Mi Mejor Apuesta

Capítulo 2: Cadillac el dorado.

Recosté mi cabeza en la ventana del auto. Suspiré, lamentándome por mi mala suerte.

—Para haber conseguido la pieza por la que llevabas meses ahorrando, te ves terrible, cariño.

Papi Gabi me vio por el espejo retrovisor con cara de lamento. Volvió a posar su vista en el camino, sin dejar de mascullar. No había estado de acuerdo con que estuviera dos días esperando en una calle para comprar una figura de "plástico raro".

—Mi cara terrible son por los dos días esperando en la fila, papi Gabi. 

—Le dije a Leonardo que no me parecía que te trasnocharas durante dos días, antes de entrar a la universidad y tan expuesta, pero parece que yo no tengo ni voz ni voto en esta familia—Papi Leo y yo suspiramos al unísono. Cuando papi Gabi se ponía dramático reprochador, no había quién lo detuviera—. Sí, suspiren bastante, suspiren hasta que se les expriman los pulmones. Saben que tengo razón.

—Al final habías decidido dejarla ir. No le hubiésemos dado permiso si ambos no hubiésemos estado de acuerdo.

—Sí, pero yo accedí por presión social, no porque quisiera. Ustedes no dejaban de insistir. Si me negaba, después yo quedaría como el papá cerrado y sobreprotector que no acepta que su hija se convierta en una mujer independiente y dueña de sus propias decisiones.

—Es exactamente lo que eres, Gabriel—murmuró papi Leo, reí por lo bajo al ver como papi Gabo lo miró de soslayo, reprochándolo.

—Estoy trabajando en eso,¿de acuerdo? Pero no ayuda a mi apego paternal que mi hija luzca como si la vida le hubiese dado una paliza después de intentar darle algo de "vuelo independiente".

—Pero todo terminó bien. Tengo mi figura y vamos de camino a la universidad, así que el vuelo independiente salió de maravilla, papá. Lo que ocurrió después ya salió de nuestras manos.

Suspiró—. Tienes razón, retoñito. Solo estoy un poco estresado.

No les comenté acerca de mi desdicha para no preocuparlos. Mis padres eran muy protectores. Para ellos, cada cosa que hacía por primera vez tenía que salir perfecta.

Mis primeras palabras, mis primeros pasos, mi primer diente caído, mi primer día en el jardín de niños y pare de contar. Todo debía salir perfecto
 

Descansé mis manos en los hombros de ambos y les sonreí.

—Sé que creen que cada primera vez es un gran evento importante en mi vida, pero a mi me da igual, de verdad. Siempre que estén a mi lado, todo será perfecto.

Papi Leo me sonrió, conmovido. Dejó un beso en mi frente y acarició mi cabeza.

—No me parece justo, yo estoy manejando y no puedo abrazarte— se quejó papi Gabi.

—¡Entonces yo te doy el beso!—besé la coronilla de su cabeza.

Amaba a mis padres y los extrañaría mucho, pero sabía que esto era parte de crecer; enfrentar el mundo por mí misma.

—Aún así, asustarás a tus nuevos compañeros en el  primer día con esa mala cara que tienes. Pareciera que no tuvieses ganas de vivir ¡Ánimo, es tu primer día!—me animó papi Gabi. 

Sonreí forzosamente. Se suponía que ese día sería muy diferente. Estrenaría mi nuevo vestido de puntos blancos al estilo de los años ochenta, me maquillaría un poco, me despediría muy feliz de mis papás, iría a mi dormitorio y haría un estante especial para poner a mi hermosa figura de clave de sol donde poder verla antes de dormir.

Como siempre, nada salió como lo planeaba.

Después de digerir el trauma de mi figura hecha pedazos, mis padres duraron casi tres horas en ir a buscarme porque el carro se había descompuesto, no pude siquiera bañarme decentemente, sólo enjaboné las zonas más propensas a malos olores y me puse lo primero que encontré debajo de la cama porque ya toda mi ropa estaba empacada. 

Cuánto deseé que mi vida fuese una de esas novelas juveniles donde lo primero que encontraban las protagonistas eran unos jeans de marca o un vestido de gala. 

Lo que conseguí fue un camisón arrugado con la imagen de un hot dog muy caliente. Tenía manchas de dudosa procedencia. Creo que lo había usado como limpia mocos cuando enfermé.

Le eché algo de perfume y me consideré lista para enfrentar la vida universitaria.Creí que era el mejor aspecto que podía tener en una situación así. No merecía lucir feliz y agraciada después de perder a mi amada clave de sol y mi ahorro de seis meses.

Deseé con todas mis fuerzas que el cretino con tapabocas de gatito se asfixiara con él por lo que me hizo. Era un mal perdedor.

Ya vería la forma de encontrarlo. Si era fanáico debía estar en los foros de fans. Eran demasiados, pero si era de aquí sería mucho más fácil dar con él.

Y cuando lo encontrara…

—¡Llegamos!

Bajé las cosas del auto y las trasladé a mi dormitorio con la ayuda de mis papás. No me pasó desapercibido como las chicas no dejaban de mirarnos, incluso las profesoras. No por mí, evidentemente. Yo parecía una muñeca con la que una niña loca había hecho experimentos de peluquería y la había vestido con las fundas de su almohada. En cambio mis padres, pues, ninguno pasaba por alto.

Papi Leo sí había sido bendecido con los buenos genes de mi abuelo Paco. Eso y que era un militar retirado en buena forma. En cambio, papi Gabi no era tan robusto, pero sí era más alto y con buena musculatura. Además, su aspecto era más grácil y elegante. Tenía ese aire intelectual con sus amados suéteres de cuello alto y sus anteojos finos.

Desde que era muy niña estaba acostumbrada a recibir cientos de miradas cuando estaba con ellos. Honestamente, era lo que menos extrañaría al entrar a la universidad.

Cuando ingresamos al dormitorio, mi compañera ya se encontraba en él haciendo lo que yo; subiendo y bajando las cosas. Mis padres se ofrecieron a ayudarla también ya que nadie la había acompañado y venía en taxi con algunas cuantas maletas. Se llamaba Valeria y era de segundo año. Una vez que la ayudamos, ella se ofreció a ayudarnos a nosotros.




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