Mi mejor error

Capítulo 2

Valery arregló un poco su cabello, antes de colocarse un gancho y dejarlo en un perfecto moño, tenía algo de tiempo para desayunar e irse a trabajar a la escuela. Usaba ropa de segunda mano para ir a ese sitio, puesto que si usaba la misma de siempre llamaría mucho más la atención.

Zeus le comentó que no podía irse sin él, porque la quería llevar personalmente a la escuela, esa por si tenía un amante.

— Buenos días —saludó a Zeus en cuanto llegaron al comedor—. ¿A qué hora nos iremos?

— En cuanto terminemos de comer —respondió lleno de obviedad—. Siéntate, tienes que comer bien.

— ¿Acaso hay cámaras ocultas?

— Es posible —sonrió ladino—. Estás hermosa.

— No voy a firmar ningún papel que tenga que ver con la empresa —tomó asiento al otro lado de la mesa—. En lo único que voy a poner mi firma, es en los papeles del divorcio.

— Sí, eso no pasará —Zeus ladeó la cabeza, mientras las sirvientas servían el desayuno—. Vas a firmar todo lo que traiga, por algo eres mi esposa y eres socia de la empresa.

— Soy la socia mayoritaria y tu jefa, por si no lo sabías o se te olvidó esa parte —levantó una ceja—. Sigues estando por debajo de mí.

— No, tú eres la que dices amarme con todo tu corazón a tal grado que estás consciente de que solo puedo estar contigo en la misma cama si estoy borracho —eso le dolió—. Cuando salgas de esa escuela del demonio, ve a la empresa para que me ayudes en algunas cosas.

— Ya tienes a tus secretarias para que te den…

— ¡Deja de contradecirme! —Zeus golpeó la mesa, y hasta las empleadas se asustaron—. Soy tu esposo y tienes que estar en dónde yo lo estoy. ¿Estamos?

— Entendí, amor —sonrió mezquina—. No tienes que comportarte tan sádico conmigo.

— Te gusta que sea de ese modo, jodida mujer —masculló su esposo, mirándola enojado—. Tus padres dijeron que se hará una fiesta pronto, tienes que ir y mostrarte hermosa.

— ¿Tú no irás?

— No, no iré —ladeó la cabeza un momento—. Eso de andar yendo a las fiestas no es lo mío. De todos modos, tengo que ir a un viaje de negocios estos días.

— Entiendo.

Viaje de negocios.

Sonrió iracunda al escuchar esas palabras salir de su boca. Esos viajes de negocios solo eran más con sus amantes que resolviendo los problemas de la empresa. Durante los meses que fueron novios, era el hombre más detallista que pudo haber conocido, luego se volvió una persona fría y sin sentimientos que buscaba más su propio beneficio que el de ella.

Luego de saber que este era estéril, ya era mucho y que siempre le recordara que todo era su culpa, no podía seguir más con eso. Le ordenó a una de las sirvientas que echara su desayuno en una lonchera, ya que el apetito se le quitó en cuanto vio a su esposo. 

— No puedes estar todo el tiempo enojada conmigo —Zeus la tomó del brazo antes de que saliera de la casa—. Soy tu esposo, tu hombre…

— ¿Mi hombre qué dices? —masculló enojada con él—. No eres nada mío, el único hombre que ha existido en mi vida sabes quién es.

— ¿Ese muerto de hambre? —su esposo dejó escapar una carcajada carente de humor—. No me hagas reír, estoy seguro de que debe estar agradeciendo que no tiene una esposa tan desabrida como tú.

— Al menos me demostró que vale la pena y que la única que cometió un error fui yo al dejarlo —se soltó—. Te recomiendo que vayas a la empresa, me envíes los documentos a través del correo y yo los leeré. Luego, te haré saber si los firmo o no.

— Valery —Zeus la llamó, furioso—. ¡Valery!

El chofer le abrió la puerta para que entrara, y ella lo hizo. Le dijo que irían a la escuela a impartir las clases, y que después se quedaría para sus prácticas de baile que tenía después de clases.

Las calles tenían el típico tráfico, los edificios eran enormes y fotos de su esposo estaban en las enormes pantallas del centro de la ciudad. Uno de los empresarios más poderosos del país, y que le debía todo lo que tenía a su mujer. ¿Qué cosas, no?

New York podía ser la ciudad que nunca duerme, pero también la que mayor cantidad de negocios ilícitos había por montones. Las escuelas que estaban en los barrios bajos a las afueras de la ciudad, eran sitios que ni los políticos querían visitar.

— ¡Buenos días, maestra, Val! —un grupo de niños corrieron hacia ella en cuanto la vieron bajar del auto, y ni cuenta se había dado que el chofer no la dejó en dónde siempre.

— Buenos días, niños —se agachó un poco para besarles las mejillas—. ¿Qué están haciendo aquí a esta hora? ¿Por qué no están en clases?

— Porque queríamos pasar tiempo con usted, maestra —dijo uno de los niños—. Hoy iremos a tomar clases de baile.

— ¿Sus padres dieron el permiso? ¿Pagaron la cuota?

— No —uno de sus compañeros de trabajo habló, mientras se acercaba a ella—. Hubo una donación anónima y ahora cualquier niño puede ir a tomar esas clases.

— Buenos días, Cameron —sonrió sin mostrarle los dientes—. ¿Sabes quién fue esa persona? ¿Dejó alguna nota?

— No, todo se hizo de forma anónima —suspiró Cameron—. También, están remodelando la escuela en algunas áreas y aparte de eso, hay un profesor que entra a dar clases hoy. ¿No es genial?

— ¿Alguien dará clases hoy?

— Sí, su nombre es Harry…

— ¿Harry? —su corazón comenzó a latir con demasiada fuerza—. ¿Se encuentra ahora mismo aquí?

— Sí, ¿lo conoces?

— Eso creo —miró a los niños—. Vamos adentro, niños. No pueden estar aquí afuera.

— Vamos, maestra.

El que Harry estuviera en esa escuela ya era mucho. Tantas coincidencias no puede haber en la vida. No entendía nada de lo que estaba pasando y mucho menos haría preguntas acerca de eso. Caminó lentamente hasta el salón de profesores, y tuvo que dar su mejor cara al encontrarse de frente con Harry. Hasta los niños se marcharon lejos de ella en cuanto pisó el salón de profesores.




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