Mi mejor casualidad

Capítulo 22: Domingo

Anthonella:

Ya es domingo y puedo sentir las ansias de ver a Nicolás, no poder verlo, me tiene mal, necesito estar con él, un ataque de pánico tal vez o quién sabe es desesperación se apodera de mí, y no permite que yo sea quien maneje cada parte de mi ser, comienza a invadir lentamente, se podría decir que recorre mi cuerpo tal como lo haría una pequeña tortuga, va lento pero tiene la seguridad y la completa certeza que logrará su objetivo final, cueste lo que cueste, de esa misma forma se apodera de mí, la desesperación, el pánico y muchas otras sensaciones mezcladas con algo de timidez, y escalofríos.

Con cada milésima de segundo que transcurre siento como el miedo se apoderó de mí, sin siquiera haber pedido permiso antes, solo vino sin avisar, y se posicionó rey de mis emociones, de mis más oscuros miedos, de mis pensamientos e incluso de mi corazón.

Estas emociones, si así se las puede llamar, ya las había sentido antes, y fue cuando a mi papá le detectaron leucemia, vi como su alegría, sus ilusiones, sus motivos, e incluso su vida, se iban apagando lenta y dolorosamente, tal cual como una vela, la cual es encerrada dentro de un vaso de vidrio, el oxígeno era nulo, y la llama se extinguía poco a poco, dejando el rastro de que alguna vez ella brilló, con tal esplendor que ninguna otra la igualaba.

Así fue la vida de mi padre cuando supo lo de su enfermedad, lo acompañábamos a las quimioterapias, trataba de ser lo más fuerte posible, sabiendo que por dentro me estaba rompiendo, como un vaso de cristal fino y muy delicado, cada parte de mi ser se sentía devastado, sabiendo y teniendo la certeza que cualquier día, sin previo aviso, mi padre ya no estaría junto a mí. Sabía que no siempre fui una hija ejemplar, pero aun así mi padre me amaba, al igual que yo a él. El día que me dieron la devastadora noticia de su muerte, fue el día más doloroso que ha marcado mi vida, sabía que este día llegaría, pero lo que no sabía, era que sería tan doloroso que pasé más de dos semanas recostada en mi cama, viendo las fotos de lo que algún día fuimos, en las fotos podía ver la gran sonrisa que tenía, me aliviaba saber que en este planeta imperfecto, lleno de injusticias y corrupción, él tenía una vida feliz junto a mamá y yo.               

Él siempre fue feliz, y yo al igual que él, quería serlo, pero el miedo que pensé que lo había dejado abandonado en lo más recóndito de los lugares, estaba llegando de nuevo, y sabía cuál era la razón, era el miedo que tenia de perder a Nicolás, no quiero, y no estoy dispuesta a perder de nuevo a la persona que me hace feliz, quiero darme la oportunidad de amarlo con una intensidad abrupta, amarlo con tanta seguridad que él no podría dudar ni un segundo sobre mis reales sentimientos.

Tenía pavor de sólo pensar en mi miedo a amar o ser amado, tenía miedo que no sea correspondida, miedo a que no me amen con la misma intensidad con la que yo lo hacía, tenía, y tengo miedo de que jueguen conmigo, que yo sea un simple juguete inservible, tengo miedo de que rompan mi corazón en miles de pedazos, los cuales luego tendría que tener valor para poder empezar a reparar y a unir cada pedazo por más chiquito y doloroso que sea debería armarlo, por eso siempre aparto a las personas de mí, porque sé con tanta firmeza que mientras más personas entren a tu vida, más personas podrán lastimarte sin que quede ni la más remota pizca de remordimiento en su consciencia, ellos podrán dormir tranquilos mientras yo estaría destrozada llorando quizás en el rincón más pequeño y oscuro de mi habitación.

Pasé por un largo tiempo yendo a terapias con una psicóloga, la cual me ayudó muchísimo a superar la mayoría de los miedos que había ido acumulando con el paso del tiempo y los cuales se han convertido en una barrera, una barrera invisible que yo había creado para que más nadie supiera como soy, como es mi personalidad, y en el colegio soy muy antisocial, y amigos, pues amigos verdaderos tengo 5 puedo contarlos con los dedos de una de mis manos, cada uno de ellos ha aportado increíblemente a mi vida, ellos me aceptaron tal y como soy con todos mis defectos y cualidades, ellos no vieron en mí, a la típica chica antisocial, y retraída, sino más bien vieron a una amiga, a la cual podían contar sus secretos y sabrían que iban a estar bien cuidados.

Y es por esa razón, que me encanta hacerlos felices, se podría decir que es una forma de agradecimiento, no soy una buena consejera, pero estoy dispuesta a apoyar a quien lo necesite sin importar las consecuencias que traiga hacer esas acciones, estoy dispuesta a acompañarlos y nunca dejarlos solos, porque ellos hacen lo mismo por mí, sinceramente hacen eso y mucho más, y todos los días despierto con la misma duda que retumba en cada parte de lo que cualquier persona la conoce como conciencia, si, esa pequeña voz que suena como una vieja canción repitiéndose una y otra vez, así, se repetía mi duda: ¿Porque yo, una persona tan común y corriente, sin nada interesante en su vida, puede merecer a personas tan maravillosas en su vida?

Cada día que pasa, sigue repitiéndose esa misma pregunta, trato de descifrarla, pero cada vez que lo intento termino llorando sin control alguno. He pasado mucho tiempo junto a Nicolás, he visto cómo actúa, he descifrado una gran parte de su personalidad, y me encanta verlo, sí, ver como se concentra a hacer las cosas, sé que cuando está frustrado, frunce su ceño, y hace una mueca notoria en su bello rostro perfecto y hermoso; cuando está feliz, sonríe de oreja a oreja y juguetea con sus dedos; cuando está nervioso pasa su mano suavemente por su cabello peinándolo hacia atrás; cuando está triste pasa cabizbajo y se convierte en una persona de pocas palabras.




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