Abrí la bolsa de dormir para asomar mi cabeza.
Aún no había amanecido, una fila enorme esperaba en las afueras del local Zorro rojo.
Terminé de abrir la bolsa de dormir y salí de ella. Saqué mis gafas del bolsillo de mi chaqueta y me fijé en la entrada. Aún continuaba cerrada y yo era la segunda en la fila.
¡La segunda!
Todo iba más que fantástico.
Estiré mis extremidades y salté un poco en el mismo sitio. Los dos días esperando en esta fila no se compararían con los que tendría que enfrentar en ese local. Tenía que calentar mucho.
Hubiese sido la primera de no ser porque tuve que terminar de empacar mis cosas para mudarme al campus de la universidad . De igual forma, un segundo puesto era bueno. Un perro me había orinado y un vagabundo me robó un zapato en la primera noche, pero era bueno.
—¿Quieres?
Por inercia, cerré mi capucha y retrocedí un paso al escuchar la voz masculina.
El chico que estaba detrás de mí en la fila, me ofreció un burrito. Tenía un tapabocas de gatitos, unas gafas y una gorra que tenía dibujada unas orejitas de panda. No estaba segura de haberlo visto las primeras dos noches. Lo más probable es que hubiera apartado el puesto y eso era muy costoso. Pero no juzgaba a nadie por los métodos que usaban para llegar aquí. Yo lo haría si tuviese el dinero, pero apenas había reunido para comprar mi figura más preciada.
También estaba la posibilidad de que no lo hubiese visto por su rostro oculto.A la mayoría de la gente le avergonzaba que otros supieran que esperaban días en una fila para comprar artículos coleccionables limitados. No podía verle bien el rostro, pero sus ojos eran muy bonitos, de un color azul intenso y sus pestañas eran largas. Lo estudié bien. Era una mirada dibujable. Podría ponérselo a uno de mis personajes protagonistas y mis comics lovers lo amarían.
Sus cejas rubias eran tupidas, pero muy prolijas y hermosas.
¿Por qué los hombres se veían tan bien sin maquillaje incluso después de dos días en una fila y yo parezco un estropajo?
Ni siquiera los genes de mi abuelo italiano me bendijeron con los ojos claros. Lo único que heredé de mi abuelo fue el colesterol alto.
Era obvio que la vida tenía a sus favoritos y yo no estaba en ellos.
El chico me miró temeroso. De seguro lo había estado viendo como una demente. Es lo que hacía cuando detallaba facciones que podía usar en mis dibujos. A veces sonreía y hablaba sola, algo que no le resultaba agradable a las personas.
Reaccioné cuando vi que alejaba su mano con el burrito y lo tomé antes de que pudiese apartar la deliciosa comida de mí. Tenía demasiada hambre y el vagabundo se había llevado mi loncherita. Abrí mi capucha.
—Gracias— le di un gran mordisco, por si me lo quitaba y no podía darle otro—. Sabe muy bien.
—Me alegra que te haya gustado.
Sonreí. Era muy amable. Me agradaba. Bueno, me agradaba todo ser en el planeta que me alimentara con cosas deliciosas. Tragué grueso al mirar hacia abajo y fijarme en sus zapatos. Los señalé,fascinada.
—¡Tus zapatos son increíbles!
Sus ojos se entrecerraron por la sonrisa que ocultaba tras su tapabocas.
—Gracias. Son un diseño único. Cuestan mucho dinero.
—¡Vaya! No lo dudo, están geniales. Es como...si le hubiesen vomitado un arcoíris encima. Una diarrea de colores.Sin ofender.
Los hombros del chico subieron levemente. Me sentí más tranquila al escuchar su risa.
—Descuida, es lo que parecen.
Las persianas del local se abrieron de golpe. Las puertas seguían cerradas. Me enderecé, esperando la apertura y lista para todo. Esos tipos de compras eran mortales.
—¿Qué buscas aquí hoy? —inquirió el chico detrás de mí.
—Voy a comprar una figura coleccionable. Es la única que venderán en la tienda. Me costó mucho dar con ella ¿Y tú?
—Lo mismo.
—¡¿De verdad?!— reí—. ¿Cuál es tu figura? La mía es...
—La clave de sol.
—La clave de sol.
Me tensé. Giré lentamente sobre mis talones y lo encaré, sin que una palabra saliera de mi boca. Mis ojos se encontraron con los suyos, menos amables que antes. Reconocía a un rival cuando lo veía.
El que tenía ante mí era el más grande de todos.
Le di otro mordisco al burrito y mastiqué lentamente. Sus ojos se entrecerraron nuevamente en una sonrisa. También le sonreí después de tragar.
—Bueno, te deseo suerte. No te lo tomes tan personal. Es sólo una figura— comentó, despreocupado. Reí y asentí.
—¡Claro! Es sólo una figura. No es como si te viera como un enemigo acérrimo por querer una figura sin vida alguna y de plástico ¡Puff! ¡Que ridículo!
—Sería muy inmaduro de tu parte.
—Sí, también de tu parte. No haría tal cosa. Menos con alguien que me regaló comida. No es algo que un ciudadano responsable haría.
—¡HEMOS ABIERTO LA TIEN...! ¡AGH! ¡ES MI PRIMER DÍA, NO ME MATEN!— empujamos al empleado hacia a un lado.
Corrí por todo el lugar. La gente enloqueció. Las filas nunca servían de nada en lugares con figuras limitadas si abrías la puerta de par en par. Era evidente que era el primer día del desafortunado hombre.
Ya tenía experiencia en olas humanas, era una de las primeras y para rematar mi lista de ventajas, había estudiado la estructura del local y analizado el lugar exacto donde estaría la figura de sol de mi dibujante favorito.
Con la adrenalina corriéndome por todo el cuerpo y la emoción recorriéndome por mi eminente victoria, había olvidado por completo que un enemigo me acechaba.
Lo vi correr hasta a mí, haciéndose paso entre la gente. Era el chico con tapabocas de gatito y gorra de orejitas de panda. Era alto y también parecía ser atlético. En condiciones físicas me llevaba ventaja. Tuve que aglilizar.
—¡Esto es una locura, Marco! ¡La gente se ha vuelto loca para obtener sus figuras coleccionables! ¡Oh! ¡Ese acaba de lanzarle su peluquín a la señora en la cara!— se escuchó por los altavoces. A los empleados de esta tienda en particular les gustaba narrar este desastre llamado "compra civilizada"
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Editado: 13.09.2021