Sandra. 🍉
Me desperté el lunes con una energía que no sentía desde hacía tiempo.
Consumí el desayuno rápidamente, queriendo ya salir. Mi padre se dio cuenta de lo apurada que estaba, pero prefirió no decírselo a mi progenitora para evitar que esta me diera todo un interrogatorio.
"Ten un buen día, princesa" se despidió dándome un beso en la frente antes de abrir la puerta.
Había algo en el aire que me hacía sentir ligera, como si todo lo que me rodeaba estuviera en armonía. Sabía exactamente el motivo, y su nombre era Alenda. Todo lo que pasó el sábado seguía rondando en mi cabeza: sus risas, el abrazo inesperado y ese beso en la mejilla que me había dejado pensando más de lo que me gustaría admitir.
No sabía si era la magia de tenerla como amiga o tal vez de conocer su casa, pero ella había recorrido mi mente todo el fin de semana.
Caminé hacia el colegio con los auriculares puestos, escuchando una lista de reproducción que siempre me ponía de buen humor. Las calles estaban llenas de estudiantes con el uniforme reglamentario, y el cielo, despejado y brillante, daba la sensación de que el día iba a ser perfecto. Solo un par de chicas en la esquina estaba intentando pedir prestado una casaca porque llevaban un polo de calle y recibir un regaño un día lunes tampoco era una excelente forma de empezar el día.
Al llegar al colegio, el bullicio habitual de los pasillos se mezclaba con los ecos de las conversaciones y las risas. El sonido de las puertas de las aulas abriéndose y cerrándose, el crujir de las mochilas cargadas, todo eso formaba parte de la rutina. Sin embargo, ese lunes todo parecía tener una nueva chispa, una emoción latente que no podía ignorar.
Diferentes grupos estaban reunidos en los pasillos, encontrándose después de dos días sin verse. Creo que las más emocionadas eran las de quinto, porque era su último año y quería vivir cada segundo en la escuela a plenitud.
Pensar que algún día yo sería parte de las último año me hizo imaginar un millón de escenarios posible, todo parecía tan lejano y cercano al mismo tiempo.
Y ahí estaba ella, esperándome en la entrada del aula, con su mochila colgando de un solo hombro y una sonrisa tímida dibujada en sus labios. Alenda me vio desde lejos y, aunque intentó disimular, noté cómo sus ojos brillaban de una manera especial, igual que lo habían hecho el sábado. Esa mirada de confusión e incertidumbre había sido reemplazada por una de absoluta felicidad y ser la causante de dicha emoción en ella me hizo sonreír.
"¡Hey, Ale!" la saludé, acercándome con una sonrisa que no pude contener.
La camisa y el buzo del colegio le quedaban espectacular, bueno, ella siempre se veía genial.
"Hola, Sandra" me respondió con esa voz suave que me encantaba escuchar. Parecía un poco nerviosa, pero al mismo tiempo feliz de verme.
Había escuchado a una de mis compañeras del salón comentar que si Alenda abría un canal de asmr bien que la hacía linda, su voz era calmante.
Nos sentamos una detrás de otra en clase, como de costumbre. Naomi ya estaba con el celular entre sus manos mientras era observaba constantemente por Xiomara ya que la brigadier de la sección debía dar el ejemplo y no andar enviciada con los dispositivos tecnológicos.
Volteé y me encontré a una Alenda decorando una hoja de su cuaderno para que se viera bien, al encontrarse con mis ojos se rió y continuó con lo que estaba haciendo.
La primera hora pasó rápida, pero no porque estuviéramos concentradas en el profesor que hablaba sobre la historia del Renacimiento. Más bien, fue porque nos la pasamos intercambiando miradas, pequeñas sonrisas y alguna que otra nota rápida bajo la mesa. Cada vez que nuestras manos se rozaban al pasar los apuntes, sentía una corriente eléctrica recorriéndome.
Cuando llegó el recreo, fuimos a buscar a Naomi, que nos esperaba cerca de las bancas del patio. Como siempre, ella estaba rodeada de algunas chicas que reían a carcajadas, probablemente porque Naomi estaba contando alguna anécdota divertida. Ella tenía esa habilidad natural para hacer que todo el mundo se sintiera bien.
No había duda que tenía liderazgo, por algo era la brigadier y ex delegada.
"¡Ahí están mis chicas!" dijo Naomi con su voz fuerte y alegre cuando nos vio llegar "¿Cómo fue ese fin de semana?"
Intercambiamos miradas rápidas con Alenda, y antes de que pudiéramos responder, Naomi ya estaba contándonos algo más. Las conversaciones con ella siempre eran así, rápidas, animadas, como si el mundo se moviera a su ritmo. Hablamos sobre las tareas, las cosas que habíamos visto en internet y nos reímos de los memes que Naomi siempre tenía guardados en su teléfono.
El recreo pasó volando, y cuando el timbre sonó para volver a clase, Xiomara apareció con una lista en la mano.
Reconocía esa postura, cuando iba avisar que haríamos una actividad todo el aula. Suspiré pidiendo para mis adentros que no fuera hacer un mural desde cero, organizar a un numeroso grupos de chicas a veces era agotador.
"Chicas, todo el salón tiene que ir al auditorio" anunció "El municipio escolar va a dar una obra sobre... bueno, ya saben, esas charlas de prevención que les encantan"
"Oh, genial, justo lo que necesitábamos para un lunes" bromeé mientras guardábamos nuestras cosas.
Nos dirigimos al auditorio en grupo, conversando animadamente. El lugar estaba lleno de chicas de todos los grados, y el bullicio era incesante.
Algunas chicas de mi salón que se habían demorado en guardar sus objetos personales en la mochila entraron corriendo, recibiendo algunos silbidos por parte de las de quinto. Nada nuevo, a las de último año les gustaba coquetear en broma con sus menores.
Cuando todas nos sentamos, las luces se apagaron y una pequeña luz de escenario se encendió, marcando el inicio de la obra.
Al principio, todo parecía bastante típico. Las actrices que eran estudiantes mayores, empezaron con una historia ligera, algo sobre una pareja joven que se conocía en una fiesta.