Mi Mejor Apuesta

Capítulo 5: La palabra con C.

Alguien me dijo alguna vez que la universidad era una de las mejores etapas de la vida. Podría disfrutar de mi independencia al máximo, ya tendría la edad suficiente para salir a lugares y también conocería personas con los mismos gustos que yo. Debía disfrutar mi estadía lo más que pudiera pues, haría en ella recuerdos invaluables. 

¿Qué tan oscuro puede ser el corazón de una persona para engañar así a una jovencita ingenua? 

No sé el resto de las personas, pero yo no considero una experiencia invaluable ir caminando completamente empapada hasta los dormitorios, sin zapatos, con frío y a punto de hacer erupción debido a la rabia y la impotencia. Si no morí por hipotermia, de seguro era porque mi sangre hervía con la fuerza de mil supernovas. 

—Wow, wow...wow—mi ira aumentó al ver al otro gemelo siniestro escudriñándome de pies a cabezas—. ¿Qué te ocurrió? 

—Tu doble malvado. Eso ocurrió—espeté—. Me lanzó a la piscina y casi me ahogo porque no sé nadar. 

—¿Qué clase de persona…? 

—¿Intenta ahogar a alguien sin remordimiento? Los psicópatas. Sólo ellos lo hacen. 

—No ¿Qué clase de persona no sabe nadar en estos tiempos? Incluso puedes aprender en internet. 

—¡Acabo de decirte que tu hermano me lanzó a una piscina sabiendo que no sé nadar! 

—Sí...—se quitó su abrigo y me cubrió con él, tomándome desprevenida. Se acercó para abrocharlo. Tuve que contener la respiración para poder soportar la cercanía de alguien tan guapo y con la imagen aún latente en mi cabeza de alguien intimidante y escalofriante que tenía el mismo rostro—, estoy igual de sorprendido que tú por lo que hizo. Usualmente no suele comportarse así usando su nombre. De hecho, creo que nunca lo ha hecho—las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa ladina—. Realmente debiste sacarlo de quicio. 

—¿Yo lo saqué de quicio? No fui yo quien destrozó la figura de clave de Sol y se regodeó de ello. 

—Helios es muy...competitivo. Es mal perdedor, aunque no lo aparente. 

—¿De verdad? Fíjate que ni cuenta me di—sonrió ante mi sarcasmo. De pronto, sentí vergüenza por la forma en que lo había tratado. Moví mi pie, nerviosa—. ¿Esto…? ¿Suelen confundirte mucho con él? 

Se apartó., metió las manos en los bolsillos de su pantalón y me siguió el paso.  

—No te dejes engañar, tengo bien ganada mi mala fama—ladeó su cabeza de un lado a otro—, más o menos. Las personas siempre suelen exagerar las cosas para volverlas más interesante y yo no tengo ningún problema con eso. 

 Las piedritas del pavimento se incrustaban en las plantas de mis pies. Había dejado de sentir frío. La chamarra era cálida y olía delicioso. Me gustaban mucho los perfumes masculinos. Pude notar en la manga el emblema de la casa de la fraternidad donde se había hecho la fiesta. 

Cavet. 

«¿Él también era parte de la fraternidad?» 

—Lamento haberte dicho lo que te dije—comenté, con la cabeza gacha—. Ya mi cabeza da vueltas de tantas disculpas y un malentendido sobre otro. Gracias por el abrigo y espero que no haya rencores. 

—Descuida, es algo que suele pasar—hizo un ademán para que le restara importancia. 

—Y ya que sé que no eres el asesino de mi figura, déjame decirte que amo a tu Cadillac ¿Es de mil novecientos sesenta y nueve? 

—¡Sí! —respondió, emocionado. Era obvio que era un tema que le apasionaba—. Me costó mucho dar con él y restaurarlo. Pienso ponerle una textura de humo de colores en el capó. 

—Eso lo que quitaría el aspecto retro. 

—Eso pensé...—contestó, meditabundo. Me señaló—. A mí también me gusta tu estilo, se nota que te gustan las modas pasadas y coloridas. —Sonreí y agaché la mirada, ruborizada—. ¿Qué diseño crees que le iría bien al capó que no rompa con el aspecto retro? 

Toqué mi barbilla, pensativa. Fruncí mis labios y recordé el aspecto y el color del auto. Chasqueé mis dedos cuando se me ocurrió algo. 

—En mi opinión, si quieres mantener el aspecto retro, no deberías agregarle nada. Pero si quieres darle tu sello personal, puedes agrandar su propio emblema en dorado y agregarle tu propia inicial en el capó, pero a un lado y que no lo abarque por completo. Discreto, armoniza con el diseño original y un toque de tu propio estilo. 

—Eso suena como algo que a mí se me ocurriría—acarició su mentón—¿Estudias diseño gráfico?  ¿Eres de primer año?

—No. Estudio ingeniería en sistemas. 

—No tienes el aspecto de una estudiante de ingeniería en sistemas. Tienes el aura de una artista—no pude evitar reír por la forma en que lo dijo. 

Ambos nos ensimismados tanto en la conversación, que no notamos que me había acompañado hasta los dormitorios donde me encontraba. Black Donovan me resultó agradable. Aunque, después de lo sucedido, sentía que no podía emitir un juicio de forma temprana. 

 No me pasó por alto que muchos estudiantes no dejaron de murmurar cosas al vernos juntos, lo que sabía que, a largo plazo, me afectaría. 

 Quemarle los pies al alma más buena del campus para luego juntarme con su antítesis (y traer puesto su abrigo), de seguro no me dejaría en una buena posición entre las lenguas. El detalle era, que me importaba un comino. Siempre y cuando no me metiera en problemas reales más allá de los chismes y las críticas, me importaba un bledo lo que sucediera. 

—Lo más probable es que no volvamos a cruzar palabra—me detuve al escuchar a Black. Me quité el abrigo y se lo tendí, sonriéndole agradecida—. Pero me has agradado y por eso te daré un consejo; mientras no te metas con Helios, él no lo hará contigo. No tiene tiempo para hacerlo. Si no interfieres en su camino, no tendrás de qué preocuparte. 

—Descuida, ya entendí. Créeme que lo que menos necesito es problemas en mi primer año. Gracias por tu consejo. 

—Bueno, eso es todo—retrocedió sin dejar de mirarme. Sacudió su mano—. ¡Espero verte en otra ocasión, Sandy! 




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