que estaba algo abandonada.
"Aquí es donde solíamos escondernos para comer chocolates durante el recreo", me dijo mientras señalaba un rincón del patio. "Y aquí es donde hubo una pelea donde dos compañeras de clase se agarraron a greñas por un chico", agregó con una risita.
Me sorprendió la franqueza con la que Sandra compartía sus experiencias, y poco a poco comencé a sentirme más cómoda en su presencia. Sin embargo, la sombra que había visto antes seguía rondando mis pensamientos, dejándome un poco nerviosa.
"Sandra, ¿puedo hablarte un momento?", le susurré cuando nos detuvimos frente a la cafetería. Ella asintió con una sonrisa, y nos apartamos del grupo para hablar en privado.
"¿Todo está bien, Alenda?", preguntó, notando mi cambio de humor. Aquel gesto de interés por un tema que me estaba empezando a inquietar hizo que la viera con más admiración.
Le conté sobre la sombra que había visto en el segundo piso, y ella frunció el ceño con preocupación. "Debe ser solo tu imaginación, Alenda. Este lugar puede ser un poco abrumador al principio, pero te acostumbrarás", dijo tratando de tranquilizarme.
Decidimos dejar atrás mis preocupaciones por un momento y nos dirigimos a la cafetería. "Vamos, te voy a comprar un helado de maracuyá. Es mi favorito y te ayudará a refrescarte con este sol", dijo Sandra con una sonrisa, y me sentí agradecida por su amabilidad. Especialmente cuando di un mordisco y casi suelto un grito por sentir el frío contacto del aperitivo con mis dientes, Sandra volteó a verme y luego de reírse levemente, me tendió una servilleta y mordió algo de mi helado. Debo admitir que su cercanía me puso nerviosa pero luego sonreí, divertida por la situación.
"De todas formas, la secretaria me dio un plano del colegio", comenté mientras arreglaba mi uniforme.
Hice lo posible para no reírme ante la mueca de Sandra, era obvio que no se lo esperaba.
"En mis tiempos, eso no ocurría", negó con la cabeza, fingiendo estar indignada.
Terminamos de comprar y nos dirigimos por el último pasillo, en cada paso podía ver la presencia de más estudiantes. Hasta llegar al baño y darme cuenga del tumulto que se ceñía alrededor.
"Supongo que tendremos que ir al otro baño, la profesora se molestará porque llegaremos tarde"
"No entiendo por qué suceden tantas cosas en el último momento del recreo. ¡Por favor!" agregó otra chica.
"Puedo saber, ¿qué pasó?" preguntó Sandra, actuando antes de que yo pudiera hacer algo.
Las dos chicas ni se molestaron en voltear, respondieron mientras seguían viendo directamente los servicios higiénicos.
"Verás, una chica se encerró en el baño de mujeres y, por error, tiró la llave. Ahora todas lo saben, y el director está solucionando el problema, tratando de sacarla antes del horario de clases. Según dicen, tenía la llave porque se la pidió prestada a la conserje y esta se la dio. No se sabe cuál fue el motivo o la razón. Solo queda que la logren sacar rápido", explicó una de las chicas.
"¿Sabes cómo es la chica que está en el baño?", preguntó Sandra con intriga.
"Hmm, tiene el cabello castaño oscuro con rulos en una coleta alta, piel morena, contextura delgada y lleva la insignia de brigadier", describió la otra chica. Parecía ser el tipo de chica que era muy observadora o bueno, una persona completamente chismosa.
"Creo que solo se parece", traté de calmar la angustia de Sandra. Aquellas características me eran un tanto familiar.
"Ah, por cierto", dijo la otra chica, dando una vuelta atrás a su marcha, "escuché que es del tercer grado".
"Genial", se exasperó Sandra y se largó corriendo, dejándome sola.
Tal vez tan solo hace poco la conocía, pero la descripción encajaba perfectamente en Naomi. Aunque me era raro suponer dicha situación, no parecía ser la chica problemática.
El timbre sonó por todo el pabellón y cuando quise seguir a Sandra, la estridente voz de una mujer adulta resonó por todo el lugar.