Mi mejor casualidad

Capítulo 19: Jueves

Nicolás:

Ayer por la noche me quedé a dormir en casa de mi preciosa novia, la cual es muy gruñona y testaruda, no acepto dormir de cucharita, y eso me desilusiono un poco, me envió a dormir en el cuarto de visitas que estaba pasando un baño. Quería dormir con ella y abrazarla, ver como amanece, necesitaba ver eso. Así que desarrollé un plan perfecto, primero intenté abrir la puerta lo que fue muy absurdo porque como era de esperarse estaba asegurado.

No me iba a dar por vencido, saqué mis dotes de ladrón y saqueador, fui al baño, encontré unas binchas delgadas para el cabello, las utilice como llaves y funcionó, la puerta se abrió lentamente mientras rechinaba, no por el hecho de que sea vieja, por lo contrario, a simple vista se notaba recién pintada, así que supuse que sonaba mucho por todo el silencio que se había formado dentro del cuarto. Trate de ser muy sigiloso, y no hacer nada de bulla para que no se levantara, lo que menos deseaba era que se levantara y me mandara echando de su cuarto a patadas, o quien sabe cómo.

Examiné su cuarto con una mirada intrigada, esta chica era muy extravagante, extrovertida, interesante, y poco inusual. Supe que le gusta mucho una banda de rock, pero también le gustan los libros y novelas de romance, tiene varios libros en una repisa donde coloca sus trofeos, medallas, y diplomas por su excelente desenvolvimiento en la parte tanto académica como deportiva. Sigo caminando lentamente por su cuarto, veo un velador, donde se encuentran algunos peluches arrumados y mal acomodados, también están algunas fundas de regalo que ha recibido por parte de sus amigos (eso espero) no soy celoso, pero porque razón tendría regalos de su ex. No definitivamente eran regalos dados por sus amigos. Abro el cajón del velador para ver que había en su interior. No me sorprendió para nada ver muchos chocolates, acomodados por tamaño y fecha de caducidad. Era muy desordenada con cualquier cosa, menos con sus preciados chocolates. Supuse que ese era el famoso “cajón de la felicidad”, al cual yo había hecho varias aportaciones.

Seguí caminando, noté que no le gustan los vestidos, ni los zapatos de muñeca, ni nada que tenga que ver con cosas femeninas. Vi varios shorts, camisetas holgadas que no eran de su talla, tiene muchos pares de zapatillas de diferentes colores, y botines negros de cuero.

Cada centímetro que inspeccionaba me sorprendía más y más de ella. Descubrí algunos de sus gustos, como la astronomía, tenía pintado un firmamento completo en su techo blanco, muchas de sus cosas estaban desordenadas, eso me molestaba un poco, porque detesto ver las cosas por cualquier lado, considero que cada cosa tiene su lugar, pero tampoco era capaz de ordenar sus cosas, no me iba a arriesgar a obtener una buena hablada por su parte, la conozco y sé que de excusa dirá que todas esas cosas tiradas y desubicadas están ordenadas.

Por la ventana entran unos ligeros y suaves rayos de luna, que son reflejados en su rostro, puedo notar sus ojos tan hermosos, aún cerrados son preciosos y únicos. De su cuerpo emana una tranquilidad increíble, siempre es capaz de transmitir tranquilidad incluso en los momentos más desesperantes, ella busca tranquilizar a todos para así tomar decisiones precisas. Las cobijas acariciaban su cuerpo y la hacía lucir espectacular, una de sus manos apretaba fuertemente una esquina de la cobija, parecía una niña tierna que no quiere separarse de su cómoda cama para irse a estudiar por la mañana.

Cuando acabo de observarla, me recuesto junto a ella, y tenía razón, si cabíamos los dos en la misma cama, la abrace suavemente, a lo que ella respondió con un apretón en mi mano, entrelazando sus dedos con los míos haciendo que no la suelte ni por un segundo. Seguía dormida, así que era obvio que lo había hecho sin consciencia, pero me encantaba poder abrazarla y sentirla junto a mí.

Después de admirarla un poco más y con mucho detenimiento en cada uno de sus movimientos me dormí, fue la mejor noche de mi vida, aunque sabía que por la mañana sería regañado como un niño travieso, pero al menos valdría la pena.

*Jueves por la mañana*

 Desperté antes que ella, pero mi cuerpo aun no respondía, no era capaz de controlar ni el más mínimo músculo de mi cuerpo, todo de mi estaba paralizado. Rogaba que no despertara para así poder escabullirme desde su cuarto hasta el cuarto se visitas. Por más que rogué y rogué, mis múltiples ruegos fueron en vano, ella se despertó y quedo atónita al sentir que yo me encontraba a su lado, estaba muy ruborizada su tez se tornaba caja vez más roja conforme pasaban los segundos, yo por mi lado seguía inmóvil, al igual que ella.

- ¿Qué haces en mi cama? ¿Como lograste entrar? -

-Emm... Se podría decir que por la noche se activó mi modo arácnido, con una mezcla de ladrón, y me las ingenie para poder abrir esa puerta que parecía estar resguardada bajo siete llaves-

-No me hiciste caso, en lo que te advertí- su mirada se tornó fría y sin expresión alguna en su rostro.

-Si, lose, y te ofrezco una disculpa- dije muy sincero.

-Ya que, espero no haber roncado, o haberte dejado sin cobija- dijo mientras se reía muy avergonzada.

-No, tranquila, no hiciste nada de eso-

- ¿Tienes hambre? Porque yo si-

-Si, tengo hambre, vamos y te cocino algo-

-Mmm... Que buena disculpa-

Salí de su cuarto, y me dirigí hacia el cuarto de invitados donde tomé un par de sandalias, me las puse y fui a buscarla. Ella tenía puesto unas pantuflas de gatitos, una camiseta holgada, junto unos shorts que no se notaban debido al tamaño de su camiseta.

Bajamos a la cocina, y le preparé unos sanduches de mermelada que sé que le encantan, junto con un chocolate caliente, que haría que se despierte, piqué algo de fruta y la coloqué en un boul, debía hacer un desayuno digno de una disculpa, era lo mínimo que podía hacer, después de haberme escabullido en su habitación.




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