Alenda. 🍊
La escena del beso entre Tom y Becky seguía en mi mente, la tensión en el aula seguía en mi mente, la mirada de Sandra seguía en mi mente.
Había llegado de la escuela con las mejillas sonrojadas y pensando en todo.
Mi cerebro iba a la misma escena una y otra vez, impidiendo que pudiera seguir el ritmo normal de mis cosas.
Usualmente me fijaba en lo que había en la refrigeradora para almorzar, pero estaba tan distraída que solo atiné a beber la botella de Inka Kola mientras masticaba lentamente el queque de plátano que mi papá había comprado. No tenía ánimos para realizar un pedido siquiera, mi corazón palpitaba de forma incontrolable y sentía que quería arrancarme el cabello.
Una idea se cruzó en mi mente y fui directamente a mi habitación, donde prendí mi laptop y busqué el libro de la obra que iba a actuar. Bebí un gran sorbo de gaseosa antes de sumergirme en la lectura, perdiéndome en las emociones típicas de la adolescencia y en el cómo me hubiera gustado vivir en un pueblo o siquiera haber tenido una infancia memorable como el resto de los jóvenes.
Inevitablemente llegué a la escena del beso y apagué la laptop velozmente, mis manos temblaban. No sabía qué hacer.
Tal vez lo estaba pensando mucho.
Busqué mi peluche de hipopótamo morado y lo abracé, obligándome a cerrar los ojos para no sentirme atormentada con mis pensamientos.
Quería dormir; de hecho, quería dormir mientras mi madre me abrazaba y me contaba un cuento.
De la nada, todo lo que alguna vez anhele, vino de recuerdo a mi mente. Todo lo quise, todo lo que desee y nunca lo obtuve. Parecía que estaba al borde del colapso, con emociones reprimidas que querían salir, porque mi cuerpo era incapaz de seguir ocultando lo que verdaderamente sentía.
El amor de mi madre.
Aquello era el declive de todo, con solo la mención de su nombre podía encerrarme en el baño y echarme a llorar.
Solo quería una familia genuinamente feliz.
Mordí mi labio inferior y me recosté sobre mi peluche favorito, el color blanco de la habitación solo era como un espejo de cómo me sentía. Que no había logrado en la vida, que no tenía metas y que a pesar de que todas las comodidas que alguna vez tuve, no estaba feliz.
Hundí mi cabeza, apretando mis puños. Agarré el celular e ignoré los recordatorios de las tareas que tenía que avanzar. No iba a seguir actuando normal ahora que mi familia había quedado en la quiebra, no podía quejarme, no podía hacerlo, no cuando aún tenía un techo donde vivir y comida para comer todos los días. No debía ser ingrata con lo que tenía, no podía sentirme mal si seguía teniendo a mis padres, no podía.
Puse un video de Barbie Dreamhouse y por un momento, me olvidé de todo, me centré en los personajes y sus interacciones divertidas. Posteriormente, el brillo fuerte del celular cansó mi vista y el sueño me inundó.
Supongo que pasaron un par de horas hasta que el sonido del despertador inundará la habitación, el sudor recorría mi rostro. Parecía que mi cerebro me había jugado una mala pasada, había recordado cuando una de mis antiguas compañeras de clase se había burlado de lo que había dibujado, desde ahí me habían etiquetado como "rara".
Me levanté de la cama, en el velador estaba un frasco con chicles Trident de diferentes sabores, escogí uno al azar y y me lo metí a la boca sin pensarlo mucho. Un sabor a mora inundó mi paladar y lo mastique lentamente, queriendo que el sabor tuviera mayor duración.
Salí de mi cuarto aún con el uniforme puesto, me dirigí a la cocina y saqué otra botella de Inka Kola de la refrigeradora. Me eché en el sofá y prendí la televisión, buscando algo interesante en Netflix. No tardé en encontrar una serie juvenil, así que lo dejé reproduciéndose, bebiendo desanimada.
¿Qué estaba mal conmigo?
Buscaba una razón de aquel desorden y profundo vacío en mi pecho, esa sensación agobiante se había apoderado de mi de la nada.
Me centré en la serie, en las interacciones de los personajes y el cómo se iba desarrollando la dinámica del romance. Suspiré nuevamente, en el punto interesante de la serie mi mente me había jugado una mala pasada y me había hecho recordar la escena del beso entre Tom y Becky.
Con los nervios en la punta de la lengua que parecían que iba a soltar tremendas tonterías, agarré el control de la televisión y adelanté ciertos capítulos al azar, hasta dar con el número siete y fue ahí donde también adelanté los minutos. Una vez que dejé el control, recosté mi cabeza en el sofá, pensando en el repentino declive de mis emociones. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando escuché algo que me hizo levantarme rápidamente, visualice la reproducción de la pantalla y me quedé helada.
Una de las amigas de la protagonista se estaba besando intensamente con una chica que parecía ser la hermana mayor del fuckboy de la serie. La sostenía con cierta suavidad con las manos en la cintura, pero devoraba su boca con avidez.
Pasé la saliva lentamente, mis ojos no se podían despegar de aquella escena, solo podía limitarme a no perderme ningún pequeño detalle.
Sin embargo, no fue hasta que cuando se acabó el beso y la amiga de la protagonista confesó sus sentimientos que volví a mis sentidos. Mis mejillas se calentaron cuando, el pensamiento de que aquellos personajes podríamos ser Sandra y yo, pasaron por mi mente.
Pegué un grito asustada, aterrada ante mis propios sentimientos. Me senté en el suelo, incapaz de asimilar de que realmente había pensado eso. Me tapé la boca con mis dos manos, mi corazón latía incontrolablemente.
¿Qué era yo?
El temblor de mis manos solo hizo que la preocupación dentro de mi aumentará aún más, esos sentimientos desconocidos empezaban a ahogarme.
No pude evitar ir corriendo hasta mi habitación, intentando retener mis lágrimas en vano. El nudo en mi garganta se hizo cada ver más grande, mi respiración se volvió incontrolable y ni siquiera tosiendo pude calmarme. Todas las emociones que alguna vez me tragué empezaron a hacer notar su presencia, la desesperación me invadía rápidamente.