Sandra. 🍉
Tener la razón casi siempre era bueno, pero a veces, era una carga. Habían pasado un par de semanas desde la llegada de Alenda, y aunque seguía siendo una chica tímida, ya había ganado la aceptación de la mayoría del salón.
En ese momento, la discusión en el aula se centraba en el diseño del polo para las olimpiadas escolares. Algunas querían que la prenda fuera como una camisa con dos botones, otras preferían un escote en V y algunas más optaban por el cuello común.
"Eso es muy común. Nuestra sección debe destacar", opinó una chica, apoyando la segunda opción.
"Vamos a destacar en el baile de presentación, no necesitamos un escote pronunciado para llamar la atención", respondió otra estudiante con tono molesto.
"No arruines el diseño solo porque a ti no te queda bien un escote", atacó la primera chica.
Antes de que la discusión se volviera más acalorada, la brigadier decidió intervenir. Ella siempre sabía cómo manejar estas situaciones con firmeza.
"Debemos tener en cuenta que cada diseño tiene un precio diferente, y debe ajustarse a la economía de todas", dijo con voz firme, cruzando los brazos. "Además, debemos hacer el pedido hoy, así que tenemos que decidir ya".
El aula quedó en silencio. Todas se miraron entre sí, algunas con gestos de incomodidad. La decisión final sobre los polos de las olimpiadas siempre causaba malestar. Xiomara, una chica normalmente reservada, se levantó de su asiento y los murmullos desaparecieron. Nadie esperaba que ella tomara la palabra. Con un plumón en la mano, se dirigió a la pizarra y escribió las opciones, luego se volvió hacia nosotras.
"¿Quiénes votan por la primera opción?", preguntó con claridad.
Así comenzó la votación. Algunas chicas dudaron en levantar la mano, pero finalmente ganó la opción de la camisa con botones. La mayoría quedó contenta con la decisión, aunque algunas hicieron muecas de desánimo.
Alenda también eligió la primera opción. Me comentó que su antiguo uniforme consistía en una falda, una blusa con corbata y una chaqueta. Naomi estaba ocupada planificando con la junta directiva del aula los arreglos para la fecha festiva, así que me acerqué a Alenda, queriendo saber más sobre ella.
La encontré dibujando un jardín lleno de flores, tan concentrada en su trabajo que no se dio cuenta de que la estaba observando. Me encantaba ver cómo simples trazos se convertían en algo digno de admiración. Alenda tenía un don artístico evidente y estaba segura de que poseía una creatividad infinita.
Cuando por fin terminó su dibujo, sonrió levemente y levantó la vista. La sorpresa en sus ojos, seguida de un intenso rubor en sus mejillas, era adorable. Sin poder evitarlo, agarré sus mejillas y las apreté, haciendo que se sonrojara aún más.
"¿Por qué eres tan tierna?", le pregunté, disfrutando de sus movimientos nerviosos.
Consideraba a Alenda como una hermana, la hermana que siempre había querido tener. Ella era un sol, siempre radiante y auténtica, y eso me encantaba de ella. La abracé, disfrutando de la suavidad de su piel. Siempre he sido cariñosa con mi familia y amigas, especialmente con Naomi, pero con Alenda sentía algo especial, una sensación desconocida que me agradaba.
"Deberíamos organizar una salida", sugerí, sentándome a su lado mientras Xiomara seguía en la junta directiva.
"Mis padres no me dejarán", respondió con desánimo.
Sabía que los padres de Alenda eran muy protectores, pero no me parecía bien que, después de la escuela, se fuera directamente a su casa y solo hiciera tareas.
"Quédate un rato más en la escuela", insistí, decidida a no rendirme fácilmente.
"No puedo, ya pedí el coche por aplicación", contestó, mostrándome la pantalla de su móvil.
"Puedo convencer a mi padre para que hable con tus padres. Mi casa no es muy grande, pero podemos ver una película y yo preparo la comida", sugerí con anhelo.
Alenda bajó la mirada, una acción que hacía cuando estaba abrumada, así que preferí callarme y busqué en su móvil la caricatura que le gustaba. Recosté su cabeza sobre mi hombro y empecé a reproducir el video. My Little Pony era entretenido, aunque infantil.
Nuevamente, esos pensamientos nublaban mi mente. No sé en qué momento comencé a cuestionar mi cercanía con Alenda. Su cabello castaño caía sobre mi pecho, y me seguía pareciendo fascinante cómo todas las hebras de su cabello estaban brillantes y limpias. Su rostro parecía suave al tacto, sus ojos color café claro, el tipo de café que causaba desvelo y disfrutaba. No entendía cómo las chicas de su antiguo salón intentaban excluirla; era una verdadera diosa. Definitivamente, su futuro novio sería muy afortunado de tener a alguien tan bella a su lado.
"Veo que están bien relajadas, ¿eh?", comentó Naomi, estirándose tras estar sentada una hora.
Moví delicadamente a Alenda y me acerqué a Naomi, dándole una amistosa palmada en la espalda.
"Por ahí, el tema es incluir a Alendita en el barrio, ya sabes", le dije, levantando las cejas.
Naomi me miró con duda y levantó el mentón, captando al instante. Puso su mano sobre el hombro de Alenda y sonrió pícaramente.
"Tengo toda una lista para que te acostumbres, así que cuenta conmigo", declaró, visiblemente divertida.
Alenda me miró confundida, sus ojos inocentes me preocupaban, temía que no pudiera soportar la crueldad del mundo. Si hubiera estado en otra sección, probablemente se habría agobiado lidiando con niñas hipócritas. Era una suerte que estuviera a mi lado.
Cuando llegó la hora de salida, nos dirigimos en grupo al paradero del transporte público.
"Sandra, ¿estás segura?", preguntó insegura, mirando alrededor con temor.
"Confía en mí, todo saldrá bien", prometí.
Ese fue mi error, haber hecho una promesa cuando estaba feliz y no pensar detenidamente en las cosas.
Subí al mismo vehículo con ella, pagué el pasaje de ambas y decidimos sentarnos al fondo para tener una mayor visibilidad de las demás personas. En todo momento, Alenda se aferró a mi brazo.