No paraba de correr.
Con la respiración agitada, las piernas lastimadas y probablemente un brazo roto corría por mi vida. Y quizás en parte por mis cosas de valor.
El chico que corría detrás de mi era alto, tatuado, con gorra y piercings en la ceja y nariz.
Bueno, no lo había visto tan bien como para decir que tenia una ceja cortada o un arito en la oreja, pero los estereotipos me hacían imaginar cualquier cosa.
Como por ejemplo que bajo su campera Adidas de mala calidad podría ocultar un arma o incluso un cuchillo.
Oh Dios no, no era buen momento para imaginar esas cosas.
Distraído, agitado y sin aliento crucé la calle sin mirar.
Solo puedo decir una cosa.
Mierda